Teatro Circular: entrevista a Gerardo Begérez

Entrevistas Centrales / 30 enero, 2025 / Luis Vidal Giorgi

GERARDO BEGÉREZ:

Las  reinas del tango destaca por ser una obra profundamente emocional y vibrante, que combina el humor, la música y el drama en un equilibrio perfecto”

Gerardo Begérez (1981), actor y director, que también ha incursionado en la dramaturgia, es egresado de la generación 2000 de Teatro El Galpón, como él mismo define su camino creativo versátil, lo ha llevado a experimentar en distintos géneros y estilos teatrales, así como a transitar por distintas ciudades y continentes, lo cual le ha brindado una formación amplia. Luego de un tiempo vuelve temporalmente a dirigir en nuestro medio, ahora en el Teatro Circular.

Luis Vidal Giorgi

-Tu regreso a dirigir en Uruguay se da luego de instalarte en Barcelona poco antes de la pandemia, donde aún permanecés, por lo que tu anterior espectáculo creo que fue en el Notariado con Estela Medina, en el 2018. Recordemos entonces, brevemente, ya que el teatro solo vive en la memoria, algunos de los espectáculos que presentaste en nuestro medio.

-Desde el año 2018, resido en Barcelona, una ciudad que me ha permitido explorar nuevas facetas artísticas, donde me dedico tanto a la dirección como a la actuación, con un énfasis reciente en este último aspecto. Actualmente, tengo tres espectáculos en cartel, lo que me mantiene con una actividad vertiginosa. Esta semana comienzo con El secreto, una comedia que me entusiasma enormemente, ya que me desafía a transitar un estilo humorístico que nunca había explorado. Es un proyecto que exige mucha destreza física e interpretativa, y estoy convencido de que sorprenderá al público.

En Uruguay, mi último montaje fue El test en el Teatro del Notariado, una comedia comercial que tuvo gran éxito y que dirigí con un elenco de lujo: Graciela Rodríguez, Humberto de Vargas, Gabriela Iribarren y Coco Rivero. Previamente, también en el Notariado, dirigí La golondrina de Guillem Clua, junto a la gran Estela Medina, quien me ha honrado trabajando conmigo en tres ocasiones. Antes de eso, realicé numerosos espectáculos en el Teatro El Galpón, como la emblemática Cocinando con Elisa, que nos valió varios premios Florencio, y otros como Horror en Coronel Suárez, un drama musical de mi autoría, escrito para Alicia Alfonso; Mi hijo solo camina un poco más lento y Nerium Park, una ambiciosa puesta en escena posible gracias al premio otorgado por la Comunidad Europea.

Uruguay siempre será mi raíz, el lugar que me formó y donde obtuve reconocimiento, premios y, sobre todo, el calor del público. Volver allí para dirigir siempre es un acto de amor hacia mi tierra y su gente. En Barcelona, en paralelo a la dirección, he desarrollado una necesidad física de actuar. Este impulso se traduce en obras como Trío, una comedia que escribí hace trece años en Buenos Aires y que, en su primera versión, estuvo tres años en cartel con gran éxito. Tiempo después, ya instalado en Barcelona, decidí darle una nueva vida, estrenándola en 2020 en la Sala Pangolí. Desde entonces, Trío se ha convertido en un fenómeno teatral aquí, transformándose en una obra de culto que lleva cuatro años agotando entradas y siendo abrazada tanto por la comunidad LGTB como por el público en general. Ahora estoy trabajando en la segunda parte de Trío, que planeo estrenar en el segundo semestre de este año, después del estreno de El secreto.

-Artistas como Jaime Roos han dicho que el tango te llega a determinada edad, te está esperando con su carga de nostalgia, pero también podemos agregar que toca la identidad, y más para alguien que está fuera del país. ¿Cómo llegás al tango y a escribir una obra atravesada por ese tema?

-El tango siempre estuvo presente en mi vida, como un eco de mi identidad rioplatense. Pero fue al estar lejos de Uruguay cuando comenzó a resonar de otra manera, con más profundidad. Para quienes vivimos fuera, el tango se transforma en un refugio, un recordatorio de nuestras raíces, una memoria colectiva que nos une. Es música, es poesía, pero también es pueblo, calle, resistencia y lucha. Es una expresión que nace de lo popular, de las voces del barrio, de las historias cotidianas que se vuelven universales.

