Actores: Marcos Valls & Amparo Zunín

Teatro / 2 septiembre, 2018 / Por María Varela

Marcos Valls

-¿Cuándo descubriste tu vocación?

-Comencé a descubrirla cuando era niño, mi madre me hizo un disfraz de león que cubría completamente mi cara y a través de las aberturas de aquella máscara pude contemplar por primera vez el efecto de la representación en las personas. Ese mágico misterio anidó secretamente en mi pecho y nunca más me abandonó. Animé fiestas familiares y escolares desde entonces. En preescolares del Liceo Francés (y muchas veces más después) adoré salir disfrazado de lubolo (ya es una tradición familiar). En la Escuela Brasil hicimos títeres y bailes. En el Liceo Suárez y Zorrilla fundamos grupos de teatro. Luego ingresé en la EMAD (Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático), a la vez que en la Facultad de Arquitectura (mi otra vocación —arte siempre presente—). Es una larga historia, desde siempre mi vida es el teatro. Es un camino que voy descubriendo a medida que ando.

-¿Qué es lo más satisfactorio del teatro?

-Muchas, muchas cosas. Porque tiene algo que ver con lo que estoy trabajando ahora, puedo nombrarte una: la aceptación. Aunque no parezca, soy bastante tímido, y las máscaras, la representación me ayudan a transitar por el mundo. Actuar es el momento de estar vivo. El resto es rutina de correr para conseguir dinero para pagar cuentas y otras banalidades horrendamente mundanas que nos aquejan, alejándonos de nuestra naturaleza. Durante la representación, al generarse ese acuerdo tácito de ‘’suspensión momentánea de la realidad”, entre artistas y espectadores, de todos creer firmemente en la fantasía, es ahí que se genera la semilla del milagro divino. Es una cuestión de fe. Acepto, te acepto, me acepto. Y actuar es mi naturaleza.

-Trabajaste en una obra de Thomas Bernhard (Ritter, Dene, Voss) dirigida por Levón, junto a dos grandes actrices como Gloria Demasi y Estela Medina,  con unánime aceptación del público por su excelencia. Ahora estás nuevamente trabajando con Estela y será otro gran trabajo, ¿qué significó y significa para vos compartir el escenario con actrices de la talla de Estela y Gloria?

-Son los sueños increíbles que te proporciona la vida en el teatro. Cosa linda cuando, de repente, te toca ser un grano de arena más en esas extensas orillas al océano del teatro, que son Estela, Gloria o Levón, por ejemplo. Por suerte la vida es pródiga en segundas chances y me ofrece otra vez la oportunidad de compartir escenario con Estela, y trato de aprender y aprender y aprender. Qué puede ser más bonito, para un actor, que recibir una llamada un viernes a la noche y que te digan: “Valls, ¿sigue en pie la propuesta de ensayar mañana?”, y si encima la voz del otro lado de la línea es la voz de Estela Medina, es glorioso, al menos así lo siento yo. Mucho orgullo y alegría, un desafío enorme y muy satisfactorio.

-¿Cómo fue tu paso por la Comedia Nacional trabajando con un director como Eduardo Schinca y en obras de gran relevancia?

-Trabajé y trabajaré, espero, muchos años con la Comedia Nacional, con Eduardo Schinca y tantos otros directores que me convocaron, como Héctor Manuel Vidal, Villanueva Cosse, Aderbal Freire, Adriana Lagomarsino, Levón, Júver Salcedo, Jaime Yavitz, Coco Rivero, etc.

