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De paseo con la muerte

Libros / 1 septiembre, 2018 / Rodolfo Santullo

El simple arte de caer es la nueva novela de Renzo Rossello y una vez más el autor nos propone sumergirnos en el bajo mundo montevideano y quedar cubiertos de mugre y sangre hasta las rodillas.

Un nuevo libro de Renzo Rossello es siempre una gran noticia para los amantes del género negro. El autor de Blues del raje, El combatiente y de esa obra mayor del noir vernáculo que es Trampa para ángeles de barro es de esos cultores del género que siempre saben proponer algo valioso, interesante y, sobre todo, poseedor de una impronta nacional que se desarrolla libro a libro.

Aquí, rescata a su personaje Obdulio Barreras —detective privado montevideano que ya protagonizara Blues del raje— en lo que podría llegar a ser uno de sus últimos trabajos. El detective de uruguayísimo nombre —“mi padre esperaba un heroico capitán y le salió apenas un golero retirado” dice en algún momento— es un expolicía que está en la mala, en el Montevideo de 2004. Todavía los efectos de la crisis se sienten fuerte y la labor de un detective privado no se encuentra entre los asuntos de primera necesidad, por lo que Barreras se ve obligado a aceptar un encargo que no aceptaría en condiciones normales: buscar a una muchacha a pedido de Franco Macchia, uno de los capos mafiosos del Cerro Norte.

Ya a priori —el relato está contado desde un presente bastante aciago— sabemos que —a la mejor usanza del género negro— las cosas no salieron bien. Barreras nos va reconstruyendo el caso y la situación que vivía Uruguay en ese 2004, un Uruguay que por primera vez en su historia se preparaba para un gobierno que no fuera de blancos ni de colorados, y esa realidad afectaba a todos los estratos de la población. En particular, a aquellos más cercanos al detective —la policía y los marginales— esperan y se preparan para acomodarse y seguir adelante con su poder y sus negocios. Justamente, Macchia es el mejor perfilado, no solo por lo despiadado de su accionar, sino por lo bien colocado que está ante algunos dirigentes de izquierda que le permitirían seguir trabajando.

Rossello tiene el talento sorprendente de volver elementos cliché de la novela negra —el detective, el mafioso, el policía corrupto— algo extremadamente funcional al relato que está contando y a las coordenadas locales de lo que está contando. Lo que en mano de otros —me consta con lecturas de contemporáneos del autor— termina sonando a parodia o ejecución torpe del género, con Rossello fluye con una naturalidad pasmosa. No cabe duda de que la profesión del autor —periodista de policiales de larga trayectoria— conspira a lograr semejante verosimilitud. Así como la época —ese Uruguay “de cambio”, cambio del que descreé Barreras y casi todos los demás personajes— pocas veces antes transitada como espacio histórico, todo en El simple arte de caer resulta por completo convincente.

Y la trama es todo lo negra y pesimista que se puede esperar para un gran ejemplo de noir (una teoría consistente con el género es que si no es pesimista, no es noir) mientras acompañamos a Obdulio Barreras en su descenso a los infiernos, en esa trama tan hammettiana —por momentos, y más allá del título que remite a Raymond Chandler y su ensayo El simple arte de matar, parecería que nos encontramos ante una variante más del inmortal Cosecha Roja, como lo supieron ser las películas Yojimbo, Por un puñado de dólares y Entre dos fuegos— donde pronto serán todos contra todos y todos (o casi) contra Barreras. Una trama donde no se salva nadie y todos —mafiosos, policías, políticos y agentes de inteligencia— serán tan venales como verosímiles.

El simple arte de caer es una imperdible linterna mágica que nos proyecta y transporta a un mundo parecido al nuestro, pero otro. Uno ligeramente distorsionado, pero reconocible. Como dice la propia contratapa del libro: “… el zoológico humano que desfila por este relato y que pinta esa otra Montevideo endurecida y oscura”.

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