Carnaval 2023: La primavera de las murgas

Carnaval / 31 enero, 2023 / Daniel Porteiro

 

Luego del invierno social que significó la pandemia, con su restricción vital, parece que finalmente podemos relajarnos y dejar salir todas aquellas ganas contenidas. La vida pública se libera y florece. Porque en el 2022 pudimos empezar a encontrarnos, pero los protocolos pervivían. Salíamos del encierro, pero pisando con cuidado, recelosos. Y, seguramente, gracias a todo ese año de proceso, ahora cuando las temperaturas y los lugares abiertos nos convocan, podemos desplegar la felicidad de sentir que salimos de aquello.

Y entonces, brotaron las murgas con todo su colorido.

Todas esas ganas atragantadas, que juntaron fuerza, se traducen en una explosión de alegrías y de descarga. También de reencuentros. Con la fiesta y con la gente. Los ensayos estuvieron llenos, había ganas de saborear la noche al aire libre y ver qué se traían las murgas. La mayoría de los clubes tenían las calles repletas de coches estacionados, por lo que no era solo la gente del barrio, sino que había público que recorría los ensayos. Las cantinas trabajaron a todo tren, pasaban los chorizos y hamburguesas, el mate circulaba: había empezado el carnaval, aunque no se hubiera dado la largada oficial.

La pandemia también fue como una licencia. Porque obligó a detener tanto vértigo. En el caso del carnaval, tomar algo de distancia de la competencia, de los apurones y los plazos. Y fue un tiempo, además, de reflexión, de introspección, de ver a distancia y mirarse. Y esos dos aspectos, el descanso y el reflexivo, parece que han producido un cambio muy beneficioso. Como las podas en los árboles, recortan lo que desgasta energías y concentra la savia para que los frutos exploten de sustancia y salud. Así han brotado las murgas en este 2023, rebosantes de jugo y sabor. Con una savia fortalecida, de ganas contenidas, que florecen en las músicas y las voces, en las interpretaciones y en la energía alegre, en el placer de los arreglos corales y rítmicos de la batería. Y en las letras y las músicas elegidas para decirlas.

Siempre remarco, en estas páginas, que el material del año puede ser bueno para que las murgas tengan con qué; pero lo que realmente define es qué cosa hacen los letristas con eso. Un gran elenco puede defender muy bien un texto, pero si este no tiene gracia no hay forma, por más que reme y reme. Y cuando el texto rinde, todo va mejor, como con esa bebida cola.

Quizás lo primero que se vio en los ensayos fue, precisamente, una revitalización de las letras. Demasiadas veces se cortaba camino por el atajo del monólogo, por más que dicho con la gracia y el carisma del murguista ducho. A veces el tiempo, ese implacable, no alcanzaba para dedicarle un rato a pensar unas cuartetas, unas rimas, el toque ingenioso y picaresco para lanzar una crítica con humor. Pues este año, será o no debido al parate de la pandemia, pero la cosa es que con alegría uno ha podido ver que esta vez se han gastado los lápices de la creatividad. Y serán, quizá, aquellas ganas atragantadas las que acumularon la savia para que nazcan bellas estrofas, de colores vivos y variados, con las que nos hagan pensar y reír sobre las cosas que nos pasan. Cuplés realmente muy ingeniosos, que han sabido encontrar una vuelta de tuerca inesperada o, quizás afortunadamente encontrada, para que el suceso que se trata aparezca por su costado más ridículo o por el más ocurrente. Y que la mirada crítica, pero siempre cómica —como debe ser en carnaval—, pueda dar en el blanco (esto dicho sin alusión partidaria). Porque aquella crítica directa sin esfuerzo de elaboración o aquel chiste forzado, puesto para cumplir, se equivocaban de fiesta. La de Momo, ese dios maleducado y borrachín, es la fiesta del desparpajo con el que se dicen las cosas que duelen, pero con humor y con picardía. Bien dicen que la murga es la voz de la calle (dicho esto sin alusión personal), lo que suena por ahí, lo que se anda comentando, y la murga es la que le pone la ironía burlona donde cristaliza la crítica.

Y parece que el descanso les ha sentado bien. O Momo ha esparcido su polen burlesco por el aire.

Grandes joyitas de libreto con espíritu carnavalesco. Mucha búsqueda de la rima y del placer de la palabra. Hay murgas como Jardín del pueblo, de Paysandú, que presenta hasta los parlamentos en verso, algo que hacía mucho no se veía. Era de uso, no hace tanto, que la murga se retirara al fondo de escena y se adelantaran dos murguistas —a veces ya componiendo personajes— que se iban turnando en la estrofa y con su rima, fluida y jocosa, quedaba presentado el cuplé. Todo cambia, pero el verso y el cultivo de la palabra hacen al arte de la murga.

Para mencionar algunos cuplés y sin pretensión de agotar; apenas por avisar algo de lo que traen los menús murgueros, hay más de uno que recrea a los narcos uruguayos; con diferente encare, tanto Asaltantes con patente como Queso magro los tienen y son imperdibles. Asaltantes —que está decidida a retener el Premio conseguido en 2022— remata la educación, las jubilaciones y aún más, de la mano de Germán Medina, la figura de stand up que también saliera el año anterior.

