Cine

Otoño en Cinemateca

Cine / 3 mayo, 2019 /

Este mes de mayo en Cinemateca, además de importantes estrenos, contaremos con ciclos dedicados a dos grandes cineastas: Mike Leigh y Agnès Varda.

Hijo de un médico de gran prestigio, Mike Leigh se crio en el seno de una familia de inmigrantes judeorusos de segunda generación. Amante del teatro desde muy joven, enfocó sus estudios hacia las artes escénicas, primero en la Royal Academy of Dramatic Arts (de la que, más tarde, formó parte como miembro) y posteriormente en el London International Film School. Una vez concluidos sus estudios, Leigh se destacó inmediatamente como dramaturgo y director teatral, y en 1971 dirigió su primer largometraje, Bleak Moments. Su carrera cinematográfica, sin embargo, no terminó de explotar y hubo de refugiarse en la televisión hasta que, en 1988, High Hopes proyecta su figura a un nuevo nivel.

En 1993 obtiene, al fin, incondicional reconocimiento internacional con Naked, pero será Secretos y mentiras, tres años después, la película que lo consagre en el vértice del cine internacional gracias a la Palma de Oro en Cannes y a las múltiples candidaturas al Óscar de la película. Topsy-Turvy, Todo o nada, Vera Drake (por la que suma su segunda candidatura al Óscar como director) o La felicidad trae suerte han confirmado aún más su valía.

En esas películas y en otras, algunas de las cuales integran el presente ciclo, Leigh se ha mostrado como un exigente en sus temas, pero también como un dramaturgo riguroso, cuya formación teatral lo empuja a trabajar extensamente con sus actores y hacerles rendir al máximo. Es sin duda uno de los grandes del cine británico de hoy.

Por otra parte homenajeamos y recordamos a la recientemente fallecida Agnès Varda. Fue la pionera de la Nouvelle Vague y una de las autoras más importantes de todo el cine francés, uno de los talentos creativos más reconocibles del cine universal, y una mujer activa y luchadora que continuó haciendo casi hasta su final (Cinemateca estrenó hace no mucho su notable Visages Villages y está previsto para los próximos meses el estreno de su última obra Varda par Agnès, film en donde la mujer habla de la artista, Agnès cuenta a Varda en una suerte de despedida cinematográfica y vital). Falleció en París el pasado 29 de marzo, a los noventa años. Había nacido con el nombre de Arlette Varda, en Bruselas, el 30 de mayo de 1928, hija de padre griego y madre francesa, vivía y había trabajado mayoritariamente en París, donde obtuvo una primera fama como cortometrajista y saltó al largo a comienzos de los años sesenta, lo que la convierte en coetánea, pero no exactamente integrante, de la Nouvelle Vague, o por lo menos de su sector mayoritario surgido de la revista Cahiers du Cinéma (Godard, Chabrol, Truffaut, Rohmer, Kast, Doniol-Valcroze). Con su esposo Jacques Demy, Alain Resnais y alguno más, Varda perteneció más bien a lo que se denominaba en broma “el club de los admiradores de los gatos”, mantenían posiciones de izquierda, exhibían un mayor compromiso social y político, provenían en general del documental y no de la crítica, y eran defendidos por la revista Positif más que por Cahiers.

Esta muestra es lo suficientemente pequeña pero representativa para que nuestro público reclame más muy pronto. Va nuestro sentido homenaje a esta gran cineasta, luchadora incansable, feminista, necesaria.

Entre los estrenos del mes, que se están definiendo mientras escribimos estas líneas, contaremos con La flor, del argentino Mariano Llinás.

Se trata de una antología que contiene seis historias sin aparente conexión entre sí.

La primera historia es la típica maldición de una momia que se posesiona de una científica y los intentos desesperados de sus compañeras para anular dicha maldición.

La segunda es la de un dueto musical, claramente basado en Pimpinela, y lo que ocurre cuando el vocalista masculino se va con otra cantante para enojo de su socia abandonada. Aunque se trata de dos líneas independientes, hay un momento en que ambos relatos se tocan.

La tercera historia es la de un grupo de espías que deben secuestrar a un hombre, sin saber que su empleador ha enviado a otro grupo de asesinas para sacarlos del medio. Es la historia más larga de todas (seis horas), y aquella en la que la película comienza a priorizar el retrato de los personajes por sobre la trama, a la que solo se le concede la atención requerida. La cuarta trata del rodaje de una película cuyo director prefiere filmar los árboles que a sus actrices, ignorando que le guardan un secreto, y un investigador que asoma en la trama cuando el cineasta desaparece.

A partir de ahí la película abandona cualquier intención de clasicismo e irrumpe en lo experimental. La quinta es una recreación sui generis de Une partie de campagne, aquella pequeña obra maestra impresionista de Jean Renoir inspirada en Maupassant. La última cuenta la historia de unas cautivas del siglo XIX que huyen de sus captores.

Lo clásico, lo experimental, fragmentos totalmente mudos, actrices que reaparecen una y otra vez en papeles diferentes.

Es inevitable que una película que dura catorce horas (y que se ha exhibido habitualmente en tres partes) tenga diversos niveles, pero el proyecto posee tales dimensiones, y encierra fragmentos de tal imaginación y creatividad que no puede engendrar menos que respeto, con frecuencia la admiración y el deslumbramiento.

Toda la programación de Cinemateca pueden consultarla en www.cinemateca.org.uy

Los esperamos

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