Entrevista central
Horacio «Tato» López: «Del vértigo a la reflexión»
Entrevistas Centrales / 30 enero, 2018 / Gerardo Mantero & Luis Vidal Giorgi.
-Desde tu etapa de basquetbolista tuviste una itinerancia por muchos países y culturas, esas vivencias despertaron en ti la necesidad de conocer y reflexionar sobre las distintas realidades que te tocó vivir. ¿Qué diferencia hay entre esos años de búsqueda que tiene una intensidad más juvenil, sin lugar a dudas, con esta etapa más reflexiva, tanto que deriva en el proceso de la escritura, en la que se puede apreciar una decantación de esas vivencias viajeras?
-En el año 78 viajo a Estados Unidos para quedarme; yo tenía 17 años y nuestro país estaba en dictadura. Por supuesto, lo mío era una locura con el básquet, además tenía la oportunidad de encontrarme con jugadores de basquet que… ¡guau!, ¡tipos de verdad!, tipos más jóvenes, con unas capacidades físicas, con unos entrenamientos, unos conceptos… aquello era inclusive más intenso de lo que me hubiera imaginado. Pero por otro lado estaba todo lo otro, que no me preguntes por qué… yo se lo adjudico a la construcción que recibí como ser humano de la gente con la cual crecí: mi pequeña familia —padre y madre—, pero también la familia de ellos —mi abuelo paterno y mi abuelo materno—. Mi abuelo paterno se fue muy temprano, pero estaba muy presente… periodista, grandísimo periodista que marcó una época, fue el creador de “La Biblia burrera” que era la referencia del turf uruguayo cuando el turf era algo que nucleaba a la sociedad uruguaya; mi padre también fue periodista, seguí viviendo a través suyo todo ese mundo. Por el otro lado estaba mi abuelo Rodolfo Usera. Yo llevo el nombre de los dos: Horacio López y Rodolfo Usera. El abuelo Rodolfo era un genio, un hombre sabio. Reunía a sus hijos y sus nietos y hablaba, y sacaba temas… era un hombre riquísimo, fue decano de Física, de Química, pero daba pedagogía, hablaba cuatro idiomas: hablaba alemán, francés, inglés. Hasta el día de hoy cada vez que los nietos nos juntamos nos ponemos a contar cuáles son las influencias cotidianas que nos dejó el abuelo “papá Lolo”, porque son innumerables…
- Vos lo mencionás en el primer libro…
- Sí, claro, es una figura determinante en toda la familia. De hecho, cuando él empezó a faltar la familia se empezó a disgregar. Su preocupación eran sus libros, cuando falleció ya había elegido y designado a una persona que se hiciera cargo de ellos. Dicha persona trabajó durante dos años —y dos años es mucho tiempo— de lunes a viernes, ocho horas diarias, para clasificar sus libros. Tenía una de esas casas con una escalera real, con cinco o seis cuartos gigantescos, todos tapados de libros hasta arriba: había libros en el piso, montañas de libros en el piso, y nosotros jugábamos a correr por arriba de los libros… ése era el abuelo. Tenía desde el Manifiesto del Partido Comunista hasta Krishnamurti ¡en la década del sesenta! Las únicas discusiones que tenía con la abuela era cuando él le reclamaba “¿por qué no hay fruta?” y la abuela le decía “porque no hay plata; “pero cómo que no va a haber plata” retrucaba, y ella le respondía “andá a fijarte cuántos libros compraste y vas a ver por qué no hay plata”. Me parece que es este tipo de hechos que hicieron que no solamente me gustara el deporte, y también de la experiencia que me dejó la primera vez que estuve en Estados Unidos. Cuando llegué hacía tres años que habían firmado la paz con Vietnam. Yo me sentaba a la mesa con negros, iba a la iglesia con los negros, fumaba porro con los negros, andaba con los negros… siempre acompañado de Jimmy, un botija rubiecito que era de Chicago; éramos grandes amigos.
