¡Socorro, franquicias!

Cine / 29 junio, 2018 /

Ya se sabe que no hay nada más exitoso que el éxito, y si una película ha funcionado en taquilla resulta casi inevitable que haya una secuela o una remake. Pero algunos estamos pensando que la industria está abusando.

Mientras se escriben estas líneas están en cartelera Avengers: Infinity War, Jurassic World: el reino caído, Deadpool 2, Los increíbles 2 y Ocean’s 8: las estafadoras, y acaba de bajar Han Solo, una historia de Star Wars. Es decir: seis películas estrenadas con pocos días de diferencia eran secuelas, precuelas, integrantes de una franquicia exitosa, o variantes de una fórmula con fama previa (Ocean’s 8 implica, al igual que la reciente y horripilante Cazafantasmas, una vuelta de tuerca de género, en este caso a la trilogía iniciada con La gran estafa, con Clooney y sus amigos, que derivaba a su vez de Once a la medianoche, una vieja película del Rat Pack de Sinatra y compañía).
Las remakes y las secuelas no son una novedad en la industria hollywoodense del cine. El halcón maltés (1941) de John Huston fue la tercera versión en diez años de la popular novela de Dashiell Hammett, y mejor no contar cuantas veces se filmó Los miserables o Los tres mosqueteros. Lo que fastidia es ver cuántas películas insisten con lo mismo, se repiten o fingen reinventarse cuando ya habían sido inventadas hace apenas cinco, diez o quince años.
Por supuesto, unas películas son mejores que otras. No puede dejar de verse con cierta simpatía la animación de Brad Bird en la secuela de Los increíbles, esa amable sátira a las películas de superhéroes, y es probable que la nueva Jurassic World (el autor de estas líneas no la ha visto aún) sea por lo menos entretenida, además del hecho de que a todos nos gustan las películas de dinosaurios. En el otro extremo, Han Solo parece haber pasado, merecidamente, sin pena ni gloria, y los Avengers incurren en el inevitable defecto de las películas que reúnen a varios superhéroes: superponen diversas mitologías y el resultado suele oscilar entre la confusión y el tedio (reconozcamos que la idea de incorporar a loa Guardianes de la Galaxia resulta simpática). Escapando un poco de la norma está Deadpool 2, que se burla del género desde adentro y ocasionalmente lo hace con un buen sentido del humor.
Pero el lío es más de fondo que todo eso. Este sexteto de películas forma parte de un aluvión, probablemente cuarenta o cincuenta títulos en los últimos diez años, que ya exhibe graves elementos de saturación. Otra vez los héroes con trajes ridículos y a menudo el calzoncillo por encima del pantalón, otra vez los efectos digitales reemplazando a la presencia humana, otras vez los rayos láser o las explosiones para resolver alguna situación clave. A George Lucas lo echaron de la saga de Star Wars, pero sin mejorar el resultado: ya van dos películas más de la saga central y se viene la tercera, y Han Solo es el segundo de dos spin-offs. DC ha demostrado que no sabe muy bien qué hacer con sus superhéroes, y pudo pasar del solemne Hombre de acero al menos fallido de lo que se dice Batman v Superman, y luego a la trivialidad de La liga de la justicia, cambiando en el camino rasgos de los personajes sin mejora aparente (en el medio quedó La mujer maravilla, que era una buena película). Y qué decir del Hombre Araña, que ya fue reinventado tres veces en el correr del milenio.
La peor noticia la había proporcionado Universal, pero durante un momento pareció que no iba a llevarse a cabo. Como están de moda los “universos” habían decidido reinventar uno con sus monstruos tradicionales, y ya se anunciaba la idea como franquicia. El primer ejemplo fue la desastrosa La momia, con Tom Cruise, que afortunadamente fue un fracaso de público, y pareció que íbamos a librarnos de los futuros Drácula, Frankenstein, el Hombre Lobo y otros. De hecho los productores Alex Kurtzman y Chris Morgan dejaron la franquicia para centrarse en otros proyectos, olvidando el proyectado Universo Oscuro, pero noticias más recientes afirman que la empresa no ha desechado la idea, y se dispone a reformularla. Socorro.
Por supuesto, los culpables iniciales del desastre son Lucas y Spielberg, que en 1977 cambiaron a Hollywood para mal con el éxito de Encuentros cercanos del tercer tipo y La guerra de las galaxias, y abrieron las puertas a todo un cine de efectos especiales que hizo retroceder la narrativa cinematográfica cuarenta años. Spielberg, por lo menos, tiene a su favor el ser un buen narrador, e intermitentemente hace un cine adulto en el que hay talento (Munich, Lincoln, The Post). Lucas no dispone de esa excusa (no en vano, El imperio contraataca, la mejor película de la serie Star Wars, no la dirigió él sino el competente Irving Kershner), aunque hay que reconocer que hace algún tiempo se sumó a las quejas de su amigo Steven acerca de lo que se le venía encima a Hollywood si seguía en las mismas. Al parecer no los escucharon.

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