Levón: “La polaridad entre el amor y la muerte se encuentran en la base de nuestra existencia”

Entrevistas / 28 junio, 2018 / Luis Vidal Giorgi

Levón, actor de la Comedia Nacional de una rigurosa formación clásica pero en búsqueda de la experimentación para expandir sus límites, también en la dirección ha oscilado entre los textos clásicos y el acercamiento a autores contemporáneos. Ahora afronta un texto que, al mostrar los encuentros y desencuentros amorosos en una ronda de amantes, mantiene la vigencia indeleble de ese deambular eterno en busca de la otra mitad.

-El autor escribe y se forma en el ambiente intelectual de la Viena de principios del siglo XX, donde, entre otros talentos, están desarrollando su obra Sigmund Freud o Stefan Zweig, por citar algunos. ¿Cómo se expresa esas influencias en la obra de Schnitzler?, ¿por la temática?, ¿por las búsquedas expresivas?

-Es tal la efervescencia cultural en la Viena de los principios del XX que con solo imaginar estar sentado en uno de los bancos de una de sus plazas y ver deambular por allí a Mahler, Shönberg, Kokoschka, Schiele, Klimt, uno estremece. Ser  testigo de un centro neurálgico de las artes y las ciencias. Y entrever la influencia de Freud, y la desconfianza mutua entre este y Arthur Schnitzler, propias de la afinidad que los unía. Como dato anecdótico, confesaba Freud que veía en el dramaturgo, bajo sus vuelos poéticos, en sus anticipadas conclusiones de sus obras y lo que de ellas extraía, elementos de su teoría y las reconocía como suyas. Esa identificación lo atormentaba a tal punto que solo a través de una carta le trasmitió sus pudores y la imposibilidad de conocerse personalmente.

-Has puesto en escena una obra de Thomas Bernhard, autor austríaco, y actuado en otra sobre el filósofo, también austríaco, Wittgenstein. ¿Te atrae especialmente ese mundo donde crece el arte refinado pero también asoma la violencia más brutal que vendrá en las guerras mundiales? Como la película de Taco Larreta: Nunca estuve en Viena, pero…

-Es que la belleza… ¡Un poco de belleza, por favor! Y es que las pulsiones eróticas, la lucha por derribar las convenciones, la polaridad sobre el amor y la muerte, las estrategias de poder y la ceguera por conquistarlo se encuentran ineluctablemente en la base de nuestra existencia y son acicates formidables cuando nos atrevemos a la inventiva, el puro capricho o la inasible creatividad para ponerlas en escena , y son la posible llave para recordarnos la vanidad de las cosas, y cuanto nos falta aún para asombrarnos de que las rosas huelan simplemente a rosas…

-La obra en su momento generó cierto escándalo y estuvo prohibida. Incluso las versiones cinematográficas tuvieron intentos de censura. ¿Qué reacciones se dieron? Sus temas son el amor y el desamor, el erotismo itinerante que no colma, la incompletitud del ser humano, ¿cúales son los que te interesan como director?

-De La Ronda Schnitzler imprimió doscientas copias en 1900 para difusión privada. Pero el escándalo estalló desde el principio. Solo en 1903 apareció la primera edición pública en alemán, pero en una editorial vienesa. Sí, su estreno en 1920 provocó atentados y escándalos públicos y se concretó a pesar de la amenaza de cerrar el teatro.

Todos los temas y cada uno de los que mencionas, y algunos más. Es tan misteriosa el alma del hombre y la mujer… Todos y cada uno, y algunos más provocan, hieren, exaltan al hombre y a la mujer en sus fibras más íntimas y nos desafían a bordear lo íntimo… y por qué no entrever los humores y los entresijos de los cuerpos… Y como debe ser, claro, a través de un vidrio oscuro…

-Has vuelto a dirigir en El Galpón. ¿Algo más que quieras señalar de esta nueva puesta en escena fuera de la Comedia?

-Agradecer a El Galpón su confianza hacia mí, el apoyo diario que recibo, y a cada uno de los intérpretes, porque solo a través de su entrega, su devoción y del tan bienvenido como imprescindible humor del que hacen gala en los ensayos, disfrutamos en la investigación y en la bienvenida e imprescindible discusión.

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