- ¿En qué ciudad de Estados Unidos estaba localizada la Universidad? -
En Quincy, Illinois… en el interior, mucho más cerca de St Louis. Después, en el 80, la cuestión fue similar. Puedo contar lo que fue el debate entre Reagan y Carter, que venían del Irangate; te puedo contar cómo fue la campaña, me veía todo. Creo que ese interés por otros asuntos más allá del básquetbol provenía de lo que era mi familia. Mi padre era una persona cultísima a quien yo escuchaba hablar de la historia del Uruguay y siempre decía lo mismo: “Este país sin Batlle hubiera sido cualquier disparate”; entonces te llevaba a entender las cosas un poquito más allá. Yo no estudiaba un pito, pero mis viejos se encargaban de mandarme a un lugar donde medianamente tuviera que estudiar, entonces, por ejemplo, yo era… no sé… campeón sudamericano de básquetbol, me habían elegido el mejor jugador del Sudamericano, o Uruguay tenía un equipo que jugaba a nivel mundial, pero yo iba a dar mis exámenes libres al Dámaso. Recuerdo que una vez que tuve que dar un examen libre y esa noche tenía una final, de todos modos me presenté a darlo. - Te determinó el clima familiar, y supongo que también el haber vivido en otros países debido al básquetbol, porque además de jugar en EEUU lo hiciste en Europa. - Después de Estados Unidos viví en Italia, donde me tenían muy acotado porque aquello era un profesionalismo extremo y yo tenía un entrenador yugoslavo que en aquel momento estaba adelantado veinte años a las cosas. Me tenía todo el tiempo en el establo; así y todo te puedo hablar de Nápoles como si fuera la palma de mi mano. Vivía a 15 kilómetros de Nápoles en la misma época que allí estaba el Diego —Maradona—. Pero, por ejemplo, también viviendo luego en Argentina en el año 87, o más adelante en San Pablo —me acuerdo que por entonces la gobernadora de San Pablo era Erundina, la primera mujer con ese rango a nivel regional— yo me involucraba y quería saber qué pasaba y cómo eran las cosas en el lugar donde estaba. El otro día escuchaba a una escritora decir que Argentina, particularmente Buenos Aires, fue para ella tremenda, para bien y para mal; para mí fue lo mismo, ahí fue donde me convertí en un lector compulsivo. Aprendí lo que no había aprendido todavía de vinos, espectáculos, de muchas otras cosas… hay cosas que no quiero contar porque dicen “ah, éste nos está reescribiendo la historia”. Yo iba a las reuniones de Osvaldo Bayer donde había treinta parejas de ancianos anarquistas de la Federación Obrera Regional Anarquista… Me acuerdo que un día la charla era sobre la banda Baader-Meinhoff, las cosas positivas y las negativas… ¡mirá de lo que te estoy hablando! Entonces iba a una biblioteca anarquista, iba al Centro Parakultural bonaerense...
- En el momento del boom del Parakultural, en los años ochenta y pico…
- Exacto. Leía “Cerdos y Peces”, no me perdía los recitales de Luca Prodan, que murió ese año. Por ejemplo, viví el fenómeno ricotero y te lo cuento: se murió Luca y quedó un vacío, no sabíamos qué hacer y “pah, adónde vamos… mirá, está esto acá”. ¿Me explico? Y en Uruguay… ni hablar, recuerdo el año 86, volvimos de jugar el Mundial, me tenían podrido en el equipo que entrenaba, era un desastre, y me fui a una acampada del Partido Socialista… Me preguntaba “¿voy a estar perdiendo el tiempo con esta gente?”. O sea, toda mi vida —si bien mi contención, mi pasión y mi guía era el arte del básquetbol— estaba acotada y yo tenía otros intereses. -
¿Es cuando termina tu época de deportista y comienza tu etapa de escritor?
- Cuando me quedo sin el básquet empiezo a temer por mí. Primero, porque el básquet me daba al menos dos veces a la semana una adrenalina a la cual estaba acostumbrado… “¿y ahora qué va a pasar conmigo?, ¿no será que arranco para cualquier lado?” Porque hay que tener cuidado, y ¿qué es lo que surge al poco tiempo? Me voy de viaje, me fui a la India y fue entonces que hice una transferencia de la locura y la pasión del arte del básquet, pude ir sustituyéndola por esto de viajar. Empecé a volcarme mucho más hacia todo ese descubrir cultural, artístico, geográfico, de cabeza… Aparte sale dos pesos, ¡porque son dos mangos! Lo único que se necesita es el tiempo porque viajar, la verdad, son dos mangos. Hice un viaje, volví para la selección en 2014 y al mes me senté a sacar cuentas: me salía más caro estar acá que estar viajando, ¡una cosa de locos!
