Actores

Teatro / 28 junio, 2018 / María Varela

Sebastián Martinelli

-¿Cuándo fue que decidiste ser actor?

– Yo no fui de esos niños a los que siempre le dijeron que tenía que ser actor o que se podía ver una veta. En mi familia no había una cultura arraigada al teatro y por eso fue casi nulo el contacto con el mismo. Cuando era niño, sin embargo, ya hacia la adolescencia, la música empezó a seducirme y formamos una banda con amigos. Ahí aprendí a tocar el bajo, luego la guitarra, y así fue como de a poco el arte comenzó a meterse en mi vida. Me di cuenta de que me gustaba cantar, por lo cual decidí comenzar a tomar clases. En ese entonces, la banda ya no tocaba, debido a que el estudio nos impedía seguir juntándonos y además (desde mi postura actual) no éramos tan buenos. Yo quería cantar, uno de mis grandes amigos, Javier Larnaudie, me invitó a participar de una murga joven. Ese mismo año comencé a cursar 5to artístico en el Liceo Solymar 1, en donde una de las materias específicas era teatro, obviamente ya había visto alguna obra de teatro anteriormente, me gustaba pero todavía no me imaginaba que en un futuro la elegiría como profesión. En esos dos años de liceo me enamoré del teatro: me di cuenta de que me encantaba cuando termine el liceo y mi profe, María Inés Nicolazzo, me dijo: “Vos tenés que estudiar teatro, no importa si tenés que vivir a pan y agua, no dejes de estudiar”. Le dije que sí, como a los locos, porque en realidad aún no sabía si quería ser actor, pero me gustaba actuar. Ese año me di cuenta de que quería entrar a la EMAD (Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático), pero un trabajo me impidió asistir a la prueba de ingreso, entonces busqué otras alternativas. Ahí fue cuando di con el Teatro Circular de Montevideo, y me anoté para cursar los talleres, que duran unos tres años y son dos o tres veces por semana. Luego de unas clases, quien era mi docente de Arte escénico, Gustavo Bianchi, hoy compañero y amigo, me comentó que estaban por abrir la Escuela del teatro para formar actores que luego tendrían la oportunidad de ingresar al elenco estable de la institución. Quienes se habían inscripto para entrar a la escuela estaban cursando unas pruebas de ingreso y me sumé a uno de los dos grupos que allí estaban ya formados, en donde elegirían candidatos para poder entrar a estudiar. Quedé seleccionado. En ese momento no entendía nada de lo que me pasaba ni de lo que estaba haciendo, pero tenía un impulso interno que no me dejaba ver para atrás. Cursé la escuela del Teatro Circular, en donde cada paso que daba me decía que debía seguir. Tuve muy buenos maestros a nivel profesional y personal, ellos fueron mostrándome que ya no había marcha atrás. Ser actor ahora era lo único que creía que podía hacer bien y me gustaba, la ecuación era simple. Egresé de la escuela, luego de casi cuatro años de pasar por todas las emociones, darse contra uno y contra otros, dejar muchos trabajos y amigos, me di cuenta de que ya no había nada que me gustara más que estar en el escenario. Después de egresar y de que me invitaran a formar parte del elenco, decidí rotundamente ser actor.

-¿Cómo ha sido incorporarte al elenco del Teatro Circular?

La verdad la incorporación fue muy fácil ya que todos los actores del elenco me abrieron las puertas y me ayudan constantemente, ya sea con consejos a nivel actoral o de la vida, ahora el Circular es mi casa, y digo bien mi casa, porque la realidad es que estoy de lunes a lunes ahí y me encanta. Todos los integrantes de una manera u otra están presentes. Aún los estoy conociendo a nivel profesional y ellos a mí. También me estoy conociendo yo mismo a nivel profesional, pero todo fluye muy bien, sigo aprendiendo al lado de actores con mucha experiencia.

-Además de actor sos músico, conjugaste esos dos roles en una obra de niños que dirigiste, Historia Pirata, contanos algo de ese trabajo.

