Julieta Lucena

Actrices / 31 octubre, 2019 / María Varela

-¿Cómo descubriste tu vocación por el teatro?

-Video casero. Tengo 4 años. Vino una amiga a casa, estamos jugando en mi cuarto.

YO – ¿Vamos a hacer teatro?
(Ella, cuyo nombre no recuerdo pero no era Claudia, me ignora; está haciendo un rompecabezas.)
Yo – ¿Vamos a hacer teaaaaatro?
Ella – (seguramente evaluando pros y contras de ceder ante un juego que no le interesa, resuelve postergar su objetivo y dejar en espera a las piezas del puzzle en pos de su salud mental) Bueno.
Yo – Bueno, vos a partir de ahora te llamás Claudia, yo ahora voy a llamar a ver quién quiere pasar adelante y vos tenes que decir  “Yo, Claudia”. (Al público) ¿Quién quiere pasar?
Ella – (silencio)
Yo – ¿Quién quiere pasaar? (A Ella, en susurros) Vos ahora decis : “Yo, Claudia”.
Ella – Yo.
Yo – YO CLAUDIAAA, YO C L A U D I A. (Resignada, sigo improvisando sola) Me tenés podrida Claudia… La verdad que me tenés podrida.

Más que yo descubrir la vocación creo que ella se impuso. Empezó a gestarse como supongo que empieza en la mayoría de las personas que eligen la creación como estilo de vida: sintiendo mucho, pensando mucho y queriendo comunicar para encontrar aliados. La vocación es por el teatro en sí mismo, trasciende la actuación, si bien fue la puerta de entrada; doy clases de teatro hace ocho años y con esta obra, que es la tercera que dirijo, confirmo que en ese rol es donde se me encajan todas las piezas del puzzle. Así que se podría decir que mi vocación por el teatro nació como una necesidad, y fue protagonista de mi crecimiento y guardiana de la esencia en la construcción del personaje más complejo y misterioso que me tocó encarnar hasta el momento, que es el de mí misma.

-¿Cómo tiene que prepararse un actor para darle credibilidad a su trabajo artístico?

-Tengo pocas certezas, y en general suelen ser efímeras. Pero una que me acompaña ya desde hace tiempo, y no tiene pinta de querer irse, es que todos los personajes nos habitan, porque en cada uno de nosotros habita la humanidad en toda su potencia. Desde ahí intento crear, descubriendo qué versión de ese personaje que me toca interpretar ya vive en mí.

-Versionaste y dirigiste la obra Operación estrella, basada en el libro 38 estrellas de Josefina Licitra, hecho histórico de presas políticas que se escaparon del Penal de Cabildo. ¿Cuál fue el mayor motivo para hacer esta obra?

-Esta historia tenía que ser contada, y tenía que ser contada hoy. El equipo se zambulló en la historia, e hizo propia la urgencia de darle voz y presencia escénica a la hazaña de mujeres jóvenes militantes que atravesaron las cloacas de sus propios sometimientos para respirar una bocanada colectiva de libertad. Contar esta historia interpela, nos interpela como mujeres, como actrices, como espectadoras y protagonistas del escenario social actual que estamos co-creando. Elegí contar esta historia a través de seis voces, que son las de todas y las de ninguna, para que la protagonista de la obra siga siendo la fuga, y la lucha. Fue un trabajo grupal muy intenso de investigación donde nos empapamos de testimonios, entrevistas y libros de todo tipo y color, además de que tuvimos el placer de conocer a algunas de las mujeres que se fugaron esa madrugada, y escuchar sus vivencias de primera mano, siempre en la búsqueda de contar esta historia con un profundo respeto y cuidado, y con una responsabilidad genuina.

-Como actriz y directora, ¿sentiste en algún momento discriminación hacia la mujer en el ambiente teatral?

-El ambiente teatral es un escenario más en el cual se reproducen los roles que nos adjudica el patriarcado. Fui testigo en estos años del machismo en sus versiones más sutiles y perversas, como en sus expresiones más burdas. Mucha manipulación y cosificación enmascarada de libertad, he visto colectivos enteros defender dinámicas de discriminación y de poder disfrazadas de compromiso y de entrega. Vi directores convocar actrices con intereses puramente sexuales, vi acoso entre actores y actrices tras bambalinas, vi complicidades de silencio ante gritos de denuncia, vi violencia en salones de clases y en camarines, vi personajes adjudicados de manera cosificante y estereotipada, vi actrices excluidas de espectáculos por negarse a hacer desnudos injustificados, vi actrices enemistadas en competencias feroces, vi directores enfurecidos por ver cuestionado su lugar de autoridad por actrices que sostuvieron su autonomía sobre sus propios cuerpos y creaciones. De estas escenas supe ser protagonista, actriz de reparto y espectadora. Quiero creer que el teatro es, en esencia, un espejo e interpela, y por lo tanto nos lleva, sino a evolucionar como seres humanos, al menos a vernos en el otro y en el “entre”, desnudos y despojados de excusas con una claridad implacable. Así que confío en que partir de ahí solo nos queda alumbrar hacia adentro con el foco más potente y creativo que seamos capaces de sostener, animarnos a incinerar las certezas que aprietan y crecer.

-Sos integrante del Teatro Circular, ¿qué significa eso para vos?

-Significa, en su mayor parte, aprender. Experimentar la pertenencia a un teatro que fue hogar de tantas generaciones. Aprender cómo funciona este colectivo, de qué está hecho el entramado de un teatro independiente de este estilo y experimentar lo que hay adentro, detrás y por debajo de una Institución. Es una invitación a resignificar palabras, ideales y conceptos, lo colectivo, el consenso, lo democrático y lo participativo, la independencia, el quehacer teatral, sus propósitos y su razón de ser, sus “cómo”, sus “desde dónde” y sus “para qué y para quién”. Implica admirar la trascendencia, animarme a experimentar el sostener un lugar en un colectivo que tiene una historia propia e inmensa, implica poder mirar con ojos jóvenes un cuerpo que tiene la solidez, las conquistas y a la vez el cansancio que dan los años. Implica problematizar mi rol y preguntarme continuamente qué tengo para aportar y cuál es la mejor manera de hacerlo.

-¿Qué proyectos tenés para el año próximo?

-La idea es que Operación Estrella pueda seguir tejiendo redes, porque realmente se abrió una puerta que no dan ganas de cerrar, venimos haciendo funciones a sala llena y con tres funciones agotadas por adelantado, cosa que yo personalmente no había experimentado nunca. A su vez formo parte de Proyecto Rueda, proyecto hermoso si los hay, que lleva el teatro a las Escuelas con una temática ecológica y de cuidado medioambiental plasmada en una intervención teatral que ya pudimos realizar en más de 170 Escuelas. A su vez estoy ensayando una obra de Teatro Breve y terminando de escribir la versión larga de la misma para estrenar a principio de año. Es una obra sobre la pareja, fuente conocida pero inagotable de tragedias, comedias e ironía. Tiene mucha raíz en experiencias que viví y que me imaginé haber vivido, y juega mucho con la mirada crítica y cruda del ser en relación, se podría decir que es una historia verdadera de personajes ficticios, una historia ficticia de personajes verdaderos, la historia que todos —verdaderos y ficticios—, dentro de una relación, nos contamos a nosotros mismos. Una relación que es, que fue, que podría haber sido.

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