Todos tenemos nuestra Nona

Destacado Slider / 30 septiembre, 2024 /

Ya pasaron casi cincuenta años del estreno de La Nona de Roberto Cossa en Argentina. Toda una revolución dramática en medio de un país envuelto en una dictadura feroz. Muy poco después, su desembarco en Uruguay, con otra dictadura feroz dominando impiadosamente. Claro que, en aquel momento, la asociación con ese poder ilimitado, aparentemente invencible, era inevitable. Por más que lo sorprendiera al propio autor. Al menos así lo declaró en varios reportajes. El realismo se rompía con esa anciana centenaria interpretada por un hombre, que empezaba jugueteando con el costumbrismo, pero que desde el vamos era una advertencia tan divertida como peligrosa.

 

La Nona se tragaba a todos, por supuesto. Se tragaba a su familia, que era una especie de microcosmos en el que la comida asomaba en todo momento. Y a través de la comida, engullía una clase social, engullía los sentimientos, engullía los sueños y los deseos de todos. Se apropiaba de los recursos materiales y afectivos de los personajes que la rodeaban, que mañana, tarde y noche estaban a merced de sus requerimientos.

 

¿Cómo puede dudar el espectador de hoy de esa abuela encantadora que en su inicial simpatía parece meter a su familia en una decadencia progresiva de la que raramente se puede volver? ¿Quién puede condenarla en principio? Pero cuando Cossa empieza la obra, las cosas están muy claras. La ternura o la compasión van cediendo a medida que las esperanzas se van difuminando. Esa abuela italiana del sur ha generado esa familia que la sirve como si fuera el Minotauro —si realmente el Minotauro fuera el monstruo que se nos vendió—. Exige, exige y exige, y nadie le puede negar un “cacho de mortadela”… porque es la Nonita.

 

Pero esa Nonita con su imagen oscura y acechante también, que nos causa mucha gracia, va transformándose en una suerte de ángel exterminador. Siempre nos queda la duda. ¿Qué es esta Nona? ¿Qué representa de nosotros? ¿Qué hacemos para dominar nuestras Nonas? ¿Podemos zafar de sus garras? ¿ Hay salida para la familia de Carmelo Spadone, ese trabajador incansable? ¿Hay salida para nuestra familia, para nosotros, para los que nos dejamos dominar por esa apariencia querible que permanentemente nos empuja al vacío?

 

Pero cuando el espectador vaya a ver La Nona hoy, en este convulsionado 2024, seguramente se va a reír mucho, va a congelarse su risa y va a poder pensar que esa Nona está a la vuelta de la esquina, o en la esquina de nuestro propio ser.

Lo atractivo será qué ve ese espectador de esta Nona, que estalla con su pincelada de comedia para afincarse en un grotesco sin concesiones. Sí, claro. Por ahí están los fantasmas de Discépolo  o de Langsner. O más atrás, los del propio Florencio. Autores que retrataron las frustraciones de este rincón del planeta como nadie. La mesa está servida. Literal y metafóricamente. La Nona los espera, porque tiene hambre, un hambre infinita. ¿Ustedes podrán liberarse? Comer o no comer: ese es el dilema. Comer o ser comidos. La abuela quiere un poco de salamín. ¿Ustedes serán capaces de negárselo?

 

Alfredo Goldstein

 

 

LA NONA

de Roberto Cossa

Elenco: Héctor Guido, Silvia García, Solange Tenreiro, Marcos Zarzaj, Soledad Lacassy, Pierino Zorzini y Luis Fourcade.

Dirección: Alfredo Goldstein.

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