Entrevista

Sandra Massera: «A mí siempre me interesó llevar a los actores hacia un plano distinto de la existencia

Entrevistas / 29 septiembre, 2018 / Luis Vidal Giorgi

Sandra Massera desempeña diversos roles en la creación teatral, como docente, directora, dramaturga, actriz. Y junto al escritor Carlos Rehermann, fundó el grupo Teatro del Umbral, que se ha caracterizado por una búsqueda estética exigente, fundamentalmente en base a textos de ambos hacedores teatrales. Este año Teatro del Umbral cumple veinte años de existencia y lo rubrica con un nuevo estreno: Beso de alacranes. Conversamos con Massera sobre este nuevo título y su actividad creativa.

-Tu grupo Teatro del Umbral cumple veinte años, que han estado marcados por una búsqueda estética, con una identidad, en los que ha tratado de explorar ciertos límites dentro de lo expresivo y en sus temáticas. En estos veinte años: ¿Qué puntos resaltarías si tuviéramos que hablar de una identidad del Teatro del Umbral?

-Yo creo que una impronta fuerte de Teatro del Umbral es que los textos son muy cuidados; no partimos de improvisaciones —cosa que también me interesa explorar, por supuesto—, pero en el caso de las obras que llevamos a escena tienen textos previos muy elaborados, muy trabajados; eso no quiere decir que en el proceso no cambien a partir de lo que los actores proponen. Podríamos decir que una de las características que nosotros llevamos trabajamos es la acción corporal; es decir, el actor primero realiza una partitura de acciones coordinadas por el director o por los directores en ese momento, y a partir de esa partitura, de esa especie de danza privada de cada uno es que luego se lleva a escena el texto; no partimos de la lectura quietos en torno a una mesa, sino que partimos del movimiento antes siquiera de estudiar el texto, eso nos evita, de pronto, realizar gestos que ya traemos culturalmente, y nos desestructura un poco más, porque a veces uno trae gestos que son parte de la educación de la persona, entonces al intentar crear cosas diferentes a partir de pautas físicas, algunas que parecen un poco extrañas, surgen imágenes corporales inéditas, interesantes, que pueden llamar la atención. Otra característica, que de alguna manera la acabo de nombrar, es el trabajo con más de un director; muchas veces trabajamos de a dos, y sobre todo cuando uno de los directores actúa es importantísimo que haya otro que lo vea de afuera.

-En algunos de los espectáculos que yo presencié están presentes varias referencias a elementos de la literatura, a la literatura no occidental incluso, también muchas referencias a la pintura, a las artes visuales; entonces, ¿hay un juego de diálogo con todos esos elementos?

-Sí, muchas veces nos inspiramos en artistas que marcaron con su obra algún aspecto inusual dentro de la literatura, de la pintura, o la escultura… y también autores orientales, es verdad, incluso hemos trabajado bastante con Ryūnosuke Akutagawa, a partir de cuentos de él, realizamos el guion de una ópera, Rashomon, que fue llevada a escena en el SODRE, con música de León Biriotti y dirección musical de Fernando Condon; y también la escritura de Hotel blanco, de mi autoría, que tiene que ver con algunos cuentos de Akutagawa, incluso el propio Ryūnosuke estaba en escena, en ese momento lo coloqué en la escena acosado por los personajes de sus cuentos. El año pasado llevamos a escena también Dojoji, de Yukio Mishima, una obra bastante desconocida, que es la historia enigmática de un armario, muy curiosa obra. Pero sí, es verdad, muchas de las obras parten de las vidas de luchadores, de artistas, y otro aspecto que también podría resaltar es, a partir de la experiencia de la dictadura en el Río de la Plata, por ejemplo, las obras que escribí: No digas nada, nena, a partir de mi propio diario de la adolescencia en esa época; y 1975, que es una historia de ficción que habla del tema de los desaparecidos, pero a partir de experiencias propias y de amigos en esa época. Y, por ejemplo, también de Carlos Rehermann, hicimos El Examen, que fue inspirada en un episodio de la vida de Primo Levi, que tuvo que dar un examen de Química, y eso fue lo que lo salvó de morir, porque el último año de la guerra pudo pasar en un laboratorio con estufa, pero tuvo que dar ese examen que nos impresionó muchísimo cuando leíamos con Carlos la vida de él, porque estuvo toda la mañana cargando piedras como cualquier preso y tuvo que dar el examen frente a un nazi, y él de pie, por supuesto…, y él cuenta, en sus memorias, que la mirada que intercambiaban entre ese hombre, el Lagerführer (el comandante del lager), y él era como si dos seres se miraran a través de una pecera… eran tan diferentes, esencias tan distintas, y él, que era un sabio, estaba obligado a hablar ante un criminal que estaba sentado atrás de un escritorio, y había sido conducido por otro criminal a la oficina; es decir, ese aspecto a partir de eso, que no es más que una página en los tres tomos de las memorias de Primo Levi, fue el puntapié inicial para llevar a escena la obra.

-También presentaron y reponen Vida íntima de una muñeca

-Este año, justamente, celebrando los veinte años del grupo, que surgió en el año ’98, en principio con actores recién egresados de la EMAD, donde yo ya trabajaba hacía tiempo, llevamos a escena una obra: Vida íntima de una muñeca, que ganó un premio del Museo Vivo del Títere y del MEC, y que trata de la relación tormentosa y extraña entre Alma Mahler y Oscar Kokoschka; volvemos nuevamente al tema de la pintura y el mundo de los artistas, los creadores rebeldes, muchas veces odiados por la sociedad, y a mí siempre me llamó la atención la anécdota de Alma Mahler, cuando abandona a Oscar Kokoschka y él manda a hacer una muñeca de tamaño real, un poco como una fantástica burla, una ironía también, un poco dolido y rabioso por eso que le hizo ella, entonces allá la lleva a pasear en coche de caballo a la muñeca, le saca palco en la ópera… y fue una historia muy conocida, hay una película incluso, fue impresionante.

Y el estreno de ahora es Beso de Alacranes. ¿El título ya es un indicio de hacia dónde apunta la obra?

-A fin de octubre vamos a estrenar, en la Sala Delmira, Beso de alacranes, que es una obra que obtuvo la primera mención del Premio Onetti, en el 2017, y es una de mis obras, podría decirse, de corte surrealista. A mí siempre me interesó llevar a los actores hacia un plano distinto de la existencia, siempre me interesó, por ejemplo, explorar la expresión del actor hecho muñeco en escena, hecho autómata, hecho fantasma, y esta es una exploración nueva porque aquí la esencia es la animalidad, es decir, el animal no humano, entonces es una exploración completamente nueva que nunca había hecho, y ese trabajo partió de una anécdota muy simple: dos personas se encuentran en una parada de ómnibus. Y empecé a escribir, yo ni me imaginaba por dónde iba a seguir el derrotero de la escritura ni cómo iba a terminar. En algún momento se me ocurre una frase que no sé por qué me vino a la mente, una confesión que le hace un personaje a otro: “Soy un gato”. A partir de eso empecé a desarrollar cómo se sentiría, cuál sería su historia, qué pasaría si nosotros, en una especie de extravagante ley de la evolución, recordamos —en el supuesto caso que hubiera una posibilidad de metamorfosis— que antes hemos sido hormiga, ardilla, alacrán… de ahí un poco viene el título Beso de alacranes. Y es a partir de esa confesión que el rumbo toma una característica completamente fuera de lo común, y entonces el desafío fue: cómo sigo esto, ahora cómo lo resuelvo, cómo llego hasta las últimas consecuencias de esta situación. Creo que de alguna manera lo logramos…

 

 

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