 Historia Pirata fue sin lugar a dudas una combinación peligrosa y encantadora. En aquel entonces estaba en la murga Shangrijuelas, en donde conocí a Mariano Carrasco, director de la murga, quien luego de casi tres años de amistad me comentó que tenía unas canciones para niños, que se las cantaba a sus alumnos, y estos quedaban fascinados, entonces me preguntó si me animaría a escribir una obra. No sabía si pegarle un cachetazo o abrazarlo, ya que para mí en ese entonces era un enorme desafío, porque yo nunca había escrito nada. Le dije que sí, supongo que es por ese impulso interno, que a esta altura me hace medio kamikaze y no me importa darme contra lo que sea, diría Fernando Toja: “Sos 220”. Volviendo al grano con la pregunta, creé una historia donde sus canciones iban apareciendo y en cada canción utilizábamos un efecto diferente: títeres, teatro negro, baile y música en vivo. Dirigirlo fue muy estresante ya que formé un elenco con actores y murguistas. En el comienzo no fue fácil pero de a poco se fueron mixturando. Trabajar con amigos es muy lindo, tenía un equipo genial en el cual cada uno de los integrantes dejó cosas muy lindas y fue un trabajo con mucho cariño. A nivel personal me encontré en un rol que me gustó, no fue fácil pero al final valió la pena. Mis amigos y quien era mi novia en aquel momento me ayudaron mucho a sacar adelante ese proyecto. Y debo agradecerles a todos por confiar en mí.

-¿Qué es lo que más te atrae del teatro?

-Me gusta la ficción, lo imposible, lo mágico… En el escenario no hay nada que no pueda pasar, se juega constantemente con nuestra imaginación y la del público. Me gusta proponer constantemente, buscar lo extraño en la vida y llevarlo a la escena… Pensar en estar desdoblándose permanentemente, el acercamiento a nuestro interior. El teatro transformó mi forma de vivir, me reformuló valores, me enseñó cosas muy importantes de la vida y me hizo una persona más abierta en cuanto a lo emocional y a lo racional, intentar ser mejor, representar lo que vivió otro ser humano, o no, y aprender de esos sentimientos que pudo haber vivido, o no. Me gusta ver teatro, ver cómo otros lo ven, tratar de entender lo que me quieren mostrar y sacar mis propias conclusiones de ello. Me encantan las charlas con actores, diseñadores, técnicos. El mundo que envuelve al teatro es encantador y me fascina trabajar con nuevos artistas, ver cómo ven la vida. Aprendo e investigo constantemente, soy muy curioso. Para mí el teatro es el lugar donde todo puede pasar (cómo no podría gustarme tener ese lugar), mi pedazo irreal de realidad.

-¿En qué tipos de proyectos te gustaría participar?

-En principio estoy abierto a cualquier propuesta, ya sea un experimento o una creación colectiva, me gustaría trabajar en alguna comedia ya que amo hacer reír a la gente, me genera mucha satisfacción, me divierte divertir. Los musicales también me interesan. Y por supuesto las obras para niños o adolescentes que son un público magnífico.

-¿Tenés algún proyecto para este año?

-Actualmente estoy trabajando en Calígula, dirigida por Alfredo Goldstein, en el Teatro Circular de Montevideo, y en El Polilla, dirigida por Fernando Toja, en el teatro El Galpón, en Extensión Cultural. Hace dos semanas comenzamos con los ensayos de El amigo fantasma, de Fernanda Muslera, dirigida por Robert Moré para el Teatro Circular de Montevideo, en donde me siento muy a gusto y orgulloso de estar ensayando un texto nacional.


Héctor Spinelli

-¿Qué recuerdo tenés de tus comienzos en el teatro?