La Comedia Nacional es una escuela enorme, necesaria y te brinda además la oportunidad de dedicarte a tu arte, al teatro, y no vivir desesperado, constantemente corriendo, como decía antes, para pagar el alquiler o la comida, porque es bastante inusual, siendo actor, ser respetado y retribuido dignamente por tu trabajo. Los que tenemos nuestra vida dedicada enteramente al arte debemos luchar aún con viejos clichés, como que estamos para la joda y no nos buscamos un trabajo serio. El teatro está sostenido por tremendos laburantes, conozco a varios, muchas y muchos, y merecemos leyes que nos amparen, ya sea perteneciendo a instituciones o siendo profesionales libres.  El teatro debe ser apoyado siempre, como en todo el mundo, todo el tiempo, y no solo ser usado como gancho electoral o adorno publicitario. Eduardo Schinca fue mi gran maestro en la Emad, después tuve el honor y el gusto de trabajar y hacer teatro junto a él en múltiples ocasiones. Bajo su dirección actué en el Teatro Solís, en la Sala Verdi, en el desparecido Carlos Brussa, etc. En 1998, en Así que pasen cinco años, de Lorca, en coproducción de la Comedia Nacional con El Galpón, y dirigidos por él, fue la primera vez que actué en la sala principal de El Galpón, querido escenario donde he compuesto algunos de los personajes que más disfruté en mi carrera. Tener a Eduardo Schinca como maestro, así como trabajar con Estela, para mí significa ligarme a la cadena de trabajo emprendida por Margarita Xirgu en Uruguay, así como al trabajar con mi otra gran maestra, Adriana Lagomarsino, me ligo al trabajo de Pepe Estruch, su maestro. Y acá estoy yo, deseando poder compartir mi conocimiento, lo poco que aprendí, con las nuevas generaciones, y que ellos prosigan con ese enorme esfuerzo que viene de tiempos inmemoriales y que nos sobrevivirá.

-¿Tenés algún personaje que te gustaría interpretar?

¡Pah! ¡Qué buena pregunta! La mejor versión de mí mismo, tal vez… ja ja ja ja. ¿Hamlet? ¡Todos!

-Contanos algo sobre la obra que estás haciendo.

-Es un desafío enorme como actor, no solo por el papel y mi compañera. La Golondrina es una pieza impactante en su contenido y su forma. Desde la primera lectura quedé realmente impactado. Es un trabajo hermoso y exigente, significa la oportunidad de trabajar por tercera vez junto a Gerardo Begérez, un creador incansable, esta vez él como director. También trabajamos juntos este año en la pieza Eva Perón, de Copi, dirigida por Roberto Andrade, y hace 18 años o más, cuando di un taller en la Escuela Mario Gallup de El Galpón, y Gerardo empezaba la Escuela, ya es una relación mayor de edad, ja ja. La obra escrita por el catalán Guillem Clua, en 2017, trata sobre el amor y el dolor. Sobre el atentado a la disco Pulse en Orlando, en 2016. Sobre hijos y madres. Sobre la vida después de la muerte. Sobre aceptar y aceptarse. No puedo adelantar mucho sin spoilear, les aseguro que es una pieza muy, muy intensa. El vestuario es de Nelson Mancebo; la escenografía, de Gerardo Bugarín; luces, de Leo Hualde; peluquería, de Enrique; la producción de IMAM Producciones es fenomenal, en el Teatro del Notariado que está muy lindo, acogedor, y, además, vamos en un horario estupendo para el invierno: sábados a las 18 horas y domingos a las 17 horas. Es para mí otra preciosa oportunidad de compartir escenario con una de las más grandes actrices hispanohablantes, la gran Estela Medina… espero no desentonar mucho.


Amparo Zunín

-¿Fue por el teatro que te fuiste de tu ciudad natal para vivir en Montevideo?

-Bueno, sí y no. En realidad, venirse del interior después de terminar el liceo era algo que estaba socialmente naturalizado. Había que venir a estudiar algo a Montevideo. Hoy en día hay más opciones, como ir a Salto o Paysandú, en mi época era Montevideo la única opción. Me vine de Artigas con la idea de estudiar para Laboratorista Clínico —un curso que dependía de la Facultad de Medicina— y, por supuesto, para estudiar teatro. El hecho es que me anoté para hacer el curso y al mismo tiempo di la prueba para entrar a la EMAD (Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático); me preparó Ernesto Laiño, quien fuera mi profesor de teatro en Artigas. Yo no sabía bien a dónde estaba entrando, fue él quien me llevó. Yo lo único que sí sabía era que quería hacer teatro (podría no tener claras otras cosas pero esa sí, ja ja). Finalmente ingresé a la EMAD, que justo coincidía con el horario del curso de Laboratorio Clínico al que me había anotado y, claro, había que decidir con cuál quedarse, así que… ya ves, en definitiva, terminé viniendo a Montevideo por el teatro. Lo que sí tengo que decir es que mis padres siempre me apoyaron, es más, mi madre me incentivó a hacer las cosas de esta manera.

-¿Qué cambió el teatro en tu vida?