- Fuiste un jugador de elite. Lo mismo sucede con el fútbol: en nuestro país, sin un contexto adecuado, surgen jugadores que luego pueden competir en medios profesionales mucho más exigentes. ¿Cómo se explica en el caso del básquet que esto sea posible? ¿Se debe a que tenemos buenos técnicos, al peso de una tradición…?
- Lo primero que se me ocurre para esta respuesta tiene que ver con lo que observo al seguir, como obviamente lo hago, todas las noches el básquet de la NBA… Uno se da cuenta de cosas como que éste no se lleva con aquel, el técnico está cansado de este otro, el árbitro le tomó idea a Fulano… es que el básquet, de alguna manera, es el mismo en todas partes del mundo. Entonces, si vos tenés esa capacidad para ajustar tu básquet a otro básquet, y vas a sobrevivir, no importa lo alto que sea… A los jugadores que en general en Uruguay la rompen, el medio no los puede parar. Pienso en Batista, por ejemplo, quien con veinte años en un campeonato agarró 15 rebotes por partido, ¡un disparate! Pienso en Fitipaldo… Este tipo de jugadores se hacen un camino que sea facilitador: “De acá me voy a acá, a este básquetbol que es mejor”, como puede ser, por ejemplo, el argentino. Les puede llevar un tiempo, pero se adaptan, empiezan a resolver y luego pegan el salto a otro… y se vuelven jugadores de primer nivel. Tenemos varios ejemplos, incluso jugadores de dudosas capacidades innatas para llegar a donde llegaron pero que, de alguna manera, lograron conectar con la esencia del juego y readaptarse a esas nuevas exigencias. Eso sucede, aunque no en la misma medida que en el fútbol, en primera instancia por una cuestión de biotipo: estamos limitados como en el fútbol por una cuestión de población, y lo que nos ha pasado en los últimos diez o quince años es que los talentos, las capacidades innatas, no están teniendo profesores, docentes, condiciones como para desarrollar el potencial; eso también está sucediendo. Pero bueno, es algo que de cualquier manera sigue pasando porque, por ejemplo, en este momento tenemos un súper jugador que es Jason Granger; tenemos un jugador que está jugando a muy buen nivel como Bruno Fitipaldo… Esteban Batista estaba jugando a muy buen nivel y por una decisión de vida se vino para acá, es muy posible que retome su carrera y vuelva… en definitiva no ha cambiado mucho con respecto a otras épocas, porque en realidad los jugadores de elite siempre fueron pocos, luego estaban los muy buenos jugadores de nivel doméstico, y después estaban los otros con características particulares que no estaban para jugar a nivel internacional —cuando hablo de nivel doméstico, hablo de nivel doméstico sudamericano, por acá.
- Recuerdo que una vez comentaste que jugaste contra una estrella mundial como Michael Jordan.
- Sí, jugué contra él en sus inicios, en los años 84, 85,86… Era fantástico… tenía alguna carencia en aquel momento; siempre hago el cuento de que el Michael Jordan de aquella época prefería ir al cesto que lanzar, entonces le dabas un paso como para contenerlo y al primer paso te ganaba, entonces decís: “Si tirás, tirá…” (risas). Recuerdo que en el partido contra Estados Unidos su suplente era Chris Mullin, que es miembro del Salón de la Fama, un monumental jugador que era lo opuesto a Jordan: el tipo agarraba la pelota, estaba a 8 metros y ¡pac!, te dabas vuelta y la ves; estaba a 4 metros y ¡pac!… era aburrido, y lo cambian y me ponen a Chris Mullin, ¡los bloqueos que le ponían a Chris Mullin! ¡las cortinas para que él saliera libre eran tremendas! No estaba acostumbrado, sus compañeros eran enormes, me costaba horrible pasar y cada vez que la agarraba, la guardaba. Pensaba “¡que vuelva Michael Jordan, por el amor de Dios, que este flaco me está haciendo pasar un papelón!”. -
Volvemos a los viajes, a los temas reflexivos o sociales: en “Almas de Vagar” comparás la violencia de las matanzas colectivas que hizo el Ejército en Salvador con los campos de la muerte en Camboya. Los viajes te sirven para leer la historia y comparar el pasado con el presente.
