La guerra del agua

Libros / 2 marzo, 2020 / Rodolfo Santullo

Martín Lasalt continúa recorriendo a su propio estilo los clásicos géneros literarios, atacando en esta ocasión la proverbial ciencia ficción distópica.

No es la ciencia ficción el género más transitado en Uruguay, aunque no le faltan cultores. Existen exponentes clásicos —veteranos todavía en activo como Wellington Mainero o Carlos María Federici, el mismo Francisco Piria, yendo todavía más atrás— e incluso una generación intermedia —Roberto Bayeto, Pablo Dobrinin—, pero es entre los autores contemporáneos a Martín Lasalt (Montevideo 1977) que más ejemplos han surgido. Natalia Mardero, Pedro Peña, especialmente Ramiro Sanchiz y, ahora, él mismo han presentado diferentes aristas de una ciencia ficción que se lee personal, auténtica, y al mismo tiempo deudora del mismo género que practican.

En el caso de la ciencia ficción distópica —aquella que imagina futuros posibles donde en algún momento se torció todo y quedó cual variable deforme de nuestro presente— hay algunos ejemplos puntuales: me viene a la mente Fabril de Horacio Cavallo, algunas variables de los universos paralelos de Sanchiz, y esta La subversión de la lluvia se inscribe felizmente en la misma senda, con la particularidad de que Lasalt hace convivir —como hacía en Pichis, donde los cuentos fantásticos se daban la mano con el costumbrismo marginal— sus propios intereses personales tensando los márgenes del género.

Este oscuro futuro uruguayo imagina una realidad —que, como suele ocurrir con la mejor ciencia ficción, no se separa demasiado de nuestro presente o de las problemáticas de nuestro presente— con el agua potable o disponible completamente controlada. La Compañía del Agua es la entidad pública más poderosa del país, la que rige el destino de todos, la que dosifica a su gusto el agua en una ciudad ballardiana, de sequía, sed y autoritarismo. Las multinacionales extranjeras se disputan el uso de este bien —donde hasta la misma lluvia está controlada mediante una máquina que permite precipitaciones a placer—. mientras que la población, casi que dormida, no reacciona ni protesta sino que se limita a dejarse explotar, indiferente.

Nuestro protagonista es Javier Sepúlveda, un antiguo empleado de la misma compañía en cuestión, uno que ha abierto los ojos a la injusticia y quien planea actuar en consecuencia. El problema para Javier es que su misma realidad (una relación tensa con su exmujer y aun peor con su hijo de pocos años) deja mucho que desear —y por momentos su interpretación de la misma se torna surrealista, onírica, dispersa— y nunca tenemos muy claro si su rebelión contra el agobiante statu quo pasa en otra parte que no sea su propia imaginación.

Lasalt genera climas y situaciones levrerianas —con un onirismo similar, al menos— a medida que narra con su prosa intensa y clara las peripecias de Javier y su entorno. Sin ánimo de ponerse a contar secuencias de manera literal, La subversión de la lluvia tiene momentos inolvidables, como ser la larga caminata por el bosque de Javier en su primer movimiento contra la Compañía o la incómoda situación que se genera cuando va a ver a su hijo jugar al Baby Fútbol. Sea en lo distópico o en lo costumbrista, Lasalt tiene no pocos momentos para explotar y lo hace con talento. La guerra de Javier contra el sistema se torna en una batalla existencial pero una que al mismo tiempo combina repentinas apariciones de empresas poderosísimas y espías industriales, realismo fantástico que por momentos abraza feliz el realismo sucio en su prosa. Ficción distópica que se tamiza con drama familiar humano. Personajes patéticos, disparatados, pero reconocibles, queribles incluso, que se van difuminando rumbo a su propio final —abrupto, repentino, desconcertante— mientras pelean contra todo, incluso contra ellos mismos.

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