-Es una pregunta muy fuerte, que me hizo reflexionar, y te puedo decir que no sé si el teatro cambió mi vida, porque desde siempre, de alguna u otra manera, ha estado ahí. Pero te podría decir las cosas que me ha traído. Muchas más de las que habrían podido imaginar, y a veces en momentos tan oportunos, te diría casi mágicos.

– Fuiste alumna de Roberto “Berto” Fontana, ¿qué papel jugó Berto en tu formación artística?

-Yo fui alumna de Berto durante el período en que cursé la EMAD y, obviamente, ahí conocí su técnica. En mi grupo siempre hubo una tendencia a la investigación. Quizá por esta razón otro compañero, Fabián Sales —que actualmente vive en Costa Rica e imparte allí la metodología—, y yo nos interesamos en profundizar sobre lo que proponía Berto. Una técnica que te proporcionaba herramientas no solo a nivel vocal, sino que conducía a un conocimiento visceral de uno mismo, que ayudaba a investigar la relación entre lo físico y la expresión de las emociones, por lo que termina siendo muy útil para la palabra hablada y para la actuación propiamente dicha. Después, lo acompañé durante cuatro o cinco años —no me acuerdo bien— como asistente de los talleres que dictaba en diferentes lugares. Y así fui mirando la técnica desde otra perspectiva, tratando de entender cómo explicarla, cómo transmitirla para poder ayudar a otros, además de asumir el compromiso de no perder un material tan valioso. Berto era un ser humano muy generoso que me ha dado… no se imagina él, desde donde esté, cuánto. Porque él daba a pesar de él, él daba con el ejemplo, con el simple hecho de vivir la vida de la forma en que lo hacía, así que… ¡si tendrá que ver Berto en mi formación!

-Sos docente de la Escuela del Actor, de la Iam (Instituto de Actuación de Montevideo) y de los cursos del Teatro de la Candela, ¿aplicás allí la metodología de Berto?

 

-Sí, doy clases en estas escuelas aplicando la metodología de Berto, cosa que es de una gran responsabilidad, que confieso que muchas veces pensé en si iba a poder con semejante desafío. Pero yo asumí esto como un compromiso moral de devolver, a mi manera, algo de lo que Berto tan generosamente me transmitió.

-Integras el Equipo de Teatro en el Aula, ¿qué implica esto para vos?

-Teatro en el Aula… cómo explicar lo que implica para mí… Yo creo que un ángel puso este proyecto en mi camino. Esto y Berto son los dos regalos que a la vida y al teatro le tengo que agradecer. Cuando conocí el proyecto que propone Teatro en el Aula fue como un sueño hecho realidad. Un lugar donde se trabaja muy seriamente el teatro, pensando en los destinatarios que son adolescentes y donde además el teatro se transforma en una herramienta social. Visitar los 75 liceos de Montevideo, más Aulas Comunitarias, Centros Carcelarios, UTUs, ONGs, Centros Juveniles, entre otros, llevando obras de teatro, poder debatir después y enterarte qué les pasa, qué sienten y cómo piensan los gurises… no tiene precio. Además, poder trabajar con un grupo humano de gran calidad, que ha contribuido mucho a mi formación como persona, que me ha dado la posibilidad de expresarme, de aprender a manejar mis emociones, de crecer y ganar en seguridad. Es por estas cosas que, como dije antes, el teatro me ha dado mucho más de lo que podía imaginar.

-¿Estás en algún proyecto este año?

Sí, hacía bastante tiempo que no me subía al escenario, pero este año me tocó estar en dos proyectos muy interesantes y distintos. Uno de ellos, Arlequino, servidor de dos patrones, de Goldoni, dirigida y versionada por Lila García; un proyecto que ganó el Programa de Fortalecimiento de las Artes y con el cual recorrimos muchos barrios de Montevideo, llevando la obra a Centros Comunales, plazas, clubes de barrio, etc. Fue una experiencia buenísima desde los ensayos, el grupo que se formó, compartir con la gente en los barrios. Y además, estuvimos haciendo algunas funciones en la sala Atahualpa del Teatro El Galpón. El otro proyecto es una sustitución en la obra Pasionarias, de Dino Armas, dirigida por Miriam Campo en Teatro La Candela. La obra fue estrenada en 2017 y yo me sumé este año sustituyendo a Valeria Odini. Está basada sobre la vida de Julia Arévalo, la primera Senadora de Uruguay y Latinoamérica.

 

 

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