Febrero en Cinemateca
Cinemateca Uruguaya / 31 enero, 2024 /
Varios son los estrenos que llegan en el mes de febrero a Cinemateca. Entre ellos podemos encontrar: Anatomía de una caída, película francesa dirigida por Justine Triet. Aquí se nos cuenta la historia de Sandra, una escritora alemana que vive con su marido Samuel y su hijo ciego Daniel, en un chalet en medio de los Alpes franceses. Cuando Samuel fallece en misteriosas circunstancias, la investigación no puede determinar si se trata de un suicidio o de un homicidio. Sandra es arrestada y juzgada por asesinato, y el proceso pone su tumultuosa relación y su ambigua personalidad en el punto de mira. Su vida da un giro cuando Samuel fallece y la policía debe determinar si fue un homicidio a manos de Sandra o un suicidio. El juicio, al que su hijo Daniel deberá acudir para testificar, se convertirá en una radiografía de la compleja relación entre el matrimonio, así como los conflictos con su hijo.
Es sobre este telón de fondo que Triet empieza la milimétrica elaboración del caso. Tal como se va evidenciando, la intención detrás de tantas horas de grabación no es sencillamente mostrar si Sandra es culpable o no de asesinato. La película no persigue construir situaciones que den un vuelco de 180 grados al respecto de determinar la muerte de Samuel. No hay plot twists, al menos no en el mismo sentido que en películas como las de Nolan o Park Chan Wook. El juicio, por el contrario, es el pretexto narrativo con el cual el film indaga alrededor de la relación entre la pareja de escritores: sus miedos, sus frustraciones y sus conflictos. Los resentimientos, las marcas del pasado que no han podido ser eliminadas, las heridas abiertas sin suturar, las hendiduras no afrontadas, todo ello finalmente se materializa en el juzgado, mediante una estructura cuasi teatral que recuerda bastante a otros dramas judiciales, al estilo de Doce hombres en pugna, de Sidney Lumet.
El caso Padilla, documental dirigido por Pavel Giroud. En La Habana, durante la primavera de 1971, el poeta Heberto Padilla acaba de ser puesto en libertad y comparece ante el gremio de escritores cubanos, donde entona una “sentida autocrítica”, se declara agente contrarrevolucionario y acusa de complicidad a muchos de sus colegas ahí presentes, entre ellos, su esposa. Un mes atrás, su arresto, bajo la acusación de atentar contra la seguridad del Estado cubano, movilizó a la vanguardia intelectual del mundo entero, la cual dirigió una carta a Fidel Castro exigiendo la libertad del poeta, cuyo único pecado fue disentir a través de su obra poética. El mea culpa del escritor, cuya grabación se muestra por primera vez al público, marca la línea narrativa de una historia en la que aparecen testimonios de Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Jean-Paul Sartre, Jorge Edwards y Fidel Castro. El caso Padilla es un documental que abre una ventana para explorar en uno de los aspectos del pasado de Cuba que persisten en su presente: la falta de libertad de expresión y los movimientos del mundo cultural para obtenerla.
De Corea del Sur llega En lo alto, de Hong Sang-soo. En el film, un director de cine de mediana edad visita con su hija, a la que no ha visto en años, un edificio propiedad de una diseñadora de interiores. Están allí porque su hija quiere estudiar diseño de interiores. La diseñadora les muestra planta por planta las reformas que ha realizado. Los tres entran en las habitaciones de cada planta a echar un vistazo. La película comienza de este modo y después empieza de nuevo desde abajo y asciende planta a planta.
En una sola localización que cobra entidad propia (un edificio de tres plantas) se van articulando las distintas partes que, entre saltos temporales, componen este puzle de Hong Sang-soo. Cada una de las piezas captura determinados momentos en las vidas de sus personajes y las consecutivas escenas brindan luz al espacio entre unas y otras, aquel que no se ha mostrado pero sí ha sido habitado por ellos.
Acompañada de una fotografía en blanco y negro que omite lo meramente ornamental o puramente estético, esa progresión disruptiva de la película hace que el tiempo lo englobe todo y no sea algo pautado. Así, su paso invariable y orgánico entre escenas invita a una reflexión sobre su naturaleza y cómo afecta a las decisiones que se toman en la vida.
Esa indagación mantiene un ritmo pausado que se construye desde planos contemplativos, estáticos casi, o con ligeros movimientos de cámara que alternan la sutileza con la voluntad de remarcar un instante preciso. Esa puesta en escena favorece a las conversaciones íntimas y dilatadas con las que se llena el film, permitiendo que luzcan y se preste atención a cada una de las líneas de diálogo.
De entre ellas se desprenden meditaciones sobre los cambios de identidad fuera y dentro de casa, la soledad, las relaciones de pareja o el cine. Con relación a este último punto, se puede afirmar que hay una naturaleza metafílmica en el propio film y, sobre todo en esa larga sobremesa durante su segunda visita, el protagonista parece emular la voz del propio director.
En las historias de Hong, el alcohol y los sentimientos son fundamentales, se bebe mucho tanto para reír, llorar, entenderse, cuestionarse y, sobre todo, desahogarse de cualquier modo. Esos planos fijos no necesitan nada más que las mismas sensaciones que provoca el alcohol sin beberlo, solo verlos. En lo alto muestra temas y sensaciones simplistas, pero importantes para el día a día, que destilan melancolía, interés y algo de alegría, gracias al vino. Solo son conversaciones triviales, pero con mucho peso cada minuto que el espectador pasa conociendo más de ese edificio minimalista de tres pisos que parecen ser universos distintos y que sí son diferentes tramos temporales. La película con sus historias cíclicas obliga a reflexionar sobre la vida y sus realidades, donde todo transcurre en un todo y una nada.
Estos son solo tres de los varios estrenos que llegan a la cartelera de Cinemateca, a los que se le sumarán varios de los nominados a los Premios Óscar de este año, y la reposición de la película Oppenheimer en formato 35 mm.
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