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La tercera casa

Libros / 26 marzo, 2018 / Rodolfo Santullo

En un nuevo rescate de la excelente editorial La Bestia Equilátera descubrimos Los Elementales, recomendada obra del novelista estadounidense Michael McDowell, guionista de Beetlejuice y The Nightmare before Christmas.

El destino de las familias Savage y McCray parece inseparable desde hace varios años ya. Por tanto, es natural que luego del sepelio de la matrona de la familia Savage-Marian, una vieja malvada y cruel, se retiren a hacer el duelo a la costa de Alabama, donde cada familia cuenta con una casa antigua, victoriana, de veraneo. Hay, además, una tercera casa. Abandonada desde hace años, las dunas de la playa la han invadido hasta mediarla de arena. Esto no impide —quizá lo favorece— de que «algo» viva allí. Algo que ha vigilado desde siempre a los Savage y a los McCray.

Michael McDowell falleció muy pronto —escasos 49 años— pero es considerado (sobre todo a partir de su redescubrimiento reciente realizado por, entre otros, Stephen King) uno de los maestros del gótico sureño (comparado por la crítica con Flannery O’Connor, Carson McCullers y Tennessee Williams), y esta novela es su primera traducción al español. El propio McDowell consideraba a Los Elementales su obra maestra, y la lectura dinámica y adictiva que propone el texto hace entender fácilmente el porqué.

Presentada como una novela de horror —con paralelismo o influencias de autores clásicos como Howard Phillips Lovecraft o Robert Chambers—, Los Elementales transita más por una suerte de drama familiar torcido, uno que miramos, nosotros los lectores, a través de una lente que distorsiona situaciones cotidianas y las pasa por el tamiz de lo extraño. Esto es así ya desde el mismo comienzo de la novela —el funeral de Marian Savage—, cuando asistimos a un extraño rito de la familia que se explicará, varias páginas después, con una escabrosa anécdota. McDowell construye así su novela, a partir de secretos familiares, toscas tradiciones sureñas y la existencia de un mal inexplicable esperando solo para causar daño.

En esencia una novela coral, seguimos sin embargo a una casi protagonista en la figura de India McCray —la adolescente, miembro más joven de la familia y quien visita por vez primera Alabama—, cuyos ojos frescos serán nuestra guía en el descubrimiento —el suyo que es el nuestro— de las curiosas tradiciones familiares. India tendrá una suerte de Virgilio en Odessa, la criada negra de la familia, quien será la única capaz de dimensionar el horror atroz que acecha desde la tercera casa hundida en la arena.

Escrita y publicada originalmente en 1981, Los Elementales sirve también como fresco familiar de un momento político e histórico, así como geográfico: primero que nada, esto es el Sur. Y como tal —para asombro constante de India— es que se solucionan las cosas, se hablan —o no— las cosas. McDowell va construyendo el horror de a poco, con cuidado y con mucho cariño para con sus personajes —alejados por completo de los clásicos monigotes del género, cuyo destino no podría importarnos menos—, haciendo de ellos entidades por completo tridimensionales y, en algunos casos, hasta queribles.

Y para mantenernos dentro de las coordenadas de género, el final. Siempre el final es pieza clave en el horror. Pero ya decía —creo— Sir Arthur Conan Doyle aquello de que «es más simple construir un misterio que la solución del mismo» (cita elaborada de memoria, disculpen la imprecisión), y McDowell no logra escapar a este axioma. Su final es algo atropellado, con el destino de algunos personajes cantado y, por cierto, no a la altura de la maravillosa novela hasta entonces construida. Lo que no quita —sin duda que no— que Los Elementales es todo un hallazgo, una estupenda novela de horror gótico sureño y, ojalá, la primera de muchas que La Bestia Equilátera traduzca a nuestro idioma.

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