Hermandad teatral México – Uruguay:   Voila París: Tributo a Josephine Baker

Teatro / 29 diciembre, 2023 /

Josephine Baker, ícono político y artista afroamericana del siglo XX, fue honrada en la cartelera teatral mexicana de 2023 con Voila París, un monólogo interpretado por la actriz uruguaya Sandra Galeano que destaca la valentía de quien a partir de sus comienzos humildes en su natal San Luis, Missouri, Estados Unidos, supo romper estereotipos en una época desafiante y llegó a ser la primera mujer negra en protagonizar una película (en 1927 se estrenó La Sirène des Tropiques, a la que seguirían Zouzou y Princesse Tam Tam) y diva en el París de los años 20, mientras enfrentaba discriminación racial en Estados Unidos.

La puesta en escena recrea el ritmo frenético de la Belle Époque y la inconfundible huella de Josephine Baker (1906-1975), con su danza sensual y su voz cautivadora, que la catapultaron a la fama allende fronteras geográficas y sociales. La producción no solo celebra su arte, sino también se embarca en la tarea crucial de rescatar la biografía de esa icónica artista.

Más allá de las plumas y las luces brillantes del escenario, el monólogo se sumerge en las capas más profundas de la biografía de Baker. Pese a la pobreza y la esclavitud, la intolerancia y el racismo en San Luis, Missouri, logró convertirse en una bailarina exótica, cantante y comediante. Y después de una gira en París, fue descubierta por el Folie Berger y en poco tiempo se convirtió en la primera bailarina.

Ya como una artista internacional, durante la Segunda Guerra Mundial fue voluntaria de la Cruz Roja y trabajó como espía de la Resistencia Francesa contra la Alemania nazi, lo que la hizo acreedora a la Medalla de la Resistencia y la Legión de Honor de manos del general De Gaulle. Luego se convirtió en una activista por los derechos civiles de las personas negras en Estados Unidos (en 1968 Coretta Scott King le ofreció el liderazgo no oficial del movimiento tras la muerte de Martin Luther King, pero lo rechazó). Sin embargo, el racismo que predominaba en Estados Unidos era más fuerte que todo lo que ella logró y nunca fue aceptada ahí por ser negra. A pesar de su estatus de estrella consagrada en Europa, a principios de los años 50, por el color de su piel se le negó el acceso a 36 hoteles en su país de origen.

Josephine adoptó a doce niños huérfanos de diversos orígenes, a los que llamó “Tribu Arcoíris” para demostrarle al mundo que pueden convivir todas las etnias y religiones. Murió en la pobreza en Mónaco a los 68 años, rodeada de personas cercanas que la ayudaron a salir adelante, como la princesa Grace Kelly, amiga personal de la artista.

En un espacio transformado en un camerino y escenario teatral, y dirigida por Fanny Sarfati, Sandra Galeano se viste y se mete en los zapatos de la llamada Venus de ébano, con un formato de cabaret articulado con música, bailes y canciones. La dramaturgia es de Gilda Salinas, especialista en textos que reivindican el papel de la mujer, y su escritura tiene empatía con otra gran actriz y directora, Fanny Sarfati, quien dirige acertadamente el montaje.

Como señaló el crítico Roberto Sosa, Sandra, Gilda y Fanny se hacen cómplices en el escenario, reúnen su talento para rendirle tributo a Josephine Baker; el teatro abraza su compromiso. Voila París es una obra que entretiene, bien montada y dirigida y buena actuación. No cuenta con una gran producción ni gran parafernalia escénica, pero a cambio exhibe talento y creatividad de quienes intervienen en el montaje. Sandra Galeano retribuye al espectador con su espléndido trabajo; talento y versatilidad propios de una gran artista.

En entrevista, la dramaturga Gilda Salinas, dijo que “el referente artístico empleado para la creación de la obra fue el reconocimiento biográfico de la actriz, bailarina y activista social Josephine Baker, haciendo un acto de justicia a su lucha invisibilizada por décadas”.

