Libros

Gente como uno

Libros / 3 mayo, 2019 / Rodolfo Santullo

El escritor, editor y periodista Gabriel Sosa rescata su primer libro de cuentos —Orientales Excéntricos— en una edición ampliada que demuestra la notable vigencia y calidad de estos relatos a casi 20 años de su primera aparición.

Como bien se sabe en la industria editorial, editar libros de cuentos es complicado. Es de común conocimiento que el comprador cotidiano —si sigue existiendo tal cosa a la hora de hablar de libros— prefiere las novelas y, por ello, son pocos los editores que corren el riesgo de publicar una antología, menos aquellos que publican un libro de relatos de un único autor (parecería que las colectivas algo más de público mueven, así sea por la cantidad de amigos y familiares que concita un índice nutrido) y menos todavía aquellos que reeditan un libro de cuentos de un único autor. Por fortuna, para el autor y para nosotros los lectores, existen espacios como Ediciones Túnel, donde todas estas condiciones están dadas, y tenemos entonces la reaparición de Orientales Excéntricos (recargado).

Gabriel Sosa (Montevideo, 1966) es autor de libros de cuentos (Que difícil es ser de izquierda en estos días y otras historias de amor, 2004) y novelas (El Dobre Berni, 2008; Los muertos de la arena, 2011 —ambas en colaboración con Elvio Gandolfo—; Las niñas de Santa Clara, 2016), así como el libro de investigación El lado oscuro de parir: la mujer como víctima de violencia obstétrica, 2018, que incluso hoy lo sigue poniendo frente a medios de prensa (demostrando así que la no-ficción también es mejor recibida que los libros de cuentos). Orientales Excéntricos fue su primer libro publicado, en 2001, y se encontraba hace ya un tiempo descatalogado y casi en condición de inencontrable. Esta reedición es valiosa entonces, pero no solo por su condición de rescate, sino por el gran nivel que tienen estos cuentos de un temprano Sosa que ya por aquel entonces demostraba que sabía escribir muy bien.

El libro es, antes que nada, ecléctico. Sosa presenta historias de personajes ubicados en Uruguay y, me gustaría creer, inspiradas en gran caso en historias reales. Pero luego, cada encare, cada decisión narrativa, cada elección de género —orbita alegremente entre el policial investigativo que practicara años después en Las niñas de Santa Clara, con la tradición campera o con el humor a lo Roberto Fontanarrosa— depende del relato, y hay que admitir con alegría que sale muy bien librado en cada elección (por gusto personal, me quedo con los más humorísiticos, como Carlos Leguiza, el relator vocacional o Humberto Perdomo, el escritor). En cierta medida —y visto esto en retrospectiva o con la distancia que da tener el diario del lunes en la mano— Sosa se constituye como una suerte de nexo —no solo generacional, sino también en estilo— entre autores anteriores a sí mismo —hay reflexión campera a lo Mario Arregui o la intromisión de lo fantástico en lo cotidiano tan propia de Elvio Gandolfo— y contemporáneos pero de aparición posterior (Anastacio Méndez, el soldado de Aparicio es un relato que dialoga directamente con El Despenador de Martín Bentancor; las reflexiones barriales de Juancho, el loco de la esquina bien podrían haber salido de la pluma de Carolina Bello), constituyéndose antes que nada como un gran contador de historias. A la edición original del libro se le agregaron cuatro nuevos relatos, entre ellos el mejor del libro: Pancho, el loro de la casa, que es en sí mismo un relato tremendamente redondo.

Cada cuento de Sosa narra un relato, construye un hecho y lo desarrolla con contundencia (su experiencia como periodista bien puede tener que ver con esto), y aporta en este puñado de relatos grandes anécdotas, personajes inolvidables y distintas maneras de retratar —a veces con ternura, a veces con distancia de autor policial, a veces con humor socarrón— la orientalidad.

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