Leonel Schmidt: “Estos personajes desconocen que sus pasos, hasta los patéticos, son elementos de risa. Reírse del drama algunas veces permite conectar más con la historia”

Entrevistas / 1 noviembre, 2023 / Luis Vidal Giorgi

El Teatro Circular, en una de sus salas, estrenó una obra del dramaturgo croata Ivor Martinic, que ha tenido varias representaciones de sus obras contemporáneas con buen suceso en el Río de la Plata, entre ellas se destaca la tragicómica Mi hijo solo camina un poco más lento. Ahora este joven autor es puesto en escena por un joven director, Leonel Schmidt, con quien conversamos sobre esta propuesta.

 

-A modo de presentación, has dirigido una versión de Romeo y Julieta, y, dentro del teatro contemporáneo, una obra de impacto emocional, la cual fue representada en varias capitales teatrales: El curioso incidente del perro a medianoche, del autor inglés Mark Haddon. ¿Cómo ha sido tu formación teatral y cuáles son tus intereses al dirigir?

-Esta es mi quinta dirección, y, si bien me siento muy conforme e identifico una madurez respecto de mi primera dirección en 2018, me deja muchas cosas para repensar el quehacer de la dirección. Mi formación es multidisciplinaria, estudié Comunicación social, Danza, Cine, Actuación, Música. Diego Artucio fue mi gran maestro, quien me dio a entender que el teatro es un camino que se hace desde la raíz o no se hace. Pero donde más aprendí fue en tres lugares: las salas de teatro (viendo y haciendo); en las páginas de cientos de libros de ensayos, narrativa y mucha dramaturgia (fue Laura Pouso, otra gran guía, quien me hizo ávido lector de teatro, algo que hasta el día de hoy le sigo agradeciendo); y por último, viendo cine, mucho cine. Dirigir me hace sentir parte de un camino colectivo como es el teatro, me permite, de alguna forma, hacerme entender en pensamiento y sentimiento, no hay actividad en la que me sienta más vivo que al hacer teatro. Jamás siento tanta seguridad —con la inseguridad que esto conlleva— y autoestima como cuando estoy haciendo teatro. Una vez hablando con Pepe Vázquez, para un proyecto que nunca se concretó, él me dijo una frase que me quedó marcada a fuego: “Esta es mi única adicción, el teatro”. Espero llegar a su edad y decir eso. Te podrán decir quienes me conocen que cada año pongo sobre la mesa entre cuatro y cinco textos para elegir. El espectáculo en que me embarco lo hago con total convicción de su belleza y de que es algo que vamos a entregar enteramente al público.

-De este autor croata Ivor Martinic hemos conocido en el Río de la Plata principalmente el suceso de su obra Mi hijo solo camina un poco más lento. La presente obra también muestra una situación familiar conflictiva, entre otros aspectos. ¿Cuáles son las características de este autor y, particularmente, de la obra que estrenaste en el Circular: Todo bien mientras muramos por orden de ascendencia?

-Definir a Ivor es complejo e injusto. Voy a recurrir al tradicional “para mí”. Él es un autor con una capacidad de lectura de las formas humanas muy fuerte, te hace una obra con parlamentos escritos con una liviandad tan naturalista, hasta hiperrealista en muchos momentos, pero con una profundidad propia de Chéjov, no por el estilo sino por la forma en que se desnudan los personajes. Martinic es un gran autor del costumbrismo de su sociedad. Hace poco terminé de leer su obra Ante: sin sentir el peso parlamento a parlamento, vas pasando por la crudeza de llevar esas vidas, esos conflictos, que, de alguna forma, son herencia la Guerra de los Balcanes, en la vida de un niño y en quienes conviven con él. Ivor escribe como quien vive, cuando empezás el trabajo con el elenco, esas palabras empiezan a tomar un cuerpo que pocas veces he visto en otros autores. Es teatro de texto sin caer en lo pretencioso.

-Para nuestros espectadores, ¿cuáles serían los elementos que la hacen atractiva a la obra? ¿Quizás que todas las familias se reconocen en sus tensiones y afectos, en el tono tragicómico?

-Sí. Sumando a esto que muy bien definís, creo que hay una variedad de personalidades en los personajes que se dan cita en ese restaurante que nos plantea la historia, que no hay “lo previsible”, la obra atrapa en una sucesión de acontecimientos simples, casi que imperceptibles para estos personajes, pero de una claridad poderosa para quien los ve. Estos personajes desconocen que sus pasos, hasta los patéticos, son elementos de risa. Reírse del drama algunas veces permite conectar más con la historia.

-La cercanía de la sala del Teatro Circular colabora en que haya empatía con lo que sucede. ¿Cómo has vivenciado esta experiencia y la reacción del público en estas funciones que ya lleva la obra?

-La cercanía de la sala 2 es brutal, y a mí se me metió en la cabeza querer redoblar la apuesta y definí que la puesta iba a ser bifrontal. A mí, la bifrontalidad me parece un elemento clave en esta obra. Es algo complejo, lo sé, tanto para el elenco como para el diseño y para la dirección. ¡Pero qué aventura linda cuando vas develando sus secretos! Al público le sorprende esta disposición de la sala, pero de alguna forma los hace entrar más y más en la historia. Es un desafío también para el espectador, aceptar que tener de espaldas, por unos segundos, al personaje que habla no es perderse lo que pasa, es encontrar en las reacciones de los otros personajes lo que no están viendo. Para eso necesitás un elenco sólido que sepa que cada cosa que pasa le pasa a su personaje, así esté a cuatro metros y no tenga que decir nada hasta dentro de seis minutos; es el caso de este elenco. El público, como siempre, se conecta desde diferentes lugares, hemos tenido funciones a pura carcajada y otras en absoluto silencio y hasta lágrimas.

-¿Algo más que quieras agregar?

-Quiero destacar que, en medio de un momento de espectacularización del teatro, poder narrar historias mínimas, como la de esta obra, que salen a encontrarse con cada espectador, es un valor que me emociona defender. Dijo alguna vez Lorca: “Un teatro sensible y bien orientado en todas sus ramas, desde la tragedia al vodevil, puede cambiar en pocos años la sensibilidad del pueblo; y un teatro destrozado, donde las pezuñas sustituyen a las alas, puede achabacanar y adormecer a una nación entera”.

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