- Sí, hay hechos que se repiten en el planeta, de la misma forma que se repiten fenómenos artísticos. Por ejemplo, en la ciudad de Bhaktapur, en las afueras de Katmandú, la gente va a ver templos impresionantes de madera que tienen unas figuras pequeñas eróticas, muy eróticas, figuras de animales… lo mismo se repite en Khajuraho, un centro arqueológico… y se da algo semejante en Perú… Las matanzas también se repiten, los genocidios se repiten, es una cosa increíble… los tejidos del Altiplano son similares a los del Tíbet. ¡Lo ves y no lo podés creer! Encontrás réplicas de sucesos y manifestaciones en cada lugar que vas. Hay cosas que la madre tierra parió, pero hay otras cosas que la madre tierra no parió, hay otras cosas que han sido organizadas por los humanos y ése es el crimen organizado, porque no podemos decir “¡ah, qué horrible lo que pasa en Libia!”; Libia era un país muy arregladito hasta hace poco, y lo mismo era Siria, con sus problemas, con sus tiranías, con lo que vos quieras señalar… Irak con Sadam Husein… pero eran países que funcionaban, en los que había confrontaciones entre la población pero no se eliminaba a la población, no se la pauperizaba por los siguientes doscientos años, porque es lo que va a pasar, como pasó con Paraguay, como pasó con Haití, como sigue pasando hasta el día de hoy. Ante todo esto yo siempre me remito a aquella frase —que no sé quién fue que la dijo— que reza si no conocés la historia la vas a repetir y no vas a entender mucho qué es lo que está pasando. Una de las cosas que me fascina de esto de viajar por el planeta es llegar y que me cuenten en el mismo lugar de los hechos lo que allí sucedió. -
¿Cómo elegís el itinerario, los lugares?
- Eso es algo que se me arma en el inconsciente, a partir, más que nada, de charlas con otros viajeros. Un día digo “ta, tengo que organizar todo para salir de viaje” y salgo, pero cada vez que vuelvo es el último viaje y, honestamente, si hoy me preguntas no tengo ninguna intención, y eso ha sido así siempre, pero después se me arma ese viaje. -
Bueno, muchas cosas se repiten en la historia de la humanidad, y también existen cambios de importancia como el crecimiento de China y lo que significa el impacto de su producción.
- Sí, pero ¿sabés qué es lo que veo?, que los chinos cuando hacen algo se encargan de que vos ganes…
- ¿Te parece?