 

La gran muñeca, con textos de Marcel Keoroglián que, a la vez, actúa junto a Florencia Infante, presenta un cuplé de las mascotas de los políticos que, como se sabe, se parecen a sus dueños; así como la compra de la murga por un jeque árabe o hasta un cuplé hecho por mimos. Nos obligan a salir, título que cumple 100 años, presenta un matrimonio que pelea y discute mucho: la Democracia (Petru Valensky) y el Uruguay (Ximena Vázquez). La Cayetana se preocupa por las jubilaciones… de los militares; mientras que Doña Bastarda llega desde otro planeta para sorprenderse de los terrícolas.

Un vistazo ligerísimo que revela la diversidad creativa de esta temporada.

Así que florecieron las murgas y se llenó de color dicharachero el escenario. Buenos libretos, bien murgueros.

Los músicos no se quedaron atrás. Será que habrán escuchado mucha música en esos tiempos de receso. El asunto es que hay enganches de canciones muy logrados; variedad musical y unas cuantas canciones viejas como de quien ha estado revolviendo con tiempo.

 

Es bueno recordar que el trabajo de los directores de murga es como el de los DJ, pero más complejo. Porque tienen que ir enganchando diferentes canciones y tratando de que calcen bien, que generen cierto clima y que sea atractiva la secuencia; y además, lograr que transmitan bien lo que se dice. No se puede hablar de cosas fuertes con una melodía engolosinada; o viceversa, cantar una canción de amor con ritmo de marcha y gritando desaforado en una nota sola.

Bueno, pues este año andan todos volando (sin alusión a ningún aderezo estimulante). Conviene prestar atención a la música de las murgas, que no es solamente la armonía del coro, sino también la musicalidad lograda en el collar de canciones, sus encastres y sus arreglos. Y muy decisivo el trabajo de la batería, la orquesta de la murga. Ya no es mero acompañamiento. Dice con sus acentuaciones, con un sutil redoble enrulado; o una nota del bombo inesperadamente aguda, que se prolonga hasta disolverse; o un leve chistido sobrio de los platillos. Con la alegría que estalla cuando se resuelve una escena o la inquieta expectativa que la precede. La batería ha crecido mucho.

Para que todos los elementos que hacen la música de la murga se integren, funcionen, se potencien, están las y los directores.

Por ejemplo, Rafael Antognazza, de La nueva milonga, a quien ya destaqué en nota anterior por su gran trabajo haciéndola cantar al estilo de La Unión, que era el de esa murga. Préstenle atención cuando la vean, porque es una oportunidad de apreciar un tipo de canto que hace años no se practicaba y marcó época. Por lo que se sabe, también buscará recrear a la figura de Tito Pastrana al frente de La nueva; veremos si intenta aquel pasito de baile típico de Tito Pastrana que hacía una especie de saltito como quien esquiva un charquito de agua, un pasito de milonga cortito y repentino pero que resultaba elegante en su desplazamiento, habitualmente recorriendo el ancho del escenario con su impecable frac y su galera.

Otro director, cuya labor ya ha sido reconocida reiteradamente, es Diego Berhardi. Comenzó en murga siendo el solista de Contrafarsa. Luego, en su faceta de director, ha recorrido varias y Momolandia fue donde estuvo algunos años, destacándose siempre por la calidad musical de todo el espectáculo. Este año dirige Nos obligan a salir. El trabajo que ha hecho es meticuloso, cuidado, sutil, delicado. De muy buen gusto en las armonías, en la modulación, en los diferentes duetos, tríos, etc. Probablemente por las ganas contenidas, pero también por su experiencia y madurez musical, ha podido ir más a fondo con una cuidada colocación de acordes y notas que lo adornan, aprovechando sabiamente las voces con que cuenta, entre los que están nada menos que los famosos Emiliano y el Zurdo, también ellos de larguísima trayectoria murguera.

Y tenemos el regreso, luego de unos cinco años, de un consagradísimo: Edu “Pitufo” Lombardo, que no necesita más aclaraciones. Parece que le hace bien tomarse un tiempo y volver cada tanto, porque cuando vuelve lo hace con tantas ganas que rinde mucho más, que se da los gustos, que vuelca su aprendizaje de otros ámbitos. Lo que logra en La gran muñeca es para verla varias veces. Tiene perlitas como, por ejemplo, apoyar la voz de Florencia Infante, cuando hace el cuplé de la vecina, con la intervención del coro en la última palabra de cada cuarteta que ella canta; de esa forma logra un efecto de mayor nitidez y potencia, a la vez que genera el clima propicio a lo que se dice y le da más dinámica al canto. O, por ejemplo, el canon coral que realiza con frases —textuales y musicales— de distintas canciones de Jaime Roos, en un trenzado milimétrico para lograr que calcen y se fundan, produciendo una nueva composición de esa música, o una recomposición, que es como estar justo ahí cuando algo especial sucede.

Año de letras con elaboración y picardía crítica, pero año de música para no perdérsela. Año en el que ver más de una vez a la misma murga servirá para apreciarle los detalles. Son varias las que presentan mucho trabajo de artesanía en su sonoridad. ¿Tendremos que agradecer el parón de la pandemia? Acá hubo mucha escucha y mucha experimentación. Y muchas ganas atragantadas que pedían salir.

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