Agregó que por esa razón se creó un texto que narra, a través de diversos personajes —como sus maridos, uno de sus 12 hijos y la propia Josephine— diferentes tiempos de vida, haciendo notar los hitos más importantes, no solo desde el espectáculo sino, también, de su gran calidad humana”.

A su vez, la actriz y cantante Sandra Galeano, quien logró meterse en los zapatos de Baker, señaló que “interpretarla ha sido un proceso de mucha felicidad y un reto importante. No sabía quién era esa mujer y cuando investigué me impactó, sentí mucha empatía, porque vivimos muchas cosas similares; por ejemplo: ella es de Estados Unidos y viajó a París, yo soy uruguaya y me vine a México con el deseo de una vida mejor”.

“Representarla a través de mi voz, ayuda a reivindicar y seguir esa lucha por los derechos civiles. Si olvidamos el pasado, volvemos a repetirlo en el presente. La historia de Josephine da esperanza y luz, abrirá un poco más los ojos de la gente, porque nos dice sobre la importancia de ser empático con el otro; que sí hay seres humanos que han hecho un cambio y la diferencia”, piensa Sandra.

Patricia Villafuerte

 

Alcira y el campo de espigas se proyectó en la Cineteca Nacional

 

Alcira Soust, una historia de resistencia y resiliencia

La historia familiar sobre una mujer que vivió entre el delirio y la cordura, además de volverse mito en 1968 al resistir escondida en un baño los 12 días que el Ejército mexicano ocupó la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es la que se devela en el documental Alcira y el campo de espigas, de Agustín Fernández Gabard.

La cinta aborda la vida de la poeta uruguaya Alcira Soust Scaffo (Durazno 1924-Montevideo 1997), quien vivió en México, su país de adopción. Fernández Gabard, sobrino nieto de la activista uruguaya, recrea la historia que lo dejó impactado desde que era niño.

Con base en testimonios y archivo documental, la película aborda el aura poética que envuelve a Alcira Soust y que la llevó a ser protagonista de un episodio hoy legendario: fue la responsable de que los versos de León Felipe resonaran en los altavoces del recinto universitario mientras el ejército irrumpía en UNAM, el mismo 18 de septiembre en que ese poeta español, exiliado en México, partiera de este mundo.

Esa jornada, por la noche, miles de militares quebraron el cerco autónomo de Ciudad Universitaria. Las armas, los cascos y las botas brillaban al compás de la marcha soldadesca por salones, pasillos, bibliotecas y auditorios. Entraron acompañados de tanques ligeros, vehículos artillados y camiones, con el pretexto de “restablecer el orden” y desalojar a quienes ocupaban las instalaciones “para actividades ajenas a los fines académicos”.

Alrededor de 1.500 personas, entre estudiantes, académicos y trabajadores, fueron aprehendidas. Sin embargo, una mujer escapó al asalto: la poeta y activista Alcira Soust Scaffo, quien se escondió en un baño en el octavo piso de la Torre de Humanidades, a un costado de la Biblioteca Central, y allí se mantuvo hasta la retirada del ejército, el 30 de septiembre. En ese lapso comió papel higiénico y bebió solo agua del lavabo. De compañía, los recuerdos, la imaginación y la infaltable poesía, pero también la ansiedad y el miedo porque afuera rondaban los soldados.

Doce días después, el poeta Rubén Bonifaz Nuño —coordinador de Humanidades de la UNAM— y los historiadores Miguel León-Portilla y Alfredo López Austin recorrían la Torre de Humanidades para revisar el estado en que habían quedado las instalaciones, cuando el intendente de la casa de estudios halló una mujer en el baño del octavo piso. “¡No toques el cuerpo!”, le advirtió López Austin. “¡Está viva!”, replicó el intendente de la UNAM. De inmediato se dirigieron al lugar y encontraron a Alcira demacrada, aunque con las fuerzas suficientes para salir de pie. “¡Voy por unos tacos!”, se apresuró a decir el intendente. “Mejor traiga a los médicos”, le pidió López Austin.