- Sí, ellos no van a hacer un negocio si no tienen certeza de que vos vayas a ganar… -
¿Estados Unidos piensa lo mismo? -
No… y los europeos menos. Los vi en toda África dirigiendo, construyeron las carreteras y los trenes de toda África; son arreglos de gobierno a gobierno. Son arreglos que se basan en que yo te voy a hacer esto porque después me va a servir… Por ejemplo, los barcos, los puertos… ellos se encargan de establecer otras reglas porque no son ningunos tontos. Saben lo que ha pasado en el planeta en los últimos 600 años, y ellos establecen otra relación con la gente. Había 40 mil chinos en Libia, los tuvieron que sacar a todos; habían invertido miles de millones de dólares en Libia. No hacen las cosas a medias. Recuerdo cuando yo decía “no se juega al básquetbol en piso de cemento al aire libre, se juega en el gimnasio y con piso de parqué… discúlpenme, señores, me voy, no voy a discutir con ustedes, esa es la verdad…”. Me fui, ¡a otra cosa!, ¿cierto?… yo sabía que tenía razón, y sé que tengo razón… por eso me animo a decir cosas que sé que chocan… Gandhi y Mandela no son los amados en India y en Sudáfrica… a Mandela le faltó Oliver Tambo. Tambo fue su dos, cuando forman el primer bufete negro en Sudáfrica, Mandela tenía un socio, Oliver Tambo. Cuando va en cana, Tambo zafa y es Mandela quien está treinta años en el mundo, en el planeta con toda la tarea diplomática, con la guerrilla en Tanzania y Mozambique, y ellos llegan a acuerdos sin hablar, pero yo no estoy muy seguro de que Oliver Tambo quería lo que quiso Mandela, capaz que Sudáfrica era otra cosa ahora, porque entonces se hubieran puesto condiciones y las calles no se seguirían llamando con los nombres de los presidentes del Apartheid… Oliver Tambo se murió de un infarto a los seis meses que Mandela asumió y en Sudáfrica dicen que a Mandela le faltó Oliver Tambo y su mujer, que se divorció de él… y de eso te enterás ahí, en el lugar. En India pasa lo mismo. Ahora están haciendo monumentos y homenajes a un personaje que se llama “Babasaheb” Ambedkar. Nunca había escuchado hablar de él… un sin casta, un auténtico sin casta. Gandhi a las castas las mantuvo, y les respetó los negocios a los ingleses, y la premisa fue vamos a no pelear… y tiene una prensa maravillosa. Ho Chi Minh no tiene buena prensa, y los sacó del culo a todos, y tienen un país que quisieran tener ellos.
- Pero supongo que habrás encontrado personajes y te habrán pasado cosas interesantes o particulares, en especial en este último viaje que se transformó en libro sobre África.
- En este libro hablo de dos personajes, de dos instancias que justamente son mujeres. Lo que tiene de particular este libro me lo hizo ver una amiga, me dijo “todos los personajes son mujeres, casi todos son mujeres, y aparte está bueno porque son buenos personajes femeninos”. Un primer personaje que me resultó muy valioso en “Muzungu” es Anke, una mujer que fue trabajadora social, con conocimientos de medicina, enfermera… que trabajaba con mujeres rurales con sida. En la región donde estábamos había un porcentaje altísimo de sida, aproximadamente un 28% de las personas adultas estaban infectadas. Ella trabajaba para su país, una ONG holandesa… “es medio raro, porque también tenemos un orfanato —me dice—, y hay otro grupo, otra área, de donde cada tanto salen las cuatro por cuatro… pero no nos falta nada, las mujeres están súper atendidas… yo no sé por qué estoy ahí… si estuviera acá atendería a muchas más, ¡si están todas infectadas!”. Y en aquel momento, por lo que yo había vivido, más menos el diálogo ya era “sí, ya sé lo que están haciendo, ya lo vi en todos lados: en Centroamérica tienen una ONG, que hace esto y lo otro, y tienen un grupo que está vichando a ver si aparece oro, diamantes, petróleo, algún mineral, alguna tierra donde se pueda plantar no sé qué… y hacen relevamiento y si aparece algo compran, y mientras tanto tienen estos centros de atención, donde todos están muy bien atendidos, que es algo muy bueno para la población, que es fantástico y bárbaro, pero si mañana se tienen que ir se van”. Y es un poco el juego del neocolonialismo. Después, en ese mismo viaje, a la siguiente parada, conocí a dos mujeres, Ife y Arushi. Arushi es una india que fue a estudiar a la universidad de Columbia y estaba haciendo el máster; para su tesis decidió estudiar a una tribu, los Acholi, que está allá arriba, entre Sudán y Uganda. El encuentro con Anke fue en Kenia, muy cerca de la frontera. Estaba con esta chica Ife, que era una holandesa/ugandesa, profesora de historia, asistente social. Era muy enriquecedor todo lo que contaban, explicaban asuntos referidos a la organización del clan, las problemáticas que surgieron a partir del siglo XX, el alcoholismo, el evangelismo, el cristianismo, todas esas cosas horripilantes que de las que ya tenía alguna idea también por información y conocimientos que venía