En Las reinas del tango, utilicé el tango como una excusa poderosa para hablar de algo que me atraviesa profundamente: la mirada femenina. El tango, históricamente asociado a voces masculinas, al lamento del hombre, al drama viril, aquí se feminiza. En esta obra, las mujeres se apropian del tango, lo transforman, le dan una vuelta única, lo aggiornamos. Es un canto a la fuerza y la voz de la mujer, que resignifica el tango, lo trae al presente y lo hace hablar de lo que queremos decir hoy.

El tango en esta obra no es solo música, es un símbolo, un lenguaje que expresa la lucha, los sueños, la sensualidad y la potencia femenina. Es un tango arrollador, con voz de mujer, que no solo recuerda el pasado, sino que también imagina un futuro más igualitario, más vibrante, más nuestro. Cada nota, cada letra, cada movimiento en escena es una celebración de lo que somos y de lo que queremos ser.

Las reinas del tango no es solo un homenaje al tango, es también una reinvención, un abrazo al presente desde la tradición, pero con una voz que grita con fuerza: la voz de la mujer.

-El texto es de tu propia autoría, ¿cómo fue el proceso para elaborarlo pensando en ocho actrices?

-Escribir Las reinas del tango fue como componer una partitura emocional, donde cada nota, cada palabra y cada personaje cobraban vida para narrar una historia llena de matices. Desde hace tiempo soñaba con mezclar dos géneros que me apasionan: la comedia musical más tradicional y la comedia con el estilo de humor que suelo trabajar en mis espectáculos. Siempre fui un espectador entusiasta de musicales, tanto en Broadway como en Londres, ciudades donde suelo viajar para disfrutar de ese arte que tanto me inspira. Pero no quería quedarme solo en lo que ya existía; quise crear algo que dialogara entre lo popular, lo comercial y lo profundamente teatral, integrando música y humor de una forma orgánica y única.

No pensé inicialmente en un número fijo de actrices. Pensé en una historia que quería contar, una historia que fuera profundamente nuestra, del Uruguay, y que resonara en quienes la vieran. A medida que avanzaba en la escritura, las voces femeninas comenzaron a surgir como una necesidad inevitable. Cada giro en la trama, cada emoción que quería plasmar, pedía a gritos la aparición de un nuevo personaje, de una nueva mujer que aportara algo único al relato. Así nacieron estas ocho mujeres, todas diferentes, pero profundamente humanas y reconocibles, con roles muy específicos dentro de la obra.

Ellas son el corazón de Las reinas del tango. Su fuerza y carisma en escena son los que generan una conexión tan poderosa con el público. Cada espectador puede verse reflejado en ellas, reírse de sus ocurrencias, emocionarse con sus historias y, en los momentos más intensos, sentir cómo la sala se llena de aplausos espontáneos. Hay algo mágico en ver cómo el público se entrega a estas actrices: las risas son constantes, los momentos emotivos tocan fibras profundas y el final… el final es una ovación.

Escribir esta obra fue como un diálogo constante con el tango y el teatro, una mezcla entre lo que disfruto como espectador y lo que quería ofrecer como creador. Es un homenaje a la energía arrolladora de estas ocho mujeres que se apropian del escenario, del tango, y lo transforman en algo vivo, vibrante y actual.

-¿Cuáles son los aspectos relevantes de la obra en sus contenidos temáticos y de la puesta que la hacen atractiva para los espectadores?

-Las reinas del tango destaca por ser una obra profundamente emocional y vibrante, que combina el humor, la música y el drama en un equilibrio perfecto. Temáticamente, la obra aborda cuestiones universales como los sueños, las pasiones y los conflictos humanos, pero siempre desde una perspectiva femenina y con una mirada actual. Es un homenaje al poder de la mujer, al tango como arte y a la capacidad del teatro de transformar emociones en experiencias colectivas.

Uno de los aspectos más relevantes es cómo el tango se resignifica en escena. No es solo un recurso musical; es un lenguaje que atraviesa la narrativa y se convierte en un personaje más. A través del tango, exploramos no solo la melancolía y la nostalgia, sino también la fuerza y la resistencia que lo hacen tan nuestro. Además, esta obra se atreve a feminizar el tango, a darle una voz nueva que conecta con el presente y revaloriza su esencia.

La obra también toca temas profundamente humanos y conmovedores. Habla de la amistad como un refugio inquebrantable, de la pasión por el arte y de la idea de que un artista nunca se jubila. Las protagonistas nos muestran cómo los sueños pueden persistir a lo largo de la vida, cómo la ilusión puede permanecer viva hasta el último momento, aferrada a un micrófono, a un escenario, como si fuera el primer día. También hay una reflexión sobre el legado, sobre la importancia de seguir creando, incluso cuando las luces parecen apagarse, porque el arte es inmortal y quienes lo crean, de alguna manera, también lo son.