Aparte de relacionarse con artistas e intelectuales exiliados en México, como Remedios Varo, María Zambrano, Emilio Prados y el propio León Felipe, en los años sesenta Alcira fue ayudante de Rufino Tamayo en la elaboración del mural Dualidad en el Museo Nacional de Antropología; acudía a clases en la Facultad de Filosofía y trabajaba con Juan José Arreola en Radio UNAM. El prestigioso intelectual mexicano José Revueltas, quien respaldó a los estudiantes, evocaría sus encuentros con ella en la Universidad desde el inicio del Movimiento del 68, y la impresión de poemas suyos en el mimeógrafo del comité estudiantil para repartir como si fueran balas contra el poder.

Tras el traumático episodio en Ciudad Universitaria, Alcira continúa con su vida precaria y llena de altibajos; sin embargo, no deja de estar vinculada a la UNAM, a la poesía, al activismo político-social y a la cultura latinoamericana. En los setenta conoce al chileno Roberto Bolaño, quien la evocaría en las novelas Los detectives salvajes y Amuleto como “la madre de la poesía mexicana”.

Según se recrea en la cinta a partir de diversos testimonios de quienes la conocieron, Alcira veía en la poesía y el arte una forma de transformar el mundo; por ello repartía sus versos gratis por las calles y en Ciudad Universitaria, además de elaborar coloridos carteles que ponía a la vista de todos. También sembraba plantas y árboles en honor a poetas fallecidos o como símbolos de los valores que defendía, como la jacaranda que plantó en la Facultad de Psicología de la UNAM.

Fernández Gabard y su tía Mima

En una entrevista con el diario La Jornada, Agustín Fernández Gabard dijo que en Alcira y el campo de espigas se recrea la historia de Alcira Soust a través de sus cartas, poemas y las huellas que fue dejando entre familiares y amigos. Y agrega: “Quise conocer a la persona detrás del mito, humanizarla. Es una poeta olvidada e inolvidable”.

Destacó que la película es una historia de resistencia, pero también de resiliencia, pues a pesar de todos sus problemas, incluidos los de salud mental, ella siguió produciendo poesía, contagiando y motivando a muchas personas en México, donde vivió casi 40 años; incluso llegó a considerarse más mexicana que uruguaya, y esa fue la etapa más crucial de su vida. Formada en Uruguay como maestra, en territorio mexicano se consolidó como activista y poeta y es donde dejó más huella.

Fernández Gabard recuerda que su “tía Mima” era “una persona muy particular, misteriosa, de esa gente que te da curiosidad saber más”. Dice que su familia perdió el contacto con Alcira y llegó un momento en que “insistí tanto a mi abuela por saber sobre ella, que juntó fotos, poemas y cartas, las cuales me dio en un sobre de papel manila. Ahí dije, aquí hay una historia que contar”.

El director y guionista consultó material bibliográfico y realizó diversas entrevistas, la primera a su abuela en 2008; además, consiguió fondos para visitar a los amigos de la poeta en México y recurrió a información que le proporcionaron personas que conocieron a su tía, en distintas épocas, como el investigador e historiador Alfredo López Austin, quien fue uno de los que la encontraron en un baño de la UNAM en 1968.

Al tratar de humanizar el mito, dice que encontró que Alcira era muy esquiva sobre a quién le contaba cosas y cómo las contaba. Señala que al filmar, trató de “reandar el camino que hizo Alcira desde su lugar de nacimiento, el campo” y cuando llegó a Pátzcuaro, Michoacán, para hacer un curso de posgrado en 1952. De ahí fue a la Ciudad de México y volvió a Uruguay en 1988, cuando él tenía 6 años. “La recuerdo jugando con mi hermano menor, cantándole las mañanitas. Recuerdo su voz, sus murales, que mi madre había guardado en mi propio placard y no me dejaba sacar de sus tubos de cartón por miedo a estropearlos”.

Alcira y el campo de espigas es la ópera prima de Fernández Gabard, quien nació en Montevideo en 1982, tiene formación en fotografía, periodismo y derechos humanos. La realización del documental, que se estrenó en mayo de 2023 en el festival de Málaga, llevó 14 años.

 

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