arrastrando de otros viajes. Arushi, que es India, decía que en África tuvieron la particularidad de que trajeron curas negros provenientes del continente americano por ejemplo, con lo cual fue mucho más sencilla la llegada a la población. Y de toda la pauperización fueron allá responsables los británicos, los transformaron en un ejército y después que los usaron, los dejaron, y luego ya se habían generado odios y venganzas. Uno de los grandes motivos por el cual África es un continente tan despoblado es porque eliminaron población de manera escandalosa. Aparte muchos murieron por infecciones. Es de locos. Entonces, parte de la conclusión a que arribás luego de haber recorrido el mundo es que lo que estamos viviendo hoy —a pesar de nuestro celular, del satélite, de Netflix y de los grandes avances en la cura del cáncer, en educación y comunicación… — es una prehistoria escandalosa donde el ser humano, por poseer no sé qué, masacra al ser humano…
- Como ha pasado siempre en la historia de la humanidad…
- Quizás de una forma mucho peor, porque quizá no fuera así antes que los europeos se tiraran al mar. La esclavitud, cierta esclavitud, tenía ciertas reglas, era entre ciertos márgenes, no consistía en sacar gente de un continente y llevarla a otro lado, y en tirar la mitad por la borda porque no los iban a precisar. No tengo muy claro que eso fuera así, no me parece. Y, por otro lado, también, lo que deja una evidencia y demuestra la condición mental y espiritual en la que está el ser humano es la cantidad de mentiras: mentimos todo el tiempo, somos una máquina de mentir y tergiversar, mentimos como locos, pero después todo es una gran puesta en escena…
- Pero también has encontrado —para darle un toque un poco más luminoso a tu relato— gente que, justamente, en la adversidad, genera redes solidarias, apuesta a la construcción.
- Muchas veces, cuando hablamos de espiritualidad, estamos hablando como de elevarnos a un mundo de fraternidad donde hay gente que nos va a guiar, donde hay libros como los que hay, religiones organizadas, gente que reúne gente para mostrarnos otros caminos en la vida… Yo lo que entiendo por espiritualidad son cosas muchísimo más sencillas como la buena voluntad, el actuar desde un lugar de humildad, el ser receptivo, tolerante, valiente… Creo que tener valores espirituales es desarrollar esos valores, no sé si eso lo consigo meditando dos horas por día, yendo tres veces por semana a una iglesia a cantar o leyendo Lao-Tse y estando en contacto en la naturaleza, con mi perro al lado… no sé… pero sé que es eso. Lo increíble es que sí hay lugares donde el ser humano tiene muy poco material y sus condiciones de vida son precarias, pero allí vos encontrás estos valores en un desarrollo mayor que en lugares donde sobran las condiciones materiales como para llevar adelante una vida, inclusive para lograr todos los deseos que tenés… porque nosotros estamos tomando agua, que es lo que necesitamos para vivir, no precisamos Coca-cola, pero de vez en cuando te vienen ganas de tomarte una y eso es un deseo, no es una necesidad; una necesidad es la de poder beber agua. Luego de haber viajado por África seis meses, y ésta es una de las conclusiones de “Muzungu…”, constaté que viven una vida desesperada desde el día que nacen hasta que se mueren y no saben que están viviendo una vida desesperada, no tienen ni idea… vos lo ves, viven desesperados y ellos no lo saben. Te cuento otra gran conclusión que extraigo de estos dos mundos gigantescos de los que estamos hablando, India y África… Lo que es increíble en India, igual en Nepal y algún país más en torno —Bangladesh, Sri Lanka, que los conozco porque estuve allí— es que en esos países es común que te encuentres con tipos tirados en la calle que se están muriendo —¿sabés cuántos había visto ya? —. Entonces un día me senté a pensar qué es lo que me gusta a mí de estar en este mundo… porque cuando llegué tuve dos intentos por ayudar y me pararon y me dijeron: “Usted se está metiendo en un lío espantoso. ¿Qué? ¿Va a salvar a uno? ¿Va a salvar a dos? Camine cinco cuadras y va a encontrar a diez”. Entonces, ¿qué es lo que pasa con India? Vos encontrás la exacerbación de la mala muerte, que es la muerte evitable, la mala muerte, la ves ahí, delante de ti. Ves a dos nenes, estos nenes se van a morir con esas barrigas enormes, nenes súper flacos… es la exacerbación de la muerte. Sin embargo, toda esa zona es también la exacerbación de la vida: flores, plantas, vegetación, animales, niños, agua, aire, viento, riqueza… lo ves ahí… todo; gente, gente, gente; humanos, humanos, humanos… es la exacerbación de la vida. Vos ves que en la India la exacerbación de la vida le gana a la exacerbación de la muerte, vos lo ves… En África no es así, en África gana la mala muerte. -
¿Qué fue lo que te llevó a acercarte al fenómeno Tabárez, al proceso? ¿Cuáles son sus virtudes?
