Aniversario de la Comedia Nacional

Teatro / 1 diciembre, 2022 / Luis Vidal Giorgi

desde El león ciego a La mujer desnuda, siempre a favor de la cultura nacional

 

La Comedia Nacional cumple 75 años de existencia, una iniciativa de vanguardia en Latinoamérica, llevada adelante por Justino Zavala Muniz en los años del Uruguay del impulso, que nos debe enorgullecer por ser la apuesta acertada de una política pública para la democratización de los bienes culturales y por sus logros artísticos.

Recordemos, para afirmar la idea de que su creación implicaba estar en la avanzada de las políticas culturales, que en ese momento, en la Europa de posguerra, comenzaba la reconstrucción de las ciudades devastadas, sin postergar el ámbito de la cultura, por lo que en Francia se creaba el Teatro Nacional Popular y en Italia el Piccolo Teatro de Milano, emprendimientos públicos que alcanzarían alto prestigio.

 

Zavala Muniz: un visionario

Justino Zavala Muniz, además de escritor y dramaturgo, era un político batllista, en una época en la cual había mayor reconocimiento entre la cultura artística y la política, por lo que la idea de la creación de un elenco oficial

—que le había sido sugerida, es justo reconocer, a Zavala por Ángel Curotto, otro fervoroso difusor del teatro, y por José Blixen, destacado intelectual, según consigna Juan Vanrell en su libro premiado sobre historia de la Comedia Nacional— fue enseguida aceptada por el intendente de la época, Martínez Trueba.

El mismo Zavala Muniz, que era senador, defendía el proyecto en el Parlamento, con el apoyo de todos los partidos, especialmente del nacionalista Víctor Haedo; es bien oportuno recordar sus palabras en el Palacio Legislativo, en tiempos que la Ley de Apoyo al Teatro Independiente, votada por todos los partidos en 2019, se encuentra trancada con destino incierto en el Ministerio correspondiente. Decía Zavala: “El teatro debe ser considerado como una escuela de cultura que no puede estar en manos del empresario privado. Es un deber que el Estado debe cumplir. Es demasiado oneroso para que ningún empresario privado pueda estar permanente y noblemente a su servicio… los teatros del Estado no deben ser un lugar de lucro, sino de enseñanza. No debe tener más remuneración que la superación del espíritu del país”.

Habitar el Teatro Solís

Para terminar de presentar el contexto, señalemos que el elenco iba a estrenar sus espectáculos en los dos teatros municipales, la Sala Verdi y el Teatro Solís, donde hasta el día de hoy es elenco residente y mientras realiza su temporada en ambos espacios teatrales montevideanos. Recordemos que el hoy remozado Solís había sido adquirido por la comuna en 1937 a una sociedad privada. Por lo que tener un elenco para habitar ese teatro emblemático era una propuesta que ampliaba la participación pública en lo cultural, en un Montevideo de 800.000 ciudadanos en constante crecimiento.

El 2 de octubre de 1947 se realizó la primera función en el Teatro Solís con la presencia del presidente Luis Batlle, Juana de Ibarbourou, entre otras personalidades de la cultura nacional, y las palabras previas fueron del socialista Emilio Frugoni. Se presentó, con la actuación de uno de nuestros máximos actores, Alberto Candeau, El león ciego, de Ernesto Herrera, otro autor fundacional del teatro nacional junto al pilar de Florencio Sánchez; dejando desde su inicio marcada la misión de difundir el autor nacional, que ha sido una constante en el repertorio del elenco municipal.

En su repertorio, junto al autor nacional, también ha estado presente dentro de sus objetivos la difusión del teatro universal, tanto en sus autores clásicos como en la dramaturgia contemporánea. A modo de recordatorio, siguiendo simplemente al azar de la memoria, señalemos algunas de las puestas en escena que ejemplifican con calidad estos objetivos y su diversidad.

