Teatro en el mundo
Los nuevos rostros de los inmigrantes
Teatro / 30 noviembre, 2018 / Por Luis Vidal Giorgi
La caravana de inmigrantes centroamericanos ya ha llegado a la frontera con Estados Unidos, con la serie de conflictos que se preveían, pero también en países como Chile y, por supuesto, el nuestro, la llegada de inmigrantes está implicando una serie de situaciones que el teatro trata de reflejar y constituye uno de los temas más actuales.
JORNALEROS SIN FRONTERAS
En los propios Estados Unidos, en Los Ángeles y en español, que ya es el segundo idioma de ese país, aunque en un limitado ámbito universitario, una creación de teatro comunitario muestra la experiencia de la inmigración latina. La obra se llama Stories of the River (Historias del Río). En ella, según consigna la información, el personaje principal, Isabela, cuenta los recuerdos que tiene de cuando cruzó la frontera junto a sus padres, quienes se rehusaron a dejarla con familiares en México. En la obra vivencial: “Isabela tendría apenas unos 10 años cuando sus padres la tomaron de la mano para llevarla al Norte, en busca de una vida mejor. No obstante, en el trayecto la niña experimenta la pérdida de su tía y por mucho tiempo piensa que se la había llevado el Río Grande. La realidad termina siendo otra: la tía Lencha decidió no arriesgarse y volvió a su pueblito. Las dificultades que Isabela y su familia enfrentaron en el viaje marcaron su vida y dejaron una huella que la sigue hasta su presente”.
Su directora Lorena Morán, que fundó el grupo llamado Joranaleros Sin Fronteras en el 2007, agrega: “Esta es una pieza para meditar y reflexionar sobre un tema de mucha actualidad y la realidad que pasan los niños al cruzar la frontera.”
El teatro comunitario está bajo el patrocinio de la organización no gubernamental El Rescate del centro de Los Ángeles. Y se definen como actores “que no buscan la fama ni el dinero, sino la oportunidad de generar conciencia sobre las problemáticas reales en la vida de los inmigrantes”. Su primer obra sobre, justamente, los jornaleros se llamó Ilegales. En su primera obra, la directora Morán señalaba que el grupo la salvó de una depresión cuando llegó a Estados Unidos desde Guatemala. Ella trabajaba en empleos de construcción. Dice: “El teatro es lo que me regresó a la vida”.
PUENTES EN LA CORDILLERA
En Chile también han llegado corrientes inmigratorias de países como Venezuela y Haití, allí el grupo Teatro del Puente ha puesto en escena la obra 40 mil kilómetros, que es lo que mide el perímetro de la Tierra. En esa obra cuatro inmigrantes cuentan su historia de ser extranjeros: una argentina, una boliviana, una española y un haitiano. La obra narra las vivencias de esos cuatro personajes. Señala una interesante y reflexiva crítica de José Arredondo: “De los relatos se desprende el dolor del desarraigo pero también la voluntad de adaptación a un país en el que muchos de los usos y costumbres les resultaron, y resultan, extraños y ajenos. Desde lo que puede ser un tema de comidas hasta el lidiar con algún episodio de xenofobia, clasismo o prejuicio. Como chilenos, y a pesar de ser un país en gran medida construido a base de inmigración, nos caracterizamos durante mucho tiempo como un pueblo cerrado y no muy proclive a convivir con extranjeros, quizás cierta condición de aislamiento, encerrados entre mar y cordillera, nos hizo crecer mirándonos el ombligo y no ver más allá de nuestro entorno más cercano. Fuimos durante siglos una nación muy ajena a la pluriculturalidad, y las actuales corrientes migratorias para muchos han resultado una prueba de adaptación y tolerancia que no les resulta fácil”.
NO ES PAÍS PARA NEGRAS
Y para no dejar a la vieja Europa sin mencionar, de allí compartimos la referencia a una obra unipersonal de la actriz española afrodescendiente Silvia Albert Sopale: No es país para negras. Señala la actriz: “Me ha tocado hacer de todo. No me siento representada cuando veo películas o series, así que después de mucho tiempo creé mi propia obra y comencé a hacer los papeles con los que sí puedo ser yo”. Dice refiriéndose a la experiencia de un casting: “Me pidieron poner acento de África y cuando pregunté por cuál país, me dijeron que daba igual, que solo tenía que poner acento africano”.
La obra parte de la historia y de las mujeres negras que viven en España. Sopale recuerda su infancia, cuando tenía que soportar sin conocer el significado que le cantaran la canción del “cola-cao” o la del “conguito”, y hasta las situaciones más íntimas y afectivas: “Cómo es tener un novio blanco, cómo te tratan los amigos de tu pareja, la hipersexualición de la mujer negra, cómo alguien que no quiere ofenderte y te ofende sin querer con el lenguaje”.
En una parte de la obra le pregunta al público: “De dónde creen que soy, ¿de qué país?”. El público responde: “Camerún, Ghana, Senegal”. A lo que ella responde: “Nací en San Sebastián”. Y agrega: “Durante mucho tiempo decía que era ciudadana del mundo, pero me di cuenta de que decía eso porque no quería sentir el rechazo cuando decía que era española. Cuando me quedé embarazada de mi hija retomé el discurso de que yo soy española. Ahí se acaba la conversación”. Y, reflexionando, expresa en su obra: “Mis padres tienen la identidad muy clara. Mi madre es guineana y mi padre de Nigeria. Yo, como hija de la diáspora, la tengo más confusa. Parece que tenemos que escoger. Cuando vives en España eres guineana y cuando llegas a Guinea Ecuatorial eres considerada española. Eso está dentro de nosotras también y durante años he sentido el desarraigo, pero ahora mis raíces son tan profundas que yo siento que están aquí y están en Guinea”.
CONVENTILLO LATINO
En Buenos Aires también se ha presentado una obra sobre el tema: Conventillo, con dramaturgia y dirección de Luz Moreira y Felipe Rubio, inspirada en las obras de Discépolo, como Babilonia; en lugar del tano, el galllego o el ruso, ahora sus personajes amontonados en un apartamento venido a menos son un mexicano, una paraguaya, una colombiana y un chileno. Los nuevos rostros de la inmigración van generando elencos acordes y la revalorización del teatro como lugar para dar voz a los siempre postergados.