Hermandad teatral México – Uruguay

Teatro / 1 diciembre, 2023 /

 

 La obra El padre, del dramaturgo francés Florian Zeller, es dirigida por Angélica Rogel.

Estrenan en México la obra del dramaturgo francés Florian Zeller

En El padre, Luis de Tavira sumerge al espectador en el drama del Alzheimer

 

Con la actuación de Luis de Tavira, la reciente puesta en escena El padre, del dramaturgo francés Florian Zeller, sumerge al espectador mexicano en el drama del Alzheimer visto desde los ojos de quien padece la enfermedad y las implicaciones para quienes le rodean.

La obra, dirigida por Angélica Rogel, es considerada por el autor una farsa trágica, mediante la que aborda la pérdida de la realidad debido a la vejez. En la historia, Andrés (De Tavira) tiene síntomas de demencia senil y su hija, Ana (Fernanda Castillo), trata de ayudarlo con amor, pero ante el rechazo de su padre, que va perdiendo todo, debe tomar una decisión que implica, incluso, qué hacer con su propia vida.

Luis de Tavira (Ciudad de México, 1948), un exseminarista en su juventud, cuyos primeros montajes artísticos fueron de teatro religioso y litúrgico, y se inclinó después por las obras de Bertolt Brecht, comentó que El padre plantea la “empatía” como “una asignatura mayor de la vida” y ofrece “una experiencia humanizadora en estos tiempos terribles de despersonalización e inhumanidad”. Dice que “hemos perdido la ocasión de contemplarnos humanamente” y esa es la tarea del teatro.

La puesta en escena de Zeller —que se estrenó en 2012 y que en 2021 él mismo adaptó y dirigió en cine con las actuaciones de Anthony Hopkins y Olivia Colman— es la historia de Andrés, quien un día se encuentra a su hija y le dice que acaba de correr a una cuidadora, pero ignora por qué le asistía en su casa y por qué Ana está empeñada en que tenga una si él puede hacerse cargo de sí mismo.

Sobre el Alzheimer, De Tavira, poeta, dramaturgo, director de escena, pedagogo y ensayista, dijo que a la ciencia corresponde conocer, descubrir y entender la condición de ese trastorno cerebral tan difícil de elucidar, en tanto “al arte toca amarlo y abrazarlo”.

Declaró que había visto la película El padre antes de conocer el texto, y que la historia le conmovió hondamente, porque se estaba saliendo de la pandemia del virus corona, “en la que experimentamos una gran vulnerabilidad”. Agregó que la versión cinematográfica lo conmovió por “la fuerza, hondura y manera de traernos a la conciencia esa condición de vulnerabilidad humana”. Y dijo que le asombró que lo invitaran al proyecto, ya que nunca se le habría ocurrido verse enfrentar ese personaje tan complejo.

A su vez, la actriz Fernanda Castillo subrayó el aprendizaje que le significó compartir el escenario con De Tavira, y que su personaje vive un conflicto terrible entre mantener empatía con su padre y vivir su vida personal. Consideró que El padre es una historia de amor que retrata la condición de Andrés, pero también “nos hace tener conciencia de la enfermedad, que no solo atañe a quien la padece, sino también a la familia, a las personas que están a su alrededor y que sienten impotencia”.

Según Castillo, Florian Zeller abordó el tema desde un lugar increíble, “porque podemos verlo a través de los ojos de quien vive la enfermedad”. De su personaje dijo que todo el tiempo se cuestiona si podría sentirse bien estando lejos de su padre, pero al mismo tiempo comprende que este ya no es la misma persona. En ese proceso, “Ana descubre que necesita cuidarse a sí misma, ya que su padre no lo es más”.

La directora del montaje, Angélica Rogel, señaló que El padre es una farsa trágica, porque se vive a partir del punto de vista del personaje Andrés, para quien lo que pasa no puede ser real. Dijo que “él lo vive como si todo a su alrededor estuviera fuera de control. Vemos la transición cuando descubren que padece Alzheimer a cómo evoluciona la enfermedad, pero también está contado todo desde donde el autor jugó, como si fuera un thriller sicológico”.

México – Uruguay

 

La documentalista Fabiana Medina narra la historia de su primera cinta.

 

Alejandra o la inocencia de Vlady

A mediados de 2015 fui invitada, junto a un grupo de estudiantes de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), a una visita guiada que daría el historiador Claudio Albertani, docente de esa universidad, a los murales de la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada. Dichos murales, con el sugestivo nombre de Las revoluciones y los elementos, sintetizan en 2.000 metros cuadrados la magnífica obra del pintor ruso mexicano Vladimir Rusakov, Vlady.

