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Cine

Cónclave

  • Inicio: 30/01/2025
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Reino Unido, 2024

Dirección: Edward Berger

Guión: Peter Straughan, sobre novela de Robert Harris. Fotografïa: Stéphane Fontane. Música: Volker Bertalmann. Producciön: Indian Paintbrush, Filmnation Entertainment, Access Entertainment, House Productions. Elenco: Ralph Fiennes, Stanley Tucci, John Lithgow, Isabella Rossellini, Brian F. O‘Byrne.

Duración: 120 minutos

Hay una inesperada vuelta de tuerca al final de este thriller religioso, y el director Edward Berger y su equipo debieron saber desde el principio que estaban arriesgando cruzar los límites de la “suspensión de la incredulidad” al incurrir en ella. Es muy posible que a estas alturas, y a partir de las polémicas que la película está generando en el mundo, ese twist final ya sea ampliamente conocido, pero de todos modos resulta indebido extenderse sobre él en una nota de presentación que debe evitar los spoilers. Ello conlleva un inconveniente: impide un debate más a fondo acerca de las intenciones conceptuales y dramáticas de la película, y obliga a incurrir en algunas generalizaciones, quizás insuficientes.
Hagamos una concesión inicial. No estamos ante un mero ejercicio de barato sensacionalismo comercial (y mal cine) como El código Da Vinci, sino ante una película hecha por gente inteligente. Aceptemos entonces que el final no es un simple giro anecdótico espectacular, sino una deliberada opción al servicio da una idea: que la burocracia católica es un lío (algo que se sabe desde quince minutos después de la Ascensión de Cristo), que requiere reformas que impliquen mayores grados de tolerancia, y que una discusión acerca de identidades sexuales podría contribuir a ello. Queda para una amplia discusión posterior si la propuesta de la película es la más acertada para poner esos temas sobre el tapete, pero está ahí y corresponde señalarla.
Olvidemos entonces el twist final, aunque dé trabajo, y concentrémonos en la película previa a él. Hay bastante talento en ella. El Papa ha muerto, y se convoca al cónclave que debe elegir su sucesor. De acuerdo a una larga tradición histórica, comienzan entonces los tironeos, las polémicas, la “campaña electoral” que cada papable y sus partidarios llevan a cabo. No hace falta apelar a historiadores anticatólicos (alcanza con el formidable Henri Daniel-Rops) para conocer que a partir de ese momento comienzan a operar fuerzas non sanctas que buscan favorecer a cada bando.
La película esquematiza su conflicto como un enfrentamiento entre “conservadores” y “progresistas”, y propone como ejemplo de los primeros a alguien apellidado Tedesco (que en italiano significa “alemán” y en quien no es difícil reconocer una alusión a, o más bien una caricatura de Benedicto XVI), y de los segundos a un cardenal simpático interpretado por Stanley Tucci que quiere cambios pero no desea ser Papa. La carta más inesperada del libreto surge con la incorporación de un cardenal mexicano designado in petto (es decir, revelado en el lecho de muerte) por el papa anterior, y que es quien oculta el secreto que podría desencadenar un escándalo. Discusiones a un lado queda un film narrado con solvencia, con un esmerado diseño de producción, bastante conocimiento del funcionamiento de la burocracia vaticana, y un elenco con varios picos de calidad (Fiennes, Lithgow, Castellito) entre los cuales Tucci se ubica por encima del resto. Queda también la polémica, que va a seguir luego de encenderse las luces de la sala.

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