Historia del cine

Aparece la censura

Cine / 26 marzo, 2018 / Guillermo Zapiola

Todo progreso genera sus daños colaterales. En el caso de la aparición del cine sonoro, en Hollywood uno de los más notorios fue un endurecimiento de la censura, consecuencia que suele atribuirse a un señor llamado Will Hays aunque su intervención en el asunto fue más bien escasa.

Quienes crean que las denuncias por inmoralidad en Hollywood comenzaron con las denuncias de los abusos cometidos por Harvey Weinstein han leído poca historia. Los años veinte fueron realmente “los años locos”, y las acusaciones sobre excesos y libertinaje en las casas de los ricos y famosos estaban a la orden del día. El caso más notorio (y trágico) fue la muerte por sobredosis de la estrellita Virginia Rapp durante una fiesta salvaje en la mansión del comediante Roscoe “Fatty” Arbuckle, que le valió al dueño de casa una condena a prisión y el olvido. Pero hubo otros.
Los sectores más puritanos de la sociedad norteamericana exigieron que se hiciera algo con esos comportamientos y también con los contenidos de determinadas películas consideradas demasiado audaces, y la industria se aterró ante la posibilidad de que se creara un sistema de censura oficial. El tema no era de jurisdicción federal sino estatal, y se corría el riesgo de que cada Estado aplicara criterios diferentes: una película sobre relaciones interraciales podía molestar en Alabama aunque no lo hiciera en Nueva York, y podía terminar siendo prohibida en el Sur aunque no en el Norte. La industria comenzó a acariciar la idea de tener su propio código de autocensura en lugar de permitir que el gobierno se metiera en el asunto.
De todos modos el proceso fue gradual. En 1922, las empresas crearon la Asociación de Productores y Distribuidores de Cine de América (MPPDA), y nombraron como presidente a William H. Hays, un hombre vinculado al Partido Republicano y además un cristiano, más confiable para el público que todos esos judíos (de hecho no todos lo eran, ni lo son hoy) que mandaban en Hollywood. La tarea de Hays debía ser vigilar que las películas no cruzaran ciertos límites, y funcionar como “control de daños” en caso de escándalos demasiado públicos que, prometía, no habrían de repetirse. Su trabajo no fue realmente el de un censor sino el de un encargado de relaciones públicas que debía demostrar (o hacer creer a la prensa) que la industria estaba haciendo algo para que las películas y el comportamiento de sus hacedores se mantuviera dentro de ciertos cánones “correctos”.
La censura vino después, y Hays tuvo poco que ver con ella aunque su nombre haya quedado vinculado para siempre al código que comenzó a aplicarse en 1934. Uno de los principales factores fue la aparición del cine sonoro. Un sonido sugestivo, el ruido en off de una prenda al deslizarse, un susurro o un gemido del otro lado de la puerta, podían acicatear la imaginación del espectador (y eventualmente su lascivia) de una manera que el cine mudo no podía lograr.
A ello se sumaron los efectos de la Gran Depresión, que suscitaron toda una línea de producción de películas de “atención social” de la empresa Warner, con películas claves como la magistral Soy un fugitivo (1930) de Mervyn Le Roy (sobre los abusos del sistema carcelario ), Esclavos de la tierra (1932) de Michael Curtiz (sobre maltratos a campesinos en el Sur) o Infierno negro (1934) del mismo Curtiz (sobre inmigración, explotación laboral y luchas sindicales), que fueron solo algunos de muchos ejemplos. Antes todavía, en El águila azul (1926) de John Ford se pudo hablar del tráfico de drogas, tema luego prohibido. También en el plano sexual comenzó a imperar en la pantalla una libertad (relativa) que hoy parece impensada para la época, desde el debate, aunque con cierta perspectiva moralista, de los temas del aborto y la anticoncepción en las películas de Lois Weber (una de las primera mujeres cineastas) a la polémica sobre roles masculinos y femeninos de Hembra (1933, otra vez Curtiz), o desnudos de Maureen O’Sullivan (en realidad de una doble de cuerpo) en el papel de Jane en Tarzán y su compañera (1934).
Esas audacias y otras (el subversivo disparatario verbal de Groucho Marx, por ejemplo) convencieron a Hollywood de que había que tomar medidas más enérgicas. Ya en 1929, la industria había encomendado al editor católico Martin Quigley y al sacerdote jesuita Daniel A. Lord la elaboración de un código de normas que pusiera en su sitio a inmorales y subversivos. El texto fue sometido a varias revisiones a cargo de los directivos de los estudios y estuvo listo en 1930. Sin embargo, su aplicación comenzó a llevarse a cabo recién en 1934, porque implicaba una serie de negociaciones con los exhibidores que no fueron fáciles de terminar.
En primer lugar, el código (que pasó a llamarse código Hays, aunque insistamos en que Hays tuvo poco que ver con él) no era de aplicación obligatoria. Una sala podía exhibir una película sin la aprobación del código, y legalmente no se podía hacer nada contra ella, aunque seguramente la decisión le valiera varios dolores de cabeza con las grandes empresas. Ahí hubo otro daño colateral: el surgimiento de las grindhouses, cines baratos donde se exhibían películas, no menos baratas, no aprobadas por el código, y en las que había desnudos, drogas, o más violencia de la admitida en las salas más civilizadas.
Uno de los empeños de la industria fue que el código permitiera que todas las películas fueran aptas para todas las edades: es un dato que la calificación por edades que rige hoy en los Estados Unidos comenzó a aplicarse recién en 1969, cuando el código terminó de pasar definitivamente a la historia. Suele afirmarse también que el código cortó las alas creativas de Hollywood, pero el punto es discutible. Es cierto que obligó a no tratar ciertos temas en la pantalla y a tener cuidado con otros, pero por otra parte no impidió que los auténticos creadores se expresaran con verdadero talento. Salvo mejor opinión, el mejor período del cine norteamericano abarca aproximadamente el período de su existencia, precediendo a la lenta decadencia que se ha agravado después. Pero esta es apenas una introducción: el análisis del código mismo y sus efectos queda para la próxima nota.

 

 

Comentarios

[vivafbcomment]