Marcelo Díaz: “Me interesa analizar cómo se van creando relaciones de poder dentro de la pareja”

Entrevistas / 27 diciembre, 2018 / Luis Vidal Giorgi

Marcelo Díaz (1955) es un director argentino que en la actualidad reside en Madrid, pero ha desarrollado su actividad fundamentalmente en Alemania, donde completó su formación y ejercitó su labor creativa como director y docente, entre otras facetas de su vinculación con el teatro. Hoy se encuentra en Montevideo trabajando con el elenco de “El Galpón” sobre una puesta en escena del clásico de Ibsen Casa de muñecas. Conversamos con él sobre su nueva visión de este texto fundacional del teatro moderno.

-Sos un director argentino que ha desarrollado su carrera fundamentalmente en Alemania, desde allí has extendido tu trabajo a otros países europeos y ahora estás radicado en España. A modo de presentación para nuestros espectadores, ¿Cuáles serían tres de los momentos más relevantes de tu evolución artística?

-El primer momento es mi formación en Buenos Aires. Estudié interpretación con Raúl Serrano y dirección con Jorge Hacker. Residiendo en Europa, me he dado cuenta de que se trató de una formación muy sólida, que me permitió enfrentar muchos desafíos en un teatro muy competitivo.

En segundo término, mi experiencia en Alemania. Allá aprendí a moverme en un ambiente muy profesionalizado. Este país debería ser un ejemplo para el mundo en cuanto a inversión y dedicación al arte teatral. El tercer momento es mi experiencia como director, en Zúrich, de un teatro oficial. Allá aprendí sobre todo… cómo funciona una cocina y a cómo optimizar los procesos. Cocinar ya sabía.

-¿Se puede considerar Casa de muñecas como el inicio del teatro psicológico, por aquello de “sentate que tenemos que hablar” de Nora a su marido? ¿Qué otros elementos destacarías como atractivos de la obra?

-Es muy probable que la obra pueda significar este inicio. Así como Shakespeare estaba interesado en analizar cómo funcionaba el mundo en grandes dimensiones, Ibsen se preocupaba por analizar el funcionamiento de la familia, de los seres humanos dentro de un micronúcleo. Su obsesión era desenmascarar la mentira a la que adhieren los seres humanos y la doble moral. Era un revolucionario de lo pequeño, no solo para su época. Mostraba de una manera encarnizada cómo la gente posee un doble discurso que en muchos casos los lleva a un callejón sin salida o a sucumbir bajo el yugo del autoengaño.

-Vas a dirigir una versión contemporánea de Casa de muñecas, a veces se ha polemizado sobre las versiones de los clásicos, sin embargo en este caso es interesante citar que ya en el siglo XIX hubo versiones conservadoras donde Nora, la protagonista, volvía a casa arrepentida, pues que una mujer abandonara al marido era un escándalo. ¿Podríamos decir que tu versión es una reivindicación pero también una revancha de Nora? ¿Cuáles son los aspectos decisivos de tu versión?

-Esta obra produjo un gran revuelo en el siglo XIX y en el XX también. En la España de Franco se permitía representar la obra siempre y cuando Nora vuelva al final. La sociedad patriarcal no puede tolerar todavía en el mundo occidental que una mujer abandone su hogar. Si lo hace un hombre está más aceptado. Ni hablar de los países musulmanes. En mi puesta en escena me interesa, sobre todo, analizar cómo se van creando relaciones de poder dentro de la pareja cuando la desigualdad en sus aportes económicos son grandes. Me interesa investigar sobre la comunicación en las relaciones amorosas. Cómo, cuando se ha instaurado la mentira, es muy difícil volver atrás. Y lógicamente hay un acto de rebelión en Nora. Pero no es una rebelión tanto contra su marido o contra la sociedad patriarcal en general, es en primera línea una rebelión contra sí misma. Ella se va porque dentro del núcleo familiar no se cree capaz de modificar las conductas establecidas. Aquellas conductas que ella también fue estableciendo o de las que fue cómplice.

-¿Algún diálogo o situación significativa de la versión que quieras señalar?

-Me interesa una interpretación muy natural, pero dentro de una puesta en escena muy teatral. Por eso he optado por una escenografía no naturalista que representa una cocina, el ámbito donde se relega a la mujer. Pero las entradas y salidas de los personajes son muy teatrales. Son siluetas que entran lentamente como una amenaza, o muchas veces son apariciones desde los armarios de la cocina. Nora se siente permanentemente intimidada por parte de los hombres, que hasta le revuelven o salan la sopa que ella está cocinando. Una música en escena acompaña los sucesos con una guitarra eléctrica y canto. Esto es una una parte sustancial de la puesta en escena.

-¿Algo más que quieras agregar?

-Creo que la obra se suma desde el hecho teatral, pero sin tomar partido, al debate actual sobre el papel de la mujer en la sociedad y el movimiento feminista

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