Actrices

Victoria Césperes

Entrevistas / 29 diciembre, 2018 / María Varela

-¿Siempre sentiste el deseo de ser actriz?

-Cuando era adolescente me subí al escenario de mi liceo a representar un personaje de la obra el Desalojo, de Florencio Sánchez —fue una propuesta de la profesora de literatura el representar lo que estudiábamos ese año—; ahí que empecé a darme cuenta de que quería seguir experimentando esa sensación de jugar a ser otro… siendo uno mismo pero en otro. Esa sensación de jugar otro rol me fascinó. Empecé mi formación escénica en el Teatro Circular, donde siento que es mi casa hasta el día de hoy. Luego estudié en la EMAD, donde tuve grandes maestros, como mi amado Levón, Mario Ferreira y tantos docentes y compañeros que me enseñaron lo que luego pude empezar a desplegar trabajando en El Circular, en El Galpón, en la Comedia Nacional de la mano de Alfredo Goldstein (director que me dirigió en varias obras), en La Candela, en el Teatro del Centro, en Teatro en el Aula… Y luego tocó irse a Chile y a Buenos Aires. Hasta los 30 años trabajaba en un negocio familiar y luego me dediqué de lleno a la actuación, profesión que amo y que es mi pasión absoluta.

-¿Qué significa para vos estar en un escenario?

-Subirse a un escenario es una experiencia maravillosa, transformadora, y una responsabilidad que agradezco en cada oportunidad. Hace veinte años que me subo a un escenario… y sí, parece ayer y todas las frases hechas que tanto nos calzan a veces… esa sensación de renovación, de fuego interno, de conexión con el otro, con el espectador es una sensación de disfrute única y una responsabilidad compartida que agradezco cada vez que la puedo vivir.

-¿Cómo encaraste tu vida fuera del país? ¿Sentiste que diste un salto cualitativo en tu profesión con ese cambio?

-Cuando me fui de Uruguay lo hice por una decisión personal, no profesional. Salía de una operación de cáncer de mama y tenía la necesidad imperiosa de empezar de nuevo en otro lugar. Buenos Aires siempre me gustó, entonces me aventuré a vivir una nueva experiencia de vida. En ese momento terminaba de trabajar en la tercera temporada de Mentira la verdad. De ahí me fui a Chile, donde viví casi tres años, y fue la primera vez que gestaba un proyecto propio como actriz y productora de una obra de teatro a base de improvisación e investigación, junto a Luis Barrales, dramaturgo y director chileno. Fueron ocho meses de trabajo junto con Juana Viale, donde se dio la creación de La sangre de los árboles, obra que la considero un antes y después en mi vida personal y profesional; hace tres años que la estamos realizando en diferentes escenarios, países y festivales. Luego volví a Buenos Aires y fui invitada a trabajar en el Paseo la Plaza, con la obra Dinner, dirigida por Valeria Ambrosio. También tuve la posibilidad de trabajar con grandes actores al participar en El marginal. Sin duda estos años fueron un salto cualitativo a nivel personal y profesional. Claramente estoy plantada de una forma distinta, porque la experiencia de vida nos hace crecer en escena también. Soy muy afortunada y agradecida, porque puedo trabajar en diferentes escenarios, crear puentes, acá o allá, en distintas orillas, y eso me enriquece mucho el alma. Conocí distintos directores, actores, personas hermosas que quedan en el corazón para siempre.

-¿Qué diferencias sentís que hay entre tus trabajos en Uruguay y los otros trabajos realizados fuera del país?

-La diferencia que siento es por la experiencia de vida que uno tiene, uno no es el mismo (por suerte), porque la vida es cambio, sin dudas. Trabajar en Argentina me enseñó a dejar los miedos a lo distinto o a lo que uno no conoce. Me hizo más flexible y también me enseñó que el teatro es un espacio en el que, sin importar de dónde o de qué nacionalidad seas, uno conecta con ese lenguaje universal tan maravilloso de la escena y con el espectador.

-Luego de haber estrenado en Santiago de Chile La sangre de los árboles, de Luis

Barrales, la presentaron en Montevideo, donde tuvo mucha aceptación del público. ¿Cómo sentiste ese reencuentro con el público uruguayo?

-Gracias a la maravillosa gestión de Laura Pouso y a Gustavo Zidan, que siempre nos abrió las puertas de la Sala Verdi, presentamos la obra cinco veces en Montevideo, y luego realizamos una gira nacional presentándonos en casi todos los teatros del país. Fue una experiencia maravillosa. El público uruguayo nos recibió increíble, llenamos cada función cada día, hasta hicimos función doble en más de una oportunidad. La sangre… es mi primer proyecto personal de creación de esas características.

-¿Tenés algún proyecto para el año próximo?

-El año que viene estreno nuevo rol como directora de un monólogo de humor escrito por Manuela da Silveira; va ir los jueves a partir del 24 enero en UnderMovie. Empezamos una amistad desde que filmamos una película brasileña, en el 2017, en Uruguay; y cuando me propuso dirigirla me pareció un gran desafío que tenía ganas de experimentar. El proceso es maravilloso y descubrir ese rol también es fascinante. Me encanta el proceso de verlo de afuera y dirigir siendo actriz. El 2019 me trae mucha felicidad a nivel profesional, porque también empiezo a ensayar, bajo la dirección de Coco Rivero, junto a un elenco talentoso y maravilloso, una obra de teatro musical, Yentl, que va a estrenarse en el Movie, en el mes de mayo. Siempre quise trabajar con Coco y estoy muy agradecida porque, aparte del corazón, también lo laboral me hizo tomar la decisión de volverme a Uruguay. Me instalo nuevamente en Montevideo, en enero, luego de siete años de haberme ido. Feliz de volver a mis raíces. Los puentes siguen con Buenos Aires; también trabajaré allá pero mi base va a estar en Montevideo. Año de cambios.

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