Entrevista a Roberto Moré. Teatro Circular estrena: Ópera Idiota.

Teatro / 2 mayo, 2024 / Luis Vidal Giorgi

“El humor es la mejor herramienta para mostrar cuando las cosas están mal”

Formado en el Teatro Circular, donde ha desarrollado una extensa carrera como actor, Roberto Moré ha incursionado asimismo en los medios, tanto radiales como televisivos, con su original impronta. Ahora en el rol de director, estrena una obra de la dramaturga Analía Torres, en la que con ironía se espeja una faceta de la identidad uruguaya.

-Se trata de una obra de una dramaturga uruguaya Analía Torres; ya en su título la palabra idiota nos lleva a una imagen de seres sin capacidad de tomar decisiones, pero también como alguien especial, original, no necesariamente “el tonto de la aldea”. ¿Adónde apunta la visión de la obra?

-La palabra idiota refiere hoy día a “corto entendimiento” o “de poca inteligencia”. Antiguamente, o cuando nació la palabra, también estaba referida al apartarse de lo público, desentenderse de la sociabilidad. En la obra hay una
serie de personajes en una comisaría, personajes que, ya sea por incapacidad de ver la realidad o por omisión de actuar, prefieren quedarse en ese estado donde todo pasa. Un cliché del empleado público que prefiere no actuar, que prefiere no trabajar antes que complicarse. Y más con lo que es un tema de hacer aplicar la ley. La visión de la obra es visibilizar la desidia que reina hoy, en el cliché que todos tenemos del empleado público. La mayoría de los empleados públicos, yo creo, cumplen su función, pero resaltan los que menos lo hacen. Y la visión de la
obra va hacia eso. Hay una serie de problemas que no se resuelven por omisión o asistencia.

-Por otro lado, al ser una ópera implica una presencia de lo musical. ¿En qué forma?

-Como la obra lo dice, Ópera idiota, en el título, la presencia de la ópera y la presencia de la música viene a plantear un contramundo. El mundo de lo popular, vulgar, menos culto, por decirlo de alguna manera, más simplón, más
preocupado por el día a día, y la ópera ofrece la contraparte de una coyuntura, que sin ella es imposible solucionar los problemas que tiene la sociedad, los problemas que le aquejan. Los problemas de violencia, problemas de
delincuencia, sin educación eso es imposible de solucionar, y la presencia de la ópera lo que hace es, justamente, darle a entender al espectador que ahí hay una vía de salvación. Que sin cultura y educación es imposible.

-La autora señala que la obra, más allá de lo anecdótico, es una metáfora acerca de la idiosincrasia de la sociedad uruguaya y sus vínculos en una institución pública.
¿En qué aspectos se expresa esta identidad nacional? ¿Su mirada es irónica, lo cual permite el humor? Destaco esto, pues el humor es un rasgo de varios de tus trabajos como actor, lo cual seguramente se reflejará como director.

-Lo anecdótico es la metáfora de lo que pasa con la sociedad uruguaya y el vincularse con las instituciones públicas, que siempre es problemático, que siempre es dificultoso, y la gente no tiene paciencia, o sea, va con preconceptos
hacia todo lo que tiene que ver con el funcionamiento de los organismos públicos. Hoy día, con las comisarías saturadas de denuncias, se ve un poco eso, como una despreocupación al tratar tantos temas. Como que, ante tanta
violencia, los problemas menos violentos pasan a desaparecer. La obra cuenta con humor, y yo he tratado de forzar más el humor, porque para mí el humor es la mejor herramienta para mostrar cuando las cosas están mal, entonces
que los malos sean más malos y los torpes sean más torpes de lo común, hace que se pueda ver y comprender mejor ese mundo, que teclea por todos lados, esa comisaría que no logra dar un paso seguro, sin dar dos pasos en falso. Y el
humor es la herramienta para poder llegar a eso.

-¿Señalarías algunos diálogos para ejemplificar el estilo de la obra?

-Más que señalar algunos diálogos, para ejemplificar el estilo de la obra yo señalaría muchos pasajes, donde se habla y la otra persona no escucha, o hay alguien que está hablando y a nadie le interesa, se producen muchos diálogos
carentes de contenido y se dialoga para tener razón, no para dialogar y tratar de convencer al otro o juntos ir por una solución a un problema. Cada uno va y habla y cuenta lo que le está pasando y sus cosas, sin importar lo que dicen los demás. Eso está envuelto entre verdades y mentiras, para que cada uno pueda sacar su provecho. La lógica de los diálogos, más que por el tono, va por el no
escuchar.

-Recientemente estrenaste un unipersonal, y en tu carrera como actor has transitado desde obras clásicas a contemporáneas, además de tus monólogos con personajes populares, ahora en la dirección, ¿cómo definirías tu momento creativo y expresivo en el teatro?

-Ahora acabo de estrenar un unipersonal que se llama Fugaces colores, en el cual estoy toda la obra con mi perro, en un proceso creativo muy intenso, porque es trabajar con alguien con el cual tengo una relación afectiva muy fuerte y
que su actuación depende de su estado de ánimo, de cómo nos relacionamos.
He dirigido algunos espectáculos de humor y una obra en el Circular que no me permitió mucho trabajar el humor, pero sí en todos los trabajos con los alumnos y los egresos trato de trabajar el humor. Soy muy complicado, porque
me gusta ir creando sobre el momento y que la letra en un papel cobre vida y, para cobrar vida, el actor o la actriz tiene que darle vida y eso se va produciendo en el proceso creativo, en el cual yo participo y sé que vuelvo loco a los actores, porque todos los días les cambio las cosas y les pido cosas diferentes, un día les pido A y al otro día les pido B, y al otro día le vuelvo a pedir A; trabajo sobre ese caos, y por eso necesito gente que me acompañe, porque no soy un director completo. Soy una persona que tiene una visión de cómo trabajar que es limitada, entonces si los actores no acompañan el proceso caótico y de locura para poder crear, no puedo hacer nada.

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