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Policial mitológico

Libros / 28 junio, 2019 / Rodolfo Santullo

Alicia Escardó Végh reconstruye a su estilo los mitos griegos enLa muerte de Pan, al tiempo que presenta un original misterio de cuarto cerrado.

El gran dios Pan ha muerto. Su tan repentino como sorpresivo fallecimiento pone al Olimpo de cabeza. Si acaso su muerte es angustiante, preocupante, aquello que haya podido causarla es sin dudas el mayor motivo de inquietud. Porque, se sabe, slo un dios podría haber matado a otro.
Primero, ¿quién es Pan? Uno de los dioses «menores» de la mitología griega, en apariencia inofensivo cuidador de pastores y rebaños -y muy alejado a aquella terrorífica encarnación de Dios Pagano que reinventaba el gran Arthur Machen en El gran Dios Pan- al que por principio nadie querría ver muerto. Pero el aviso ha llegado y no aparece por ningún lado, de modo que Zeus pone en funcionamiento su particular “mise en place”, un Olimpo que se transforma en tribunal, con los doce principales dioses configurando a los atestiguantes (y, pronto, a los acusados), un jurado compuesto por faunos y ninfas (propicios ellos a Pan por las características del propio Dios) y una corte integrada tan slo por dos mortales: Herodoto, el historiador más grande de toda Grecia, y Tiresias, su mayor profeta y adivino. Todos ellos, deberán descubrir qué se esconde tras la muerte de Pan.
Alicia Escardó Végh es tanto escritora como gestora cultural. Como lo primero, tiene una larga bibliografía dedicada a la literatura juvenil y, como lo segundo, es el principal factotum de la Semana Negra de Montevideo -el mayor evento sobre literatura y cultura policial en Uruguay- desde hace ya varios años. En cierta medida, La muerte de Pan combina ambas inquietudes, a la par de una muy saludable reinvención -y difusión, por qué no- de los mitos griegos. Me atrevería a decir que con Las tres manzanas de oro de Nathaniel Hawthorne como faro -donde ya el autor de La letra escarlata se proponía (y lograba) adaptar los antiguos relatos de dioses y diosas griegos a su actualidad- Escardó reconstruye para su conveniencia algunas de las leyendas más antiguas de la humanidad. Y la combinación del relato tradicional con el invento puntal -es decir, la leyenda tal y como la conocemos pero combinada con aspectos puntuales que se resignifican para la narración que aquí nos importa, esto es, la muerte de Pan y qué se esconde detrás- está especialmente bien lograda. No hay diferencia alguna entre las viejas tradiciones orales recogidas durante siglos y que tantas reescrituras han tenido, desde la propia mitología, pasando por el teatro, el ya mencionado Hawthorne o la más cercana (en tiempo y geografía) formidable escritora argentina Liliana Cinetto- y el relato puntual que compone para su conveniencia (y nuestra) Escardó.
No en vano se suele considerar a Edipo Rey como la primera estructura policial de la historia y algo de aquella tragedia se respira en la situación que se va desarrollando en este Olimpo reconvertido en tribunal -la propia participación de Tiresias, quien revelaba a aquel rey investigador como asesino, refuerza esta conexión- uno donde pronto se asume un particular clima de “whodunit” (tal y como se conoce a los “¿quién lo hizo?”, tradicional esquema de la literatura policial más clásica) a medida que los dioses van declarando, opinando y acusándose unos a los otros (porque las rencillas son antiguas y muchas). Y para cuando se revela el misterio, se lo hace con propiedad, aunque sí acaso Escardó prefiere abrazar una solución más filosófica que policial (imposible ponerse a explicar aquí en qué se aleja La muerte de Pan de las reglas del género en cuanto a policial clásico sin develar parte importante de la resolución, por lo que evitaremos incurrir en el pecado mortal del spoiler) que tiene todo el sentido del mundo y sin dudas que sorprende, aunque no faltará quien la cuestione.
Como sea, La muerte de Pan es un valioso aporte y rescate de muchos de los mitos griegos, de sus personajes, de sus relatos clásicos, llevados a un esquema diferente y pasados por el tamiz de una prosa ágil y contundente. Para jóvenes, recomendable sin duda.

 

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