Columna de cine

¡Socorro, niños!

Cine / 1 julio, 2019 / Guillermo Zapiola

Se acercan las vacaciones de julio, y la cartelera comienza a poblarse de películas dirigidas al público infantil. Es posible que cuando se lea esta nota, escrita diez días antes de publicarse, algún título haya cambiado, pero su contenido general seguirá teniendo valor.

Uno de estos días habrá que dedicar una nota a hablar mal de la empresa Disney, que no es ya una corporación cinematográfica hollywoodense sino LA Corporación por antonomasia, que ya ha absorbido a sus antiguos asociado de Pixar, a Lucasfilms, a D.C. y a la Fox, y si la dejan pronto se tragará al resto de la industria del cine norteamericano. Por el momento es la dueña de casi todas las franquicias que hacen dinero, excepto los superhéroes de Marvel y 007, pero no hay que perder las desesperanzas. Uno de los consuelos es que hoy estamos probablemente mejor que la semana  que viene.

Ese exabrupto de primer párrafo no constituye empero el tema central a comentar ahora, sino apenas el marco en el que corresponde ubicar las valoraciones que sigan. Empieza julio, y la cartelera se puebla de película dirigidas al público infantil y juvenil, y suelen darse los dos o tres mayores batacazos de taquilla del año: los a veces sufridos padres tienen que acompañar a sus hijos al cine, y deben pagar dos entradas en vez de una (afortunadamente han casi desaparecido las películas concebidas estrictamente para nenes muy chicos, y por lo general lo que se ve admite lecturas complementarias: los niños se divierten con algunas cosas, y los padres disfrutan con elementos que escapan a la comprensión de los más chicos).

Una de las más desconcertantes tendencias de la industria hollywoodense de hoy, y en particular del impero Disney, ha sido la reiterada vocación por realizar remakes de acción viva y con gran despliegue de efectos de CGI de sus clásicos animados. Si la memoria  no falla, esa línea empezó con la fallida a media Alicia en el País de las Maravillas de Tim Burton, y ha seguido con La bella y la bestia, las actualmente en cartelera Aladdin y Dumbo y la inminente El rey león. Extendiendo un poco el concepto  habría que incluir en el lote a Maléfica, que era en definitiva una relectura de La bella durmiente, aunque en ese caso la variante de ángulo era lo suficientemente importante como para que no se pueda hablar de remake.
Si uno es un amargado irremediable o un viejo carcamán puede rezongar, por supuesto, preguntándose para qué se necesitan esas nuevas películas si las viejas eran, en algunos casos (por lo menos Dumbo y La bella durmiente) auténticas obras maestras o apenas un poco menos, aunque los críticos suelan mirarlas por encima del hombro. El razonamiento menos grato es por supuesto de tipo comercial: las nuevas películas están apelando al mismo tiempo a un público adulto que recuerda las otras, y a un espectador joven  que no las conoció. Otra vez: dos entradas en lugar de una.

Consideraciones sociológicas a un lado, queda todavía la obligación de examinar el mérito, auténtico o no de las nuevas versiones. ¿Vale la pena verlas? Veamos.
Reconozcamos en primer lugar, por lo menos, si no su originalidad (ya sabemos dese el principio, más o menos, lo que vamos a ver) su profesionalismo. Se puede preferir el Aladdin animado, pero el de acción viva dirigido por Guy Ritchie posee agilidad y humor, resulta visualmente atractivo, y se deja ver sin esfuerzo por los padres mientras los pibes se divierten. Es posible vivir sin ella, pero no molesta vivir con ella, y el genio de Will Smith resulta particularmente divertido aunque uno prefiera recordar la voz de Robin Williams en la versión animada.
Dumbo es un poco más, y el motivo radica acaso en que esta vez Tim Burton no se dejó atrapar como en Alicia. La película es más Burton que Disney, y en este caso particular eso es una ventaja. Burton busca apegarse a un universo más “realista”, y el circo en que transcurre gran parte de la acción es un espacio insoslayablemente burtoniano: un lugar poblado de inadaptados, de marginados y de freaks, desde la sirena gorda hasta el mago latino. No falta quien haya visto en la película, incluso, una sutil crítica al universo disneyano en su alusión a los artistas del circo esclavizados por su patrón y la parodia de Disneyland en el Dreamland del señor Vandevere. Sentidos ocultos al margen, la película funciona como un entretenimiento para todo público y de buen nivel. Los seguidores más fanáticos de Burton van a agradecer que el director utilice una vez más a algunos de sus actores favoritos (Michael Keaton, Danny DeVito, Eva Green) y prescinda de Johnny Depp.

Un párrafo final para otro aporte disneyano a la cartelera infantil: la cuarta entrega de la saga Toy Story. “Heredada” por Disney de los antes independientes estudios Pixar, la saga continúa estando, a la altura de su cuarto capítulo, a un nivel de calidad de animación excepcional. Sus personajes siguen siendo entrañables, hay situaciones divertidas y emocionantes, y la animación es de primer orden. Si no tiene un nene que lo acompañe, consígase uno prestado.

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