Cinemateca Uruguaya

Nuevo año, nueva casa

Cine / 27 diciembre, 2018 /

Como comentamos en la columna del mes pasado, a diferencia de lo que sucedía hasta ahora, la programación de Cinemateca será dinámica. Esto tendrá muchas cosas buenas y alguna molestia. La buena es que nos permitirá acompasar nuestras exhibiciones a las del resto del circuito y podremos así pasar en nuestras salas aquellos estrenos que creemos interesarán y que quizás al momento de cierre de la programación mensual no estaban confirmados. De este modo cada semana se decidirá el estreno de la siguiente y si las películas que vienen exhibiéndose siguen en cartel o bajan, si conservan la cantidad de vueltas o las modifican. Esto significa que, para conocer la programación exacta de los estrenos con del día y con sus horarios, se deberá recurrir a las variadas maneras que existirán para enterarse (envío de programación por mail, consultar la página web o el facebook de Cinemateca, llamar por teléfono a la sala o consultar las carteleras de los medios de comunicación en papel o digitales).

Para este mes de enero de 2019 contamos con los siguientes estreno:

Adiós a Europa, de Maria Schrader. Biopic sobre el intelectual austríaco Stefan Zweig. Fino psicólogo, buen novelista (quizás lo que más se recuerde de él sea Carta de una desconocida, porque fue notablemente llevada al cine por Max Ophüls), inteligente biógrafo de gente famosa (desde María Antonieta a María Estuardo), autor de una autobiografía magistral (El mundo de ayer), Zweig no merece el olvido.
Esta película no intenta ser una biografía exhaustiva de Zweig, sino que elige cinco o seis episodios de su vida, desde 1936 hasta su suicidio en Brasil, en 1942. Tampoco es una hagiografía: el retrato que propone de él la directora y colibretista Maria Schrader es el de un hombre más bien tímido, un erudito que disfrutaba de los lujos y los libros y que ante la amenaza de un totalitarismo en avance enfrentó un dilema (la resistencia o la muerte) y eligió la segunda.
Schrader acompaña a Zweig en su exilio utilizando un tono documental mediante el cual obtiene un grado de naturalidad y realismo en ambientes y personajes impresionantes, lo que introduce al espectador en una suerte de observación invisible de su cotidianidad. Hay una deliberada contención dramática en la puesta en escena, evitando los golpes bajos y los efectos fáciles. En la formidable composición protagónica de Josef Hader radica uno de sus mejores logros. Premio del público en los galardones del Cine Europeo, Mejor dirección (Schrader) en el festival de Bavaria; Mejor actor y Mejor fotografía, según la Asociación de Críticos Alemanes.

Cold War, de Pawel Pawlikoswki, quien saltó a la fama internacional gracias a su película Ida, que llegó a obtener un Óscar a Mejor película en habla no inglesa. Ese antecedente colocaba el listón muy alto, y el cineasta se ha empeñado en alcanzarlo de nuevo con esta película que conserva algunos de los rasgos estilísticos de ese antecedente, empezando por una exquisita fotografía en blanco y negro que hace añorar los tiempos en que el cine era cine.
Lo que cuenta es una historia de amor entre dos personajes, inspirada en parte en experiencias reales de los padres del director, marcada por el contexto político y social de la Guerra Fría, que evoluciona a través de varios saltos temporales en los que la vida de los protagonistas va evolucionando hasta un final que puede generar discusiones; la pareja no logra canalizar su amor hacia una condición estable debido a sus conflictos íntimos: diferentes visiones del mundo, los celos y, en general, planteamientos vitales diferentes que no consiguen conciliar quedando a merced de las circunstancias externas. Como en Ida, el asunto contiene un velado (o no tan velado) cuestionamiento de la vida polaca en los tiempos del “socialismo real” (un montón de jóvenes son reclutados en una mansión para que aprendan danza y canto para ser exhibidos en las veladas teatrales de los funcionarios del partido comunista y así contribuir a la propaganda). La música acompaña la historia de manera extraordinaria, como si fuera un tercer personaje entre los protagonistas. Premio en Cannes a Mejor director; Mejor película extranjera para los críticos de Nueva York y el norteamericano National Film of Review.