- Escribí unas columnas antes del Mundial de Sudáfrica en 180… luego este librito quedó medio clandestino. Escribí unas cuantas columnas sobre el fútbol, lo fui siguiendo, escribía, me gustaba mucho lo que estaba pasando; no era que el equipo jugara bien pero me gustaba mucho lo que estaba generando. El miércoles previo al partido con Ghana —que fue un viernes—estoy ahí sentado y escucho a las 11 de la noche a un paraperiodista decir que él tiene la confirmación de que, luego del Mundial, Tabárez no va a continuar… Me fui a dormir indignado. Al otro día me levanté y dije “¡hacelo loco!, y escribí una columna que expresaba a grandes rasgos lo que decimos todos: que el fútbol uruguayo es un desastre y que siempre pasa lo mismo; cuando hay un poco de éxito todo el mundo arranca un pedazo de la torta y a nadie le importa la torta… que, en definitiva, ganar no es tener un resultado positivo; ganar es otra cosa. Y el viernes le ganamos a Ghana, el sábado —el librito que te decía trata de esto— estoy acá y suena el teléfono pero yo no atiendo. Me paré a escuchar quién era y escucho del otro lado… ¡era el Maestro! “Tato, te habla el maestro Tabárez, te estoy llamando desde… bueno, quería hablar contigo… Tomo el teléfono: “Hola. Washington, ¿cómo te va?”. Nos pusimos a charlar. “Te quería decir que utilicé una frase tuya para responderle a un periodista…” “Me llamó todo el mundo, Washington, el único que faltaba que llamara eras vos”. Charlamos un rato, nos reímos… “¿Cómo estamos? Vamo’ arriba, te mando un abrazo, cuando vuelvas nos juntamos y tomamos un café”. Y así se me armó un librito en la cabeza. Dije “voy a publicar las columnas, voy a mostrar a través de esta llamada cuáles son las prioridades dentro de este grupo de trabajo, que el responsable es capaz de hacerse diez minutos para llamar a un tipo y decirle: “Mirá, te robé un párrafo de una cosa, no lo tomes a mal”. Y, ya que estaba, agarré y presenté mi idea de lo que es el deporte, así nació este librito humilde que se llama “La fiesta inolvidable”. La fiesta inolvidable fue lo que vivimos esos días, que lo fue más allá de lo que pasó después…
- Respecto a que le quisieron pegar al principio, algún periodista que vos querés mucho y otros hicieron una campaña en contra…
- Operaron en contra, en forma sistemática, para echarlo…En la Eliminatoria estábamos eliminados… fui al estadio cuando jugábamos contra Colombia, había dos por uno con las entradas, estaba vacío… Clasificamos, lo quisieron echar; entre diciembre y el Mundial lo quisieron echar. Y luego siguió, por suerte… Entonces, ¿qué es lo que sucede? ¿A dónde nos lleva todo esto de lo que ahora estamos hablando? Hablamos de una persona que es intachable, cuyo trabajo ha sido un éxito. Tenés que observar el trabajo, porque vos fijate qué injusticia hubiera sido que aquel muchacho de Ghana hubiera metido el penal y nosotros nos hubiéramos quedado sin todo lo que vino después, porque yo no creo que todo lo que vino después no hubiera sucedido sin Tabárez. Creo que el Maestro dejó una lección cultural del cómo hacer.