Actores

Entrevistas / 4 mayo, 2018 / María Varela

La revista Socio Espectacular en todos estos años ha venido cumpliendo mes a mes una función de informar y difundir la labor cultural que se desarrolla en nuestro país. Por este motivo, nos pareció adecuado contar con un espacio donde podamos conocer a quienes ejecutan la acción que tanto disfrutamos, esos señores llamados actrices y actores, tantas veces postergados, desconocidos para el público en general. Les proponemos conocer a quienes con su arte nos general el placer en cada una de sus creaciones.
En esta entrega: Dulce Elina Marighetti & Cristian Amacoria.

Dulce Elina Marighetti

¿Cuándo decidiste que querías ser actriz?

No tengo bien claro cuándo comenzó todo. Por un lado, me recuerdo como una niña muy histriónica, a la que le gustaba jugar a ser personajes de películas e inventar otros. De adolescente hice la carrera de Comedia Musical y ahí conocí lo que era una clase de teatro. Fue cuando entendí que dentro de un salón, con un montón de personas, se podía estudiar la vida humana, edificando mundos reales e imaginarios, basándonos en nuestras experiencias, nuestro cuerpo y nuestras ideas como materia prima. Me interesaba indagar ese mundo y usarlo como potencial creativo; poderlo encarnar y contar vivencias de voces que han sido significativas a lo largo de la historia. Me importaba conocerme para entenderme y entender a otros, entender que estoy conectada con los demás y que mi contexto determina quién soy. Ese es mi viaje con los personajes, saber que las pasiones, los miedos, las grandes dudas existenciales, son las mismas que tenemos todos. Creo que cuando me puse esos lentes, no había marcha atrás. Y ni hablar del convivio, esa vivencia entre todos los que participan de la experiencia en ese lugar y momento dado…

¿Qué expectativas tenés sobre esta profesión que elegiste?

¿Qué puedo decirte? He tenido un millón de ideas sobre lo que quiero con respecto a esto, pero las expectativas pueden jugar una mala pasada. Hoy me encantaría poder aprender de quienes me rodean y de las situaciones que se me presentan, poder ir un poco más allá siempre, alimentar la confianza en lo que hago, reunir cada vez más herramientas, entrenar el oficio. Creo que es importante la retroalimentación con el entorno. Poder potenciarnos individualmente pero también en conjunto. Co-crear. Me interesa investigar en distintas disciplinas artísticas y generar productos que mixturen diferentes propuestas. Estas ideas dan vueltas en mi cabeza y espero que en algún momento vayan tomando forma. Siendo realista, la expectativa que tengo es poder responder a los desafíos que se me van presentando a medida que voy transitando mi camino. También hay un tema que me urge, y es lo social, ser un puente, no hacer arte en una burbujita solo para mí y mi entorno.

¿La actividad creativa siempre estuvo presente en tu vida?

Siempre. Mis padres nos criaron a mi hermana y a mí en una casa llena de arte y de contacto con la naturaleza. No teníamos tele, los juguetes eran hechos por ellos en madera y tela, siempre nos leían cuentos. Nos incentivaron con las artes plásticas desde muy chicas. Creo que en un ambiente así es mucho más fácil desarrollar la sensibilidad y la expresión.

¿Te considerás una persona que hace lo que realmente le gusta?

Y sí, es hermoso. También es duro. Todo el tiempo surgen las dudas. El suelo tiende a ser inestable por momentos. Dedicarse al arte es una decisión constante llena de preguntas. Pero esa decisión me hace fuerte y me enorgullece. Intentar hacer algo que de entrada sabés que es difícil y poco aceptado o que no es tomado en serio. Es otra forma de militar por la expresión, que es nuestro derecho. También es cierto que soy joven y me queda mucho por andar, por eso, mi idea es apostar al trabajo y tratar de hacer cada día mejor las cosas.

¿Qué es para vos ser integrante del Teatro Circular?

Cuando llegué a este teatro no sabía nada de él, había caído como en paracaídas. Luego, mientras iba haciendo la escuela, me fui enterando de su historia: sus orígenes artísticos como un proyecto poco convencional que proponía romper con la frontalidad. También aprendí el lugar de resistencia que ocupó en la época de la dictadura, y cómo la gente encontró un espacio de expresión en este lugar. Me motiva pensar en ser parte de la historia viva de una institución con tales características.

¿Estás trabajando en algún proyecto?