Rojo, de Benjamín Naishdat. La acción arranca en septiembre de 1975, en una Argentina de democracia tambaleante donde la Triple A de López Rega contaba con complicidades a nivel muy alto, por lo menos dos movimientos guerrilleros secuestraban y asesinaban gente, los militares exageraban la importancia de estos últimos para tener un protagonismo injustificado y cualquiera que tuviera dos dedos de frente veía que se venía un golpe de Estado, habitual procedimiento argentino de la época para cambiar de gobierno. El protagonista de la película, “el doctor” Claudio Morán (Darío Grandinetti) es un abogado respetado dentro de la comunidad pueblerina, casado con una mujer distinguida (Andrea Frigerio) y padre de una adolescente, Paula (Laura Grandinetti, su hija también en la vida real), que está en plena iniciación sexual con su novio Santi (Rafael Federman). A partir de ese cuarteto de personajes principales se construye una historia en la que habrá intrigas de poder, venganzas por ofensas antiguas y también una cuota de acción a cargo de los organismos represivos del Estado.
Podría ser un thriller político (y en parte lo es), pero habría que inventar una etiqueta más específica para esta película de Benjamín Naishtat, quien había hecho entre otras cosas la interesante El movimiento, sobre fascismos del pasado que conectaban con realidades más cercanas. Alguien inventó el término “film noir bizarro de culto”. Hay una cuota de disparate, sarcasmo, absurdo y grotesco en el asunto, que se entrelaza con una intriga policial pero también con alguna pregunta más seria: ¿cuáles son las condiciones que han permitido la emergencia y consolidación de la barbarie?

Suspira, de Luca Guadagnino. Remake de la película de culto con la que Dario Argento aterrorizó al público hace 40 años. A Guadagnino no le hace falta diálogo alguno para lograr que al espectador le acelere el corazón conforme va avanzando lo que sucede en ese estudio de ballet de Berlín en el que ocurren una serie de situaciones siniestras bajo la atenta mirada de los personajes interpretados por Dakota Johnson y Tilda Swinton.
Suspiria
nos habla de “una oscuridad que se cierne en torno a una compañía de baile de reconocimiento mundial, donde su directora artística (Swinton), una joven americana que se ha unido al grupo (Johnson), y una psicoterapeuta con problemas (Ebersdorf) se verán envueltas en una pesadilla sangrienta entre suspiros”, según la sinopsis de la película.

De Suspiria fascina su sobresaliente coreografía del horror estilizado. Y como feminista lucha por un matriarcado de sabbat donde Tilda Swinton defiende su trono frente a Dakota Fanning, un tour de force generacional con reparto que incluye a divas de pasado glorioso como Ingrid Caven, Angela Winkler, Renée Soutendij o Jessica Harper, fantasma del paraíso recuperado del filme matriz de Argento. Guadagnino traslada la acción a la Alemania del Berlín del Muro y el momento cumbre de otro Sabbat, el de la banda Baader-Meinhoff, en los días del secuestro de un avión en Mogadiscio y de la aparición de los jefes del grupo terrorista —cuya libertad exigían los raptores del avión— ahorcados en sus celdas de Stammheim.

Madame Hyde, de Serge Bozon. La Sra. Géquil es una maestra tímida despreciada tanto por sus compañeros de trabajo como por sus alumnos. Una noche de tormenta, un rayo la alcanza y pierde el conocimiento; cuando recobra el sentido, Madame Géquil se siente completamente cambiada… y la aparición de la peligrosa Madame Hyde pronto afecta a sus métodos de enseñanza. Isabelle Huppert obtuvo el premio a Mejor actriz en Locarno por este papel de profesora excéntrica que se encuentra al borde de una crisis nerviosa debido a sus problemas de autoridad. En torno a su particular reinterpretación del doble personaje del clásico de Stevenson El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, se articula una comedia delirante e ingeniosa. Se nota que la carismática Huppert, centro indiscutible de la película, saborea la oportunidad de interpretar a un personaje introvertido y solitario que conduce al espectador a una catarsis cómica mediante sus vagos intentos de sobrevivir al hilarante cúmulo de catastróficas y luminiscentes desdichas que le toca vivir. Pero Madame Hyde también funciona como despiadada crítica del sistema escolar francés. Y es que la Francia de la libertad, igualdad y fraternidad también oculta la Francia de la marginación, la desigualdad y la falta de oportunidades. La búsqueda de la fórmula para alimentar las ansias de conocimiento en un núcleo suburbano y multicultural donde el hormigón aplasta incluso la esperanza, semeja una batalla perdida… o tal vez no.

¡Buen comienzo de año y los esperamos en las salas!

Consulte toda nuestra programación en www.cinemateca.org.uy

Cinemateca Uruguaya – Desde el 6 de diciembre en Bartolomé Mitre 1236, entre Reconquista y Camacuá.

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