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Pedro y el capitán (Ciclo)

  • Inicio: 11/07/2022
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En el marco de los 70 años de Cinemateca repasamos algunas de las películas más emblemáticas de nuestro archivo. Entre ellas, Pedro y el capitán, la película de El Galpón en el exilio mexicano basada en un texto que Mario Benedetti escribió también en el exilio.
El lunes 11 de julio a las 18:50 horas realizamos una exhibición especial de esta película junto a Silvia García, integrante de El Galpón que participó de este film rodado en el año 1984 y Diane Denoir, integrante del Consejo Administrativo de la Fundación Mario Benedetti.

Pedro y el capitán
México 1984. Director, Juan E. García, Libreto de Juan E. García sobre la pieza de Mario Benedetti. Fotografía, Cuco Villarías. Montaje, Gerda Gatterer. Música, Gerardo Batiz. Producción Cine Imagen, S.A. de C. (México) Elenco: Humbolt Ribeiro (Pedro), Rubén Yáñez (el capitán). 97’

La película de El Galpón en el exilio. Un texto de Mario Benedetti también en el exilio. Y, fundamentalmente, una película sobre el Uruguay. La base expresiva y el mayor aporte creativo está en el texto, representado por el director Juan E. García (primer largometraje) y dicho por dos únicos actores, Rubén Yáñez y Humbolt Ribeiro. Ese texto confirma la capacidad de Benedetti para recoger las expresiones cotidianas, el habla de todos los días que revela maneras de ser de la gente. Para el caso “la gente” son un torturador y un preso político en una prisión uruguaya, y lo que realmente impresiona es la exactitud con que allí se recuperan frases y respuestas, a través de las cuales se produce un retrato de los personajes o, si se quiere, de represores y prisioneros. Los diálogos son casi los lugares comunes de muchos interrogatorios, con lo cual lo que Benedetti retrata es la psicología de los torturadores. Y en el otro extremo la condición del preso que sostiene con su silencio la dignidad.

La pieza había sido representada varias veces por El Galpón en México y el film es un ejemplo de teatro filmado, donde se mantiene la estructura teatral de origen, los actores y la ubicación geográfica e histórica en el Cono Sur de América, donde la gente no pronuncia la “ll”y uniformiza el “vos” con el “tú”. Como el film es mexicano, mantener esas características era dejar intacta la intención real de la pieza, que está referida al Río de la Plata. El problema, sin embargo, es que García ha dejado intactas otras convenciones estrictamente teatrales que no parecen eficaces en términos cinematográficos. Así, la obra opera exclusivamente por los diálogos, los que muestran las imágenes en un mismo y repetido ambiente, la expresividad descansa en los actores mientras la cámara deambula como podría hacerlo una cámara de televisión en un set. El espectador termina escuchando parlamentos pero no atendiendo a las imágenes. Esa limitación creativa es consecuencia del respeto por la obra y su puesta en escena original.
La película es además una producción independiente al margen de la industrial habitual mexicana. El equipo de realización tiene experiencia previa en el cine publicitario, lo que se evidencia en el nivel profesional del resultado y en alguna innecesaria intercalación de imágenes filmadas fuera del lugar de detención, para ilustrar el pensamiento o recuerdo de un personaje, con un recurso habitual en películas para vender objetos de consumo en el mercado. Pero aún con esas características lo que interesa es que el film resulta un documento sobre la pieza y su representación, sobre el juego de los actores, sobre los significados que la obra comunica.

Para el crítico mexicano Tomás Pérez Turrent, “es por medio de la representación, de la teatralización, del uso en cámara del espacio teatral que se vuelve cinematográfico, que el problema se universaliza tanto en dimensiones de un continente como del mundo entero. Es la confrontación entre el verdugo y la víctima, el verdugo que es víctima y, en cierto sentido, también lo contrario. El verdugo que habla en nombre de la dignidad humana. No confesar ante la tortura no es aquello que hace de uno un ser humano. Con su silencio el torturado triunfa sobre sí mismo y sobre sus torturadores, escapa a un lugar profundo en el que la violencia bruta no existe. El torturado calla, preserva la dignidad del hombre ante su verdugo. Esto nos dice Pedro y el capitán. Ya es bastante”.

 

 

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