Belle

La lejana fuente de inspiración está en el clásico relato La bella y la bestia de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont. La historia ha conocido tantas versiones (de Jean Cocteau a Disney) que quedaban pocas expectativas de que pudiera hacerse algo original con ella. Esta película del japonés Mamoru Hosoda, un creador con elogios previos por El chico y la bestia (2015, Los niños lobo (2012) y La chica que saltaba a través del tiempo (2009) desmiente magníficamente esos escepticismos.
Con una mezcla de animación tradicional y un refinadísimo uso de la computadora, la película arranca con la idea de una aplicación informática capaz de trasladar los parámetros biométricos de sus usuarios a avatares que los representarán en un inmenso y colorido mundo virtual en el que uno puede ser cualquier cosa que desee. En esa red social y lúdica y omnipresente, entra Suzu, una triste y anodina adolescente que arrastra un grave trauma infantil, que descubrirá que en este nuevo mundo dejará de verse coartada por su timidez para retomar su afición a cantar, convirtiéndola en su nueva y adorada diva bajo el nombre de Belle. La aparición de un turbulento avatar conocido tan sólo (¿qué esperaban?) “La Bestia” atraerá irresistiblemente a la chica, dando pie a una historia que se desarrolla en dos planos: el virtual y el real día a día del personaje que lidia con las frustraciones e inseguridades habituales de la adolescencia.
La película arranca con un metamensaje, como si fuera un instructivo de un nuevo programa instalado que sin embargo esconde las necesidades dramáticas de la película, tras ello, el color delimita la presencia de ese falso mundo, una ilusión vibrante llena de avatares de tonalidades intensas como el vestido de Suzu, formado por rosas de un rojo vivo que recuerda los musicales de Minnelli, donde la presencia del Technicolor era la introducción a la ensoñación y la fantasía, especialmente en los musicales donde la ilusión cantada era elevada a categoría artística. La relación entre Belle y la bestia no se apoya sobre motivos románticos, sino que es una relación de comprensión, de complementariedad, de necesidad. Ambos son seres rotos, destruidos por la tragedia y lanzados al mundo. La bondad de ella mostrará las heridas internas de la bestia, lo hará más humano, lo revelará como un ser que debe ser entendido y no juzgado por su horrorosa apariencia o por interrumpir aquella supuesta paz diseñada por los creadores del mundo virtual.
Técnicamente deslumbrante, con una poderosa partitura a cargo de Taisei Iwasaki y un creativo uso de la canción y la música. Belle impresiona por una realización y cuidado sobresalientes, un espectáculo visual y sonoro de particular inventiva. Una obra maestra del género.