Entrevista Central
Liliana García: “Esta idea es una ‘Contra Operación Cóndor’ de la Cultura”
Entrevistas / 5 enero, 2018 / Por Luis Vidal Giorgi
-Como actriz ya habías trabajado en una obra que trataba el tema del terrorismo de Estado, “En honor al mérito” de Margarita Musto. Ahora, a partir de una idea tuya, volvés sobre el tema, en este caso abordando un hecho reciente como el juicio en Roma sobre el Plan Cóndor que asoló la región durante las dictaduras. Por historia personal y generacional es un tema cercano a tu sensibilidad. ¿Cómo has vivido en todo este tiempo este tema pendiente?
-Para mí siempre ha sido y es un tema presente. Pendiente es el plano en que está la Justicia… que no llega.
En la obra hay muchos momentos, situaciones o referencias de mi vida, de la vida que nos tocó vivir a todos nosotros, en aquellos años. En lo personal ha sido un proceso desgarrador, abrir un contenedor de agua turbia y viento feroz. He ido recogiendo mis pedazos de historia y armando el puzzle de mi corazón, las muchas vidas que he vivido, los países y los continentes recorridos, las pérdidas, los amores, encuentros y desencuentros, esquinas suspendidas en el tiempo; en fin, en este puzzle en particular las alegrías fueron escasas. Pero me siento fortalecida y creo que me conozco un poco más.
En lo personalísimo, era necesario abrir para cerrar heridas.
A nivel teatral, enmarcado en mi propósito y convicción de una idea que impulsó también, en el año 2012, el montaje que tú mencionas.
Esta idea es una “Contra Operación Cóndor de la Cultura”.
Con la expresión Operación Cultural vs Operación Cóndor intento definir el propósito de la obra. Batallar, a través de la justicia, por una verdadera “contra-operación Cóndor de la Cultura” para, en el caso de esta obra, unir Italia y América Latina en el hilo de la memoria con el fin de reconvertir el dolor. Sé perfectamente que una obra de teatro no cambia el rumbo de la historia, ni desencadena procesos, pero estoy convencida que desde el teatro se pueden contar las historias de la historia desde la emoción. Esta iniciativa teatral se contrapone a la represión de la Operación Cóndor proponiendo la difusión de la cultura en sus múltiples acepciones: el conocimiento de la historia dramática de aquellos años de negras dictaduras cívico-militares, utilizar el arte teatral como vehículo de comunicación, la riqueza de la diversidad, la tolerancia, la legalidad, la denuncia, la verdad y la justicia; como así también la respuesta al inmenso sufrimiento humano, contraponiéndolo a la violencia.
Tenemos el deber de contar las historias de nuestros muertos, de aquellos brutalmente asesinados, de los desaparecidos y de aquellos que aún viven pero sufrieron la cárcel, el exilio, y tantas privaciones de derechos civiles y políticos que les truncaron las vidas para siempre.
La idea que nos mueve a poner en escena esta obra teatral es señalar, desde el proceso de Rebibbia, una historia que para nosotros aún es reciente y de la cual no podemos dejar de hablar.
Debemos ayudar a sanar las heridas, cada uno desde su trinchera; a nosotros nos tocó la trinchera del teatro.
Creo que esto ya te lo dije antes, porque lo digo siempre, pero desde que empecé a estudiar teatro en El Galpón -antes que los militares lo intervinieran y nos lo secuestraran- siempre he tenido la sensación de estar en una trinchera.
¿Será que nuestro oficio es batallar? ¿Será que como guerreros locos peleamos por valores, emociones, sentimientos para ayudar un poquito a que este mundo sea un lugar más amable?
No sé… tal vez un maestro como mi querido Jorge Curi tenga una respuesta.
-¿Cómo surgió la idea y cómo se fue dando el proceso de trabajo con la dramaturga? ¿Cómo se fue alternando lo ficcional con lo testimonial de un tema doloroso?
-En los últimos años mi vida se divide entre dos continentes. Estoy varios meses en Chile y otros en Italia. Desde siempre he trabajado desde mi compromiso moral, social y político el tema de DDHH. El proyecto se origina porque durante el año 2015 comencé a participar de las audiencias que se realizaban en el aula Bunker de la cárcel de alta seguridad de Rebibbia en Roma. Se desarrollaba el juicio que investigaba los asesinatos de ítalo-uruguayos, ítalo-chilenos, ítalo-argentinos, y en menor cantidad ciudadanos bolivianos, brasileños y peruanos descendientes de italianos (jus sanguinis) o italianos directamente. Comencé a participar de estas audiencias como acompañante de amigos y amigas que venían a Italia a declarar en calidad de víctimas, testigos, o como especialistas que habían trabajado el tema de la Operación Cóndor.
