Piaffe

Cuando su hermana Zara sufre un ataque de nervios, la introvertida Eva se ve obligada a aceptar el trabajo de Zara como artista de Foley (parte del trabajo de postproducción de sonido en una película). Se esfuerza por crear sonidos para un comercial con un caballo, y luego una cola de caballo comienza a crecer fuera de su cuerpo. Con el poder de su cola, atrae a un botánico a una aventura a través de un juego de sumisión.
Piaffe es un delirio surrealista obra de la artista visual Ann Oren, que busca hacernos reflexionar sobre la sexualidad, la identidad, a partir de sugerentes imágenes radicalmente desconcertantes. Oren arriesga el ridículo en muchos momentos y escapa de él, porque la directora no está interesada en la narrativa convencional. La evolución psicológica y sexual de la protagonista es coherente con el paralelismo de recreación artificial que hace un artista de foley, especialmente por la relevante presencia del sonido en la historia.
La puesta en escena cuida especialmente la textura de las imágenes (rueda en 16 mm, efectúa cortes y transiciones extrañas entre planos) consiguiendo potenciar la atmósfera de irrealidad y el tono surreal de la película.
La película funciona más bien como un artificio audiovisual destinado a provocar cuestionamientos de identidad sexual, de género, de relaciones de poder, o el diálogo entre hombre y animal, entre naturaleza y artificialidad. Las elecciones estéticas de Oren la convierten casi en una experiencia táctil. La textura del celuloide de 16 mm en el que está grabada, imágenes de helechos que se abren de forma similar a una erección, los arneses de caballos que emulan situaciones de bondage e incluso las luces de neón durante una toma de rayos equis: todo está hecho para estimular eróticamente al espectador sin mostrar explícitamente actos sexuales. La película hace cuestionar al espectador acerca de qué es la sensualidad y qué se esconde detrás de sus fetiches más ocultos. ¿Qué es lo que hace a algo sexy y por qué provoca tanto placer? Puede desconcertar, puede irritar, pero su anticonvencionalismo es por cierto refrescante.