Horacio Camandulle

Actores / 30 enero, 2020 /

-¿Cómo fue tu inicio en el teatro?

-A mediados de los 90 comencé un taller en el CCZ 10, lo guiaba May Puchet, esa posibilidad se da gracias a un convenio entre SUA y FUTI; paralelamente me anoté a la escuela de Mary Da Cunha, ya lo quería hacer desde mi adolescencia, cuando en una salida didáctica con la profesora de literatura fuimos al Teatro de la Candela, el de 21 de setiembre, y vimos La Isla Desierta; me atrapó la magia del teatro, entrar en el crepúsculo, salir de noche, una conexión mágica. En esos años trabajé con Leo Maslíah y con Enrique Vidal. Hice un año en La Escuela de Acción Teatral Alambique, y cuatro años en el Taller Integral de Arte Escénico, en la órbita del MEC, un proyecto que duró esos cuatro años, y que nos dio la posibilidad de formarnos con los referentes del teatro nacional. Luego me integré al elenco de Teatro Para Todos, con Washington Sassi; paralelamente hacíamos presentaciones en Teatro Joven, hoy Movida Joven. Ya entrado los 2000, trabajé con Alberto Sejas, Marcel Sawchick, Enrique Permuy.

-¿Qué te dio más satisfacciones: el teatro, el cine o la televisión?

-Son universos distintos y, por ende, las satisfacciones son distintas también, el teatro te regala la posibilidad de trabajar en un proceso de elaboración que se va dando poco a poco, nunca termina ese camino de perfección, incluso con la obra estrenada, siempre se puede hacer mejor, lo que implica un desafío constante. La satisfacción es distinta en cada ocasión y es efímera. En el cine juegan un conjunto de elementos técnicos que acompañan el proceso, el resultado a veces es sorprendente y es para siempre. La satisfacción es verte inmortalizado en aquel instante. En la televisión manda el tiempo, implican otros agentes externos al hecho artístico. La satisfacción es la masividad, nunca se es consciente de la cantidad de personas a la que se llega.

-¿Cómo es el público uruguayo?, ¿hay diferentes públicos para el teatro, el cine y la televisión?

-El de la televisión es más masivo, la gente me reconoce en la calle, en ámbitos donde desarrollo otras actividades, quieren saber cómo es ese mundo, están fascinados de verme y que a la vez esté en la vida cotidiana. El cine tiene más proyección internacional, el/la espectador/a me reconoce y me cuenta que fibra le moví. El teatro es más íntimo, familiar, se da una conexión hermosa con el público en vivo y en directo, se abre un caudal de emociones, me vieron llorar, me vieron reír, agitarme, comer, ahí en un mismo espacio compartido, el lugar de la celebración del teatro, por lo tanto, ya somos más que conocidos.

-Además de actor, sos maestro; leí en un reportaje que te hicieron que en las clases incorporás las herramientas que te dio el teatro. Contanos como es un día de clase con tus alumnos.

-Creo profundamente en que el área del conocimiento artístico es el eje transversal de las otras áreas y disciplinas. El teatro me dio herramientas de manejo del espacio que hacen que sea imposible no pensar cómo voy a disponer el grupo: según la propuesta de trabajo que quiera desarrollar, cómo están ubicados. Hago una lectura de lo fenomenológico del grupo. Cuando leo un cuento, es una necesidad crear un clima, crear un suspenso, incorporar un instrumento, bajar la luz, susurrar, cambiar la voz. Hace seis años que participo de una muestra de teatro que se da dentro de la inspección este, en octubre nos encontramos más de veinte escuelas en la sala La Experimental de Malvín, la presencia allí implica un mes de trabajo, es una oportunidad para trabajar desde todas las disciplinas; por ejemplo, en lo espacial, el área de conocimiento matemático adquiere otra dimensión, desde lo micro a lo marco espacial; cómo me muevo en un círculo, cómo transito una diagonal, cómo habito un paralelogramo, qué pasa con los distintos niveles de traslados, luego llevarlo al plano, para crear el storyboard, es un proceso riquísimo. Pero además están los diálogos, la poesía, la música, la creación textual, ahí involucro a disciplinas como la historia, la geografía y las ciencias naturales, que siempre nos llenan de misterio y de cierta magia. Los distintos formatos de texto, los portadores, es decir, el programa, el afiche, el volante, todo eso hay que enseñarlo, y el proceso se da transitando todos los niveles emocionales, desde el cansancio a la satisfacción plena del estreno, y las funciones para los adultos referentes, los compañeros de la institución o de las otras escuelas.  Cuando el proceso se vive intensamente es imposible que el resultado no sea el mejor.

-Una de las tantas películas que hiciste fue Gigante, bajo la dirección de Adrián Biniez, que en el Festival de Berlín recibió el Oso de Plata y el premio Alfred Bauer a la Mejor ópera prima. Vos participaste en ese festival, ¿cómo fue la experiencia allí?

-Sí, fue mi primer protagónico, este mes se cumplen once años. Era mi primera vez en Europa, y Berlín se “viste” para el festival, es un festival clase A, muy prestigioso y me iba enterando a medida que lo vivía, por lo tanto eran sorpresas minuto a minuto, desde ver el afiche de la película por las avenidas en carteles luminosos, fiestas de recepción, entrevistas, conferencias, caza-autógrafos, sesiones de photocall, alfombra roja, el caluroso saludo de los cinéfilos, que me hacían llegar postales al hotel, regalos, recepciones en la embajada, tenía una sonrisa dibujada constantemente y sin que me diera cuenta me brotaban las lágrimas de la emoción, estaba muy contento, alegre, toda la gente me parecía genial y divertida. Había que aguantarme mi estado… era de euforia total.

-¿En qué proyectos estás ahora?

-Vivimos funciones hermosas en el Festival Montevideo de las Artes con La función por hacer, dirigida por Alberto Zimberg, ganamos el Florencio a Mejor elenco 2019, lo que nos impulsa a un reestreno. Se está confirmando un ciclo en la Zavala Muniz para marzo, y volvemos al Teatro Circular a finales de abril y mayo. Vamos a participar del festival de Rocemi 2020, en la ciudad de Posadas, Paraguay, con El polvo en el vendaval, una hermosa pieza en la que me encuentro en escena con Pablo Isasmendi, con quien llevamos 15 años juntos formando Los fabulosos hermanos Masilotti, dirigidos por Marcel Sawchik.  En las vacaciones de julio reestrenamos el Gigante Egoísta, dirigidos por Mariana Baquet; una maravillosa experiencia en la que comparto el escenario con dos niñas y un adolescente, que me han enseñado, desde la ternura, la actitud y el humor, cómo ser y estar en el mundo del teatro.  Se estrena Planta Permanente de Ezequiel Raduzky, una película argentina en la que participo junto Verónica Perrota. Está el desafío de acompañar a Pablo Isasmendi en la dirección de una pieza de Carlos Diviesti, y hace muy poquito leímos una obra con Susana Maisonnave que soñamos estrenar.

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