Simón de la montaña

Simón es un joven de 21 años que vive al borde de la cordillera de los Andes y que, al sentir que sus sueños no coinciden con su realidad, decide modificarla. Para eso, comienza a pasar tiempo con un grupo de chicos como él, con discapacidad, que inventan sus propias reglas para amar y divertirse, mientras crecen y buscan su lugar en un mundo que no parece estar diseñado para ellos.
El protagonista consigue trabajar en una empresa de mudanzas donde para ser contratado tiene que tener algún tipo de dificultad o parálisis cerebral, con lo que el personaje les engaña en la entrevista al colocarse un audífono para lograr su objetivo.
La película aborda de manera indirecta temas como la amistad y las dificultades de muchas personas para integrarse en la sociedad. Se trata de un drama intenso, y el director Federico Luis no duda, en su ópera prima, en someter a los personajes a situaciones de máximo riesgo, para lograr hacer creíble cada uno de los pasos dados por esos trabajadores jóvenes, que forman un equipo para sacar el trabajo adelante en los momentos más difíciles.
Luis apela con frecuencia a la cámara en mano para seguir a los personajes, un rasgo que hizo pensar a algún observador que había aquí algún vínculo con el cine de los hermanos Dardenne. El relato fluye con agilidad y ritmo, aunque no escamotea los rasgos de dureza de su tema. Hay escenas de real fuerza, y una excelente labor protagónica de Lorenzo Ferro, soberbio en un personaje que implica un cambio de registro con respecto al que lo dio a conocer hace unos años en El ángel de Luis Ortega. Su papel le exige un movimiento peculiar de su cabeza, una laboriosa posición de su mandíbula, un desplazamiento desparejo de sus pies al caminar y una forma de hablar distinta. Una pequeña (o no tan pequeña) proeza.
Pasan muchas cosas en Simón de la montaña. Hay secuencias de suspenso, alguna pelea, algo de sexo, un poco de comicidad. Todo eso gira alrededor de un vacío que jamás se pretende conjurar, sino más bien sustentar hasta el último minuto. El único indicio de quién puede ser Simón consiste en reconocer que él se siente más a gusto con aquellos que tienen un documento de discapacidad. En esa comunidad, se desenvuelve con confianza y el acecho del desamparo permanece a distancia. La película aborda la diversidad y la inclusión desde una perspectiva realista, capturando los desafíos y aspiraciones de las personas con discapacidad intelectual sin idealizarlas. Esta aproximación permite que las historias de los personajes fluyan sin interferencias, logrando que el mensaje se transmita desde las propias experiencias humanas. La labor de Ferro acompaña formidablemente ese significado, y se amplía en la reflexión del espectador.
Premio de la Semana de la Crítica en Cannes.