Me impactó entonces la arquitectura de esa antigua capilla enclavada en el Centro Histórico de la ciudad de México, convertida en biblioteca; la mágica luz que proveía al espacio una misteriosa sacralidad y, sobre todo, la apabullante obra de Vlady que plasmó las principales revoluciones de la humanidad a través de una épica pictórica que surge de la experiencia que el pintor vivió acompañando a su padre, el escritor disidente Víctor Serge, quien participó en la revolución bolchevique y más tarde fue perseguido por el estalinismo.

Hacia el final de la visita, Albertani, experto en la materia, se refirió a un cuadro al óleo de enormes proporciones que se ubicaba en una esquina oscura de la Biblioteca, denominado La inocencia terrorista, que retrataba a una mujer desnuda cuyo rostro embozado impedía determinar su identidad, pero que, con los brazos tendidos hacia atrás, sostenía entre sus manos una pistola. El personaje, mencionó Albertani, era una joven guerrillera mexicana, Teresa Hernández Antonio (alias Alejandra), integrante de la Liga Comunista 23 de Septiembre, ejecutada en 1975, y a la cual Vlady rendía homenaje a través de ese cuadro.

La historia me impresionó sobremanera. En ese momento, el atrio sumido en la penumbra, que parecía iluminado únicamente por el propio cuadro, se me figuró poblado de voces fantasmales que susurraban historias que pedían ser escuchadas. Semanas después, ante mi insistencia, Albertani (a la postre productor ejecutivo del documental y responsable de la investigación histórica) accedió a la posibilidad de pensar en la realización de un filme sobre el cuadro, pero afirmó que no tendríamos muchos testimonios, puesto que, hasta donde él sabía, la familia de Teresa se negaba a hablar del tema.

Sin embargo, de manera casual, pocos meses después coincidimos en una reunión con Jaime Laguna, exintegrante de la Liga Comunista 23 de Septiembre, y pudimos ir encontrando el camino. En otra reunión con Laguna y el exguerrillero Álvaro Cartagena, El Guaymas, me dijo que estaba por venir a México doña Gloria Sarmiento, suegra de Teresa y madre de David Jiménez Sarmiento, quien fuera el principal líder de la célula que actuaba en la Ciudad de México, la llamada Brigada Roja. Y ahí comenzó todo.

El documental Alejandra o la inocencia de Vlady (UACM, México, 2017, 66 min.) tiene dos protagonistas. Una, es la propia Alejandra, esa joven mujer de la cual se intentaba saber quién y cómo era; cómo se vinculó a la organización guerrillera más grande de México; cuáles sus motivaciones y el desenlace de su historia. La otra es Gloria Sarmiento, esa madre cuya peculiaridad es que no solo se dedicó, pasada la guerra sucia, a la búsqueda de la verdad tras el asesinato de casi toda su familia, sino que, en medio de los convulsionados años setenta, se incorporó ella misma a la clandestinidad como una integrante más de la Liga.

Cuando me encontraba en el proceso de la investigación y la escritura del guion, comenté el proyecto con un amigo cineasta y me dijo, ante la enormidad de temas planteados, que no podía contar todo. Y me sugirió concentrarme en el cuadro, la relación de Alejandra con el pintor Vlady y la etapa de la guerra sucia en México.

 

El elemento común: la historia ocultada

 

De las muchas historias que me interesaban, lo común entre ellas era que, de una u otra manera, habían sido ocultadas deliberadamente. Para empezar, Vlady, ese pintor que apenas ahora ha sido reconocido como uno de los grandes muralistas mexicanos (de origen ruso), ha sufrido el regateo que el establishment cultural impuso a su obra. Al iniciar el proyecto, y dado que la universidad donde me desempeño como docente es depositaria de una parte de la obra del artista, mi intención era hablar de la importancia de la obra pictórica de Vlady. La idea era hacerlo a partir de un cuadro que para muchos estudiosos resulta ser el más importante, donde el pintor logra la cima de su arte. El óleo monumental La inocencia terrorista es, en sí mismo, la muestra de la enorme maestría del autor en el uso de colorantes e ingredientes naturales y el desarrollo de una técnica que le permite codearse con los grandes maestros del Renacimiento italiano.

