Extraña forma de vida

Un hombre cruza a caballo el desierto que le separa de Bitter Creek. Viene a visitar al Sheriff Jake. Veinticinco años antes, ambos -el sheriff y Silva, el ranchero que cabalga a su encuentro- trabajaron juntos como pistoleros a sueldo. Silva viene con el pretexto de reencontrarse con su amigo de juventud, y en efecto celebran su encuentro, pero a la mañana siguiente el sheriff Jake le dice que la razón de su viaje no es el recuerdo de su vieja amistad. Tras una noche de intimidad compartida, recuerdos y reconciliación, las conexiones de ambos hombres con un crimen sugieren algo más que solo una reunión para revivir viejos tiempos.
En cierto momento Almodóvar tuvo la oportunidad de dirigir Secreto en la montaña, pero rechazó la oferta considerando que no dispondría de la libertad creativa que buscaba. Ang Lee le demostró que se equivocaba. Las vueltas de la vida lo trajeron, en definitiva, a éste, su segundo mediometraje en inglés (el primero fue La voz humana, inspirado en Cocteau). De treinta minutos de duración, que de algún modo conecta con aquel antecedente.
La película arranca con una fascinante voz que entona una canción en portugués, un hombre y una guitarra. Lo que sigue es una historia de amores reprimidos, tiempos perdidos y sueños incumplidos, treinta minutos durante los cuáles los abundantes diálogos buscan cubrir 25 años de ausencia en que los protagonistas no se veían.
Por supuesto, un western con subtexto gay no es una novedad absoluta en el cine, y antes de Secreto en la montaña existieron El proscrito (1943) de Howard Hughes y Pueblo embrujado (1959) de Dmytryk, con Henry Fonda y Anthony Quinn, pero la mirada de Almodóvar sigue siendo lo suficientemente original como para llamar la atención.
Ciertamente es un disparate la afirmación de Luis Martínez en el diario español El Mundo acerca de que “Almodóvar humaniza y ennoblece el western”, como si el género necesitara ser humanizado y ennoblecido después de Un tiro en la noche de Ford, Río Bravo de Hawks o de un buen Anthony Mann. Sin embargo, puede tener más razón Elsa Fernández-Santos, en el también español El País al decir que “Almodóvar conquista el Oeste con su romanticismo loco y crepuscular”. Es incluso más entusiasta Sergi Sánchez en La Razón, quien sostiene que Extraña forma de vida “es corto, es western, es gay, es mejor (…) Lo único que lamentamos es que sea tan corta (…) pasan tantas cosas en tan poco tiempo que a uno le gustaría seguir viviendo en ella”.