-Si miro hacia atrás, surgen las imágenes de compañeros que fueron referentes, maestros, y decenas de espectáculos que me han marcado para siempre. No son solo imágenes, anécdotas o buenos recuerdos, a cada uno de ellos los veo enmarcados en una circunstancia particular, resolviendo un problema, preocupados por lo que pasa en el mundo o dando un ejemplo a los más jóvenes. Ingresé a un teatro a los diecisiete años; mentía mi edad y oculté a mi padre —obrero ferroviario— mi pasión al punto de cambiarme el nombre. Poco redituaba entonces ser actor. Ahora, si miro a los costados, me siento un sobreviviente de una generación que tuvo como marco y fue protagonista de la efervescencia social de los sesenta. Aquella efervescencia no era otra cosa que el afán impostergable de una generación de hacer otro país, más justo; y entonces los actores debimos marchar con los obreros, estudiantes e intelectuales por Vietnam, por Cuba, y ser “capaces de sentir como propia cualquier injusticia que se cometa en el mundo”. En mi caso, escuché por primera vez recitar a Marcos Ana en un Centro Anarquista del Cerro y mi vida cambió definitivamente. No me resultó difícil conciliar las dos actividades —las tres, porque estudiaba—, hasta que llegamos al pachecato en los años setenta y a la necesidad imperiosa de profundizar el compromiso político. El resultado es que no hice teatro desde el año 71 hasta el 86, que volví del exilio.

-Como un actor de larga trayectoria y conocido por su compromiso social, ¿creés que nuestro teatro siempre estuvo comprometido social y culturalmente con nuestras vidas?

-El teatro fue una rica vertiente que contribuyó a cambios profundos en la sociedad uruguaya a fines de los años cincuenta. El teatro nos reflejaba como pueblo, nos enseñaba y nos conectaba a otras realidades. Todo esto, pienso, está aún vigente. No podíamos excluir al teatro, por su carácter de arte social, de lo que ocurría en la región. A este proceso cultural se sumaron, aquellos años, los intelectuales, los obreros, estudiantes, los músicos y artistas plásticos, y nació el Centro de la Canción de Protesta. Con la Revolución Cubana, la correlación en América cambió, y Uruguay descubrió que no estaba demasiado lejos de los problemas comunes a toda América Latina. Esto se reflejaría en los repertorios de esa época, y así surge Libertad libertad, Chau Che y otros espectáculos que, sutil o abiertamente, denuncian la injusticia o condenan el imperialismo como “primer enemigo de la humanidad”.

-Como hombre de la cultura, ¿qué temas sociales son los que más te inquietan?

-La educación.

-¿Cómo ves el futuro de la cultura en Uruguay?

-Es la izquierda política la que ha incluido en sus programas el desarrollo de la cultura y se ha servido durante décadas de la cultura y de los artistas, pero es poco lo que se ha hecho y mucho lo que se ha hundido en la burocracia… (Programa Esquinas, por ejemplo). Nadie imagina lo que hace a la salud social tener un coro en el barrio, un grupo de teatro, una murga y un cuadro de fútbol amateur. Los “departamentos de cultura” se parecen a agencias de colocaciones. Los jóvenes egresan de la EMAD sin muchas posibilidades de trabajar y vivir de un salario. Lo mismo ocurre con la Escuela de Danza (la suerte, alguna vez, me llevó a Cuba donde los artistas protestaban por los derechos de autor, pero todos, en actividad, recibían el salario de un trabajador). Veo, sin embargo, el futuro con mucha confianza. El mundo cambia para bien a pesar de todo, a pesar de lo que pasa en Siria o Palestina. Son estertores de un animal herido. Espero que para mis hijos sea diferente.

-¿Tenés muchos amigos en el teatro?

-La palabra amigo la uso muy poco, prefiero hablar de compañeros. Son todos con los que compartí un escenario o una celda por un día, por un rato o durante muchos años. Por razones de edad, tengo un emocionado recuerdo de los que ya no están. Con ellos aprendí. Pero me siento amigo de cualquiera que ame esta profesión.

-¿Qué proyectos tenés para este año?

-Volví al escenario gracias a la invitación de Querido Mario. Seguiré con este espectáculo todo lo que sea posible. Es un espectáculo para recordar y, sobre todo, para homenajear a un uruguayo excepcional como Benedetti, y que expresa con claridad y emoción todo lo que digo más arriba sobre aquellas décadas que fueron claves y que sintetizamos en la expresión de “historia reciente”. Personalmente, resueltos algunos problemas de salud, proyecto viajar hasta donde me llevó el exilio durante los años de dictadura y no conozco.

 

 

 

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