A su vez, la historia de la lucha armada de los años setenta en México ha sido contada a partir del discurso oficial: guerrilleros presentados como antisociales violentos o, en el mejor de los casos, personas de buenas intenciones que sucumbieron al empleo de métodos armados por manipulación ideológica o ingenuidad. Frente a ese relato sin contexto, leer el libro de Laura Castellanos México armado. 1943 – 1981 y trabajos pioneros desde adentro de las organizaciones guerrilleras, como los de Alberto Guillermo López Limón, me abrieron una puerta fundamental para encontrar el nexo entre el pasado y el presente.

Otra parte de la historia ocultada es el papel y la participación de la mujer en las organizaciones armadas; pese a que en la tortura, la cárcel y las ejecuciones sumarias no hubo ninguna distinción por parte de los ejecutores, sus historias de vida, sus aportes, su implicación y las contradicciones que asumieron a la hora de compaginar su militancia con otros roles tradicionales han sido invisibilizados. El libro Guerrilleras, de Luz María Aguilar Terrés (2015), es uno de los primeros esfuerzos para compilar testimonios, perfiles, rostros y nombres de algunas de esas mujeres. En el cine documental existía el trabajo de Luisa Riley, Flor en Otomí (México, 2012), que retrata la vida de Dení Prieto, integrante de las Fuerzas de Liberación Nacional.

Así que Alejandra o la inocencia de Vlady se convierte en un documento que ayuda a conocer y comprender la historia de Teresa Hernández Antonio, de Gloria Sarmiento y de otras mujeres involucradas en esos sucesos (primas, hijas y nietas), que dieron cuenta, a través de sus testimonios, de cómo el silencio, la incapacidad para hablar sobre esos hechos —incluso en los niveles de la vida privada más cotidiana— son el signo más terrible de la represión. La cámara, se vuelve, en el documental, un elemento que, de manera imprevista, incluso para mí misma, posibilitó que todos aquellos relatos que nunca habían sido dichos en voz alta de pronto se enunciaran.

Otra historia desconocida que no podía omitirse era la relación, el hilo invisible, personal y social que, de manera misteriosa, une a la Rusia de los Rusakov (la familia de Vlady) con la propia historia de Teresa Hernández Antonio, al grado de que el pintor le dedicara a esa muchacha su mejor obra.

El documental tuvo una buena repercusión, considerando el nivel de su realización: fue un trabajo universitario, de bajísimo presupuesto, pero logró presentarse con mucho éxito de público durante cinco semanas en la Cineteca Nacional; participó en el Festival Internacional Cervantino, uno de los foros culturales más importantes de México, y cada año se exhibe en los ciclos de cine que conmemoran el aniversario de la Liga Comunista 23 de Septiembre. La respuesta del público es siempre muy conmovedora. Y no deja de asombrarme la necesidad que hay de saber del tema y de hablarlo; de contar, los más grandes, la forma como vivieron esa etapa, y de percibirla, los más jóvenes.

 

Un testimonio personal

Llegué a México a vivir de manera permanente en enero de 1988, cuando tenía 19 años. Pero había estado yendo y viniendo entre Uruguay y México desde los cinco años, porque mi padre había sido contratado como jugador de fútbol y mi abuela paterna, con la que crecí tras la muerte de mi madre, se negó a abandonar su barrio, Peñarol, mientras vivió.

México me fascinó. De manera muy aleatoria fui asistente de un equipo de corresponsales para cubrir la campaña y la elección presidencial de 1988, en la cual parecía posible derrocar a un gobierno y un sistema político que había sido definido por Vargas Llosa como “la dictadura perfecta”.

Mi involucramiento político con México fue inmediato y fuerte. A lo largo de casi 40 años, este país me permitió desarrollar todas las facetas que una persona puede desplegar: me casé, he sido madre de tres hijos, estudié mi carrera, me hice docente y milité. De alguna manera, siento que Alejandra o la inocencia de Vlady[1] me significó un acercamiento más sistemático a una parte traumática de la historia de México. Espero, desearía, que sirva como un documento, que pueda aportar en algo al conocimiento de este gran país.

Respecto de mi primera patria, Uruguay, dediqué un trabajo más reciente que, gracias a la idea de Carlos Fazio, también colega de la UACM, concluimos hace apenas unos meses y del que se habló en una edición anterior: Los tres exilios de Rafael Cárdenas (UACM 2023).

 

1 Alejandra o la inocencia de Vlady está disponible en YouTube en: https://www.youtube.com/watch?v=JiLxJZEyXw

[1]       Alejandra o la inocencia de Vlady está disponible en YouTube en: https://www.youtube.com/watch?v=JiLxJZEyXw

 

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