Los que se quedan

Un internado para varones se queda sin casi todo el personal y los alumnos durante la temporada festiva de 1970. Atrás quedan Paul Hunham (Paul Giamatti), el impopular profesor de historia que tiene que vigilar la escuela; Angus Tully (Dominic Sessa), un alumno adolescente cuya madre no lo quiere en su luna de miel; y Mary Lamb (la impresionante Da’Vine Joy Randolph), la cocinera de la escuela que afronta sola su primera Navidad desde que su hijo murió en el servicio militar. Cuando estas tres almas solitarias se unen, hay enojos, revelaciones de secretos ocultos durante
mucho tiempo, un noble sacrificio… lo habitual.
También son habituales los personajes: Paul es cínico y frustrado; Angus es irónico e inseguro; y como Mary tiene sobrepeso y es afro, por supuesto tiene que ser atrevida. Si bien en otra película esa previsibilidad sería molesta, aquí funciona. Dentro de los límites de sus personalidades los personajes están bien escritos; ni siquiera los enojos de Angus parecen descabellados. Además, hay algunos chistes geniales.
Esta, la más reciente cinta de Alexander Payne (Elección, Las confesiones del Sr. Schmidt, Los descendientes, Nebraska, Pequeña gran vida), recrea la vida en el otoño de 1970 entre un grupo de estudiantes privilegiados de secundaria junto con su irritable profesora de clásicos y la mujer que dirige la cocina. A primera vista, esto parece ser una combinación terrible, pero a medida que avanza la película, revela más y más sustancia. Paul Giamatti, un habitual del trabajo cinematográfico anterior de Payne, aporta uno de los papeles cinematográficos más fuertes de su historia. Da’Vine Joy Randolph destaca como la supervisora ​​de cocina con el corazón apesadumbrado. Un punto flojo pero que no molesta demasiado: Dominic Sessa es demasiado mayor (33 en la vida real) para interpretar al rebelde estudiante de secundaria Angus (17 en la película). A pesar de esto, Los que se quedan es una comedia dramática de primer nivel.