En cuanto a la puesta, el espectáculo es una experiencia visual y sonora arrolladora. Cada detalle está cuidado para sumergir al público en un universo único: desde las coreografías hasta las interpretaciones musicales, pasando por un diseño escenográfico que dialoga con las emociones de las protagonistas. Las luces, los colores, los movimientos y las voces se entrelazan en una sinfonía teatral que cautiva los sentidos.

Lo que realmente hace atractiva a esta obra es su capacidad para generar empatía. Los espectadores se ríen, se emocionan, se reconocen en las historias y se sorprenden con los giros inesperados. La energía en la sala es palpable; es un espectáculo que trasciende lo escénico y se convierte en una experiencia compartida, donde el público se siente parte de algo más grande. Y, como broche de oro, las ovaciones finales son prueba de que la conexión entre el escenario y la platea ha sido total. Las reinas del tango no es solo una obra de teatro; es una celebración de la vida, del arte y del poder transformador de las mujeres.

-¿Alguna frase significativa o situación que condense la temática o el clima de la obra?

-Una frase que define el alma de la obra es: “Mientras tengamos un pie en el escenario y un tango que nos haga vibrar, seguimos vivas, seguimos creando”. Este momento surge como un grito de resistencia y un manifiesto artístico, donde las protagonistas dejan claro que el escenario no es solo un lugar, sino una extensión de quienes son, una trinchera desde la que se enfrentan al paso del tiempo y a las adversidades de la vida.

Una de las situaciones más significativas de la obra ocurre hacia el final, cuando las protagonistas, tras superar conflictos y diferencias, se reúnen para interpretar juntas un tango que simboliza la unión y la fuerza colectiva. Es un momento cargado de emoción y simbolismo, donde las voces individuales se transforman en un coro poderoso que llena la sala y envuelve al público.

Este instante condensa la esencia de la obra: no solo se trata de la música ni de los personajes, sino de la conexión humana, de la lucha por mantenerse fiel a uno mismo y al arte. Es un homenaje a la perseverancia y al legado del tango, resignificado a través de la energía y la voz de estas mujeres que, a pesar de todo, nunca dejan de soñar ni de crear.

-¿Cómo ves a tu generación teatral en cuanto a inserción y propuestas?

-Mi generación teatral, tanto en Uruguay como en otras partes del mundo, ha sido testigo de grandes cambios y desafíos, pero también de una evolución que considero enriquecedora. Venimos de una tradición donde el esfuerzo, la creatividad y la pasión han sido las bases para construir nuestras carreras. A diferencia de generaciones anteriores, creo que hemos aprendido a ser más versátiles, a adaptarnos a diferentes medios y formatos, y a buscar maneras nuevas de contar historias, manteniendo siempre una fuerte conexión con nuestras raíces culturales.

Sin embargo, uno de los grandes problemas que enfrentamos como generación es la ausencia de maestros. Los que tuvimos el privilegio de formarnos con los grandes referentes del teatro, que lamentablemente ya no están, sentimos un vacío existencial en el alma. Nos dieron todo: su conocimiento, su disciplina, su pasión, pero ahora que ya no los tenemos, ese vacío se traslada muchas veces a nuestras creaciones. Es como si faltara una brújula, una guía. Aunque seguimos creando y honrando su legado, la verdad es que sin ellos el teatro no se siente del todo igual, como si algo fundamental se hubiera perdido.

Por otro lado, afortunadamente, nuestra generación ha sabido alejarse del teatro panfletario, ese teatro político que en otras épocas tenía una fuerte carga partidaria y que muchas veces terminaba alejando al público. Hemos aprendido a quedarnos con lo mejor de nuestros maestros: su fuerza creadora, su disciplina y su impulso por innovar. Pero también entendimos que el teatro debe ser una herramienta de transformación política desde un lugar más amplio y reflexivo, no desde el panfleto ni desde la política partidaria.

Personalmente, como creador, busco que mi teatro sea una invitación a reflexionar, que aporte algo bueno a la vida de las personas, tanto a quienes lo creamos como a quienes lo disfrutan. El teatro debe emocionar, debe inspirar y transformar, pero siempre desde un lugar honesto y auténtico, lejos de dogmas o discursos que aburran al espectador. Creo que es ahí donde radica el poder transformador del teatro: en ser un espejo de la vida, en hacernos cuestionar y sentir, sin dejar nunca de ser un acto artístico que conmueve y enriquece.

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