Autor nacional: una necesidad

Dentro de la categoría autor nacional: En familia, de Florencio Sánchez, por Dumas Lerena en la dirección; Delmira, de Milton Schinca, por el mismo director; Los cuentos del final, de Carlos Manuel Varela, por Carlos Aguilera; Los caballos, de Rosencof, por Jorge Curi; El chalé de Gardel, de Victor Manuel Leites, dirigido por Alberto Candeau; o más recientemente, El gato de Schrödinger, de Santiago Sanguinetti, con dirección del autor. En lo concerniente al teatro clásico, un nombre imprescindible es el de Eduardo Schinca en la dirección, con títulos como Las troyanas, de Eurípides, o La vida es sueño, de Calderón de la Barca. O Los asesinos, en base a textos trágicos griegos, dirigido por Omar Grasso.

Mientras que del teatro contemporáneo aparecen los siguientes ejemplos: Kaspar, de Peter Handke, por Nelly Goitiño; o Mefisto, de Ariane Mnouchkine, dirigido por Aderbal Junior; Taco Larreta, ya en los años cincuenta, hizo de las primeras versiones de El diario de Ana Frank y, en la vuelta del exilio, presentó Los gigantes de la montaña, de Luigi Pirandello; La boda, de Brecht, y El proceso, de Kafka, por Héctor Vidal; o el mismo Omar Grasso, dirigiendo El bosque de leche, de Dylan Thomas.

De aquel elenco original, los nombres de Alberto Candeau, Maruja Santullo y Enrique Guarnero perviven en la memoria teatral como destellos de aquella época dorada, que mostraba en el escenario talento y esfuerzo sostenido. Han sido muchos los artistas que han aportado a su fortalecimiento y prestigio, mencionamos dos que han desarrollado la mayor parte de su carrera con lucimiento desde su egreso de la EMAD y que hoy, por razones de edad, ya no pertenecen a la Comedia, como son Estela Medina y Levón. Y otros que viniendo del teatro independiente se identificaron con el elenco oficial, como lo fueron Delfi Galbiatti y Gloria Demassi. Y otros actores del teatro independiente se integraron a la Comedia ya con una carrera consolidada, como Julio Calcagno y Pepe Vázquez. Entre los diseñadores de luces y escenografía recordemos, por ejemplo, a Carlos Torres, Hugo Mazza, Carlos Carvalho, Claudio Goeckler y Osvaldo Reyno. Hoy asistimos a una renovación generacional con un elenco en el que conviven con solvencia distintas formaciones que enriquecen las posibilidades en el lenguaje múltiple del teatro contemporáneo.

Entre la tradición y la evolución

También en su estructura y funcionamiento ha ido evolucionando para encontrar una mayor autonomía en la elección de su dirección y del repertorio, que aseguren una mayor participación e identidad como artistas de un elenco estable.

A lo largo de los años también han surgido variadas críticas a su funcionamiento, curiosamente desde posturas opuestas, ya sea desde los que abogan por que el Estado se retire de la financiación a las producciones culturales y deje todo en manos privadas, a los que han sostenido que el presupuesto volcado a la Comedia si se destinara a todo el medio teatral generaría dinamismo y mayores resultados. Pero la Comedia ha sorteado estos y otros cuestionamientos, logrando un nivel artístico de gran calidad, una corriente de público sostenida, generar políticas de acercamiento a nuevos públicos, la renovación de su elenco, mantener las entradas a precios accesibles con especial énfasis en estudiantes y jubilados, invitar directores extranjeros de relevancia, generar posibilidades laborales estables y zafrales para actores, directores, vestuaristas, iluminadores, escenógrafos, traspuntes. Y ahora, en esta etapa, ha logrado retomar dos aspectos muy favorables para ampliar su público, como son las giras al Interior y fuera del país, y las coproducciones con teatros independientes, en una bienvenida sinergia para el medio teatral.

En esta nueva etapa, con la dirección de Gabriel Calderón, ya ha presentado dos espectáculos de autor nacional con buen suceso, como han sido Esperando la carroza, de Jacobo Langsner, y La mujer desnuda, de Armonía Somers, aunando tradición y renovación, lo cual ha sido uno de sus desafíos desde sus inicios en el año 1947.

Por lo que la Comedia Nacional se ha convertido en parte de nuestro patrimonio cultural, a la vez que ha aportado a nuestra identidad nacional, ahondando desde los años noventa en la democratización del acceso a los bienes culturales, en una política que reivindica y ejemplifica dignamente la participación del Estado en la creación y difusión cultural.

 

 

 

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