Sí. Desde setiembre del año pasado integro el elenco de Ocho mujeres, dirigida por Gerardo Begérez, en el Teatro Circular. También estoy en un proyecto que ganó el Fortalecimiento de las Artes, que dirige Lila García, con la obra Arlequino, servidor de dos patrones. Este trabajo está realizado en formato callejero y con él recorremos los barrios de Montevideo en forma gratuita. En ese espacio puedo unir lo que te decía hace un momento, el interés que tengo en llevar el arte a distintos espacios y a distintas personas y no quedarme solamente en los circuitos tradicionales. Por otro lado, tengo en vista otros proyectos que espero que vayan tomando forma a lo largo de este año…


Cristian Amacoria

¿Qué te ha impulsado a dedicarte a esta profesión?

Cuando era niño hice durante mucho tiempo declamación. Me encantaba estar sobre un escenario, descubrir que a través de un texto podía experimentar situaciones y sentimientos que tal vez en la vida no. Luego les pedí a mis padres para empezar los talleres del Teatro Circular. Había un misterio en el teatro que me seducía de una manera increíble. Quería pasar todas las horas posibles entre el escenario y los camarines. Luego me fui dando cuenta que me gustaba en serio actuar y que quería dedicarme por completo al teatro. Más adelante el teatro se transformó en una necesidad y en una forma de vida. Hoy hago teatro porque es mi medio de expresión y el lugar en donde puedo entregar y recibir energía. Amo el vínculo con el público y con mis compañeros. También creo firmemente que el teatro es una herramienta de cambio que tiene el potencial de unir a las personas, y mi búsqueda como teatrero es, y seguirá siendo, llegar a la gente.

Trabajaste en carnaval, ¿cómo fue tu experiencia allí?

Alucinante. Realmente conocí un mundo nuevo. Como actor me aportó muchas cosas. La llegada a los barrios me marcó profundamente. Me di cuenta de la necesidad que hay en la gente de experimentar el arte, de ver una historia escenificada. Carnaval es lo que miles de personas esperan durante el año. Saca a la gente de la tele, convoca, genera comunidad. Aplaudo al carnaval, porque va al barrio, va en busca de su público y eso me resulta admirable e imitable.

¿Hay prejuicios del teatro hacia el carnaval?

Sí, claro. Muchos compañeros (incluso queridos) me han dicho «terraja» por hacer carnaval. Yo creo que es un arte diferente al teatro, ni mejor ni peor. Pero no me molesta eso de terraja. De hecho lo defiendo. Soy de Flor de Maroñas, escucho cumbia y soy pobre. Y, como vivo en esa realidad, quiero trabajar para la gente que veo todos los días. Los que están en la misma que yo, los «terrajas». Creo que el problema del teatro es que se alejó de la gente. En busca de grandes ideas, se sigue perdiendo en la intelectualidad y en las grandes producciones. Me parece que está buenísimo que exista el «Gran teatro», pero creo que no se debe descuidar el otro, el «teatro pobre», el que sale a la calle, al interior, a buscar a la gente. Y para que ese teatro exista no hace falta mucho dinero ni grandes subsidios.

Si tuvieras que elegir entre dos proyectos teatrales, ¿qué buscarías de ellos para hacer tu elección?

Buscaría el equipo. Quiero trabajar cómodo, con gente querida y con horizontalidad. No me gustan las jerarquías en el arte. También, como te dije antes, a la hora de elegir un texto trato de priorizar lo simple, que no por ello es menos profundo.

¿Tenés un entrenamiento específico para encarar tu trabajo actoral?

Específico… ninguno. Amo entrenar. Desde hace muchos años entreno en mi casa con pesas. Creo que para poder trabajar en el escenario se hace fundamental el conocimiento de tu propio cuerpo. Entender sus capacidades y sus límites. Es el instrumento del actor, por eso hay que cuidarlo y tenerlo activo.

¿Qué estás haciendo y qué proyectos tenés para más adelante?

Acabo de estrenar Smiley: una historia de amor, en el Teatro Solís; y Tres, en el teatro del Notariado. Además reestrenamos los viernes, en El tinglado, El deseo atrapado por la cola de Pablo Picasso. Durante el día trabajo en un proyecto que se llama Proyecto Rueda, que lleva teatro comunitario y gratuito a las escuelas públicas de todo el Uruguay. Este proyecto, que tengo el gusto de compartir con Julieta Lucena, Nicolás Pereyra y, mi novia, Soledad Lacassy, me tiene dedicado full time. Por suerte el 2018 me agarró haciendo teatro.

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