Con Daniella Lillo nos conocemos hace muchos años. Hacía un tiempo que no nos veíamos pero los afectos verdaderos no los daña el tiempo, por el contrario, muchas veces los fortalece. Tenemos una amistad que, como todas las buenas amistades, tiene sus bases en valores, ideales y gustos en común. Daniella, más allá de ser una excelente creadora, una artista sumamente sensible, es una mujer comprometida y una luchadora. La convoqué a trabajar esta idea que me venía dando vueltas en alma y mente desde hacía casi un año y me dijo sí “al tiro”. Como decía mi abuela Elena, “tenía el traje de novia en la cartera”…
Comenzamos a trabajar a fines del año 2015. Le conté la idea que tenía y más o menos como veía proyectada esta historia. Daniella inmediatamente se entusiasmó y tomó el desafío. Tenemos una relación de confianza basada en el afecto, admiración y respeto que cada una de nosotras profesa por la otra.
El proceso fue muy fuerte para las dos. Daniella tiene sus heridas y muchas de ellas aún sangrantes. No fue fácil tampoco para ella.
Para las dos el distanciamiento entre la ficción y lo testimonial fue un tour de force. Mucho té verde con jengibre y limón, tostadas con mermelada de lágrimas, y varias cucharadas de carcajadas. Las dos tenemos un tremendo sentido del humor “negro”, muy fuerte. Eso creo que nos ayudó en los momentos más duros.
Tuvimos miradas distintas en muchos momentos, pero siempre seguras del norte. Siempre supimos que al llevarla al escenario la obra sufriría cambios, porque como la misma Daniella dice “el escenario habla” y es cierto, habla y te pide… muchas veces pide cambios no solo a nivel de dramaturgia, sino de tiempos y espacios. La dramaturgia del espacio para mí cada vez es más fuerte, no lo sé explicar muy bien, es algo que viene de la intuición, de un instinto casi animal. Daniella estuvo para el estreno de la obra en el Teatro di Marcello en Roma. Es muy inteligente, vio todas las cosas a corregir, las cosas buenas, en fin, todo… porque es una mujer clara, pero igual lloró todo el tiempo… ¡lloró como una verdadera fuente!
-En Argentina se acaba de encontrar a la hija de padres desaparecidos, la nieta 123. En Uruguay tenemos el caso de Macarena Gelman. ¿Cómo aparece esta situación dramática de niños apropiados por represores en la obra?
-Sí, es maravilloso que sigan volviendo a nosotros esas niñas y niños hoy convertidos en adultos, ¡aunque aún nos falten tantos!!!
La protagonista de la obra, interpretada por una actriz italiana, María Cristina Moglia, es justamente una mujer que fue niña apropiada.
El nudo dramático de la obra es el enfrentamiento entre su vida de fantasía y la realidad que debe enfrentar en un tribunal.
Está frente a un padre que ama, frente a un hombre que admira, pero está también frente a quién le robó su verdadera vida, frente a un asesino, un represor, que como muchos hoy día no se ha movido ni un milímetro de su posición política en los últimos cuarenta y tantos años…
La protagonista de nuestra obra Tamara/Paloma es una mujer de 41 años que, estando embarazada, descubre fortuitamente que es hija adoptiva. Tamara/Paloma es citada por un Tribunal Internacional. Viaja a Roma para declarar en calidad de víctima frente a una Corte italiana que no conoce mucho la historia de este verdadero holocausto latinoamericano. Tamara/Paloma viaja a Roma para atestiguar sobre sus padres biológicos.
Poco a poco, como en un thriller, Tamara/Paloma descubre que aquellos que pensaba eran sus amorosos padres le escondían no solo su origen sino también secretos espeluznantes. Descubre atónita que el acusado “en la barra de la Corte” es su padre, el mismo hombre que la crió amorosamente y ordenó el asesinato de sus padres biológicos, los jóvenes Laura y Andrés.
El dramático encuentro en el tribunal entre esta mujer que está descubriendo su verdadera identidad y su verdadera historia con este militar, asesino sin escrúpulos, que sigue tratándola como “hija adorada”, se transforma en un enfrentamiento entre el bien y el mal, el amor y el odio, el horror y la verdad, la justicia y la impunidad.