Maestros: István Szabó

Hubo por lo menos dos momentos en los que Szabó se impuso a la atención internacional. El primero de ellos fue a mediados de los años sesenta, cuando era todavía un joven integrante de una generación de cineastas que intentaban (el caso de Miklós Jancsó es acaso el más notorio) revisar críticamente una realidad nacional que hasta entonces el cine de su país reflejara de manera más apologética. El segundo se produjo a mediados de los años ochenta, cuando Szabó ingresó en el mercado mundial por la primera de tres ambiciosas propuestas de producción apoyadas en el carisma y el histrionismo del actor Klaus María Brandauer, en las que el examen crítico de personajes ubicados en circunstancias históricas muy precisas (el ascenso del nazismo en Mefisto, la caída del imperio austrohúngaro en Coronel Redl, otra vez en nazismo en Hanussen) alcanzaba también, indirectamente, resonancias contemporáneas que resultarían aún más nítidas en Encuentro con Venus (que lidió con los conflictos de la Europa comunitaria) y Dulce Emma, querida Bobe (que debatió los problemas del postsocialismo). Entre esos dos extremos, Szabó desarrolló una obra personal en la que se pueden rastrear ciertas características recurrentes: la descripción de la condición humana en circunstancias a menudo adversas, la búsqueda de afirmación de la personalidad de sus criaturas, la vocación por contar a través de films sucesivos qué ha pasado a los húngaros durante el nazismo, la invasión soviética de 1956 o acontecimientos más recientes. A lo largo de esa carrera Szabó ha permanecido fiel a sus motivaciones, sus films parecen complementarse entre sí, aunque en el tiempo se advierta la evolución desde películas de juventud influidas por la Nouvelle Vague francesa a una serie de parábolas con humor, y de esos films a experiencias de corte histórico o títulos aún más nuevos que vuelven al presente y se interrogan sobre el futuro. Los mejores se centran en estudios profundos sobre el comportamiento humano, y los personajes son un reflejo de tensiones externas. Su visión del mundo es por cierto muy personal y al mismo tiempo muy nacional. De la culminación inicial de Mi padre (1966), que arroja reflejos sobre buena parte de la obra de Szabó en esos años, a lo que ha sido su obra más reciente, sus búsquedas expresivas y temáticas se orientan hacia cómo ese protagonista adolescente con padre heroico e idealizado, o cómo el ingeniero de La edad de la fantasía (1964, su primer largo) conviven en un mundo donde no hay posibilidades para el individuo. En 1966 resultaba visible la intención metafórica de Mi padre: como su propia generación, el protagonista tropieza con el descubrimiento de que los heroísmos de la Resistencia eran inciertos (y, más entrelineadamente, en el “socialismo real” los héroes de ayer se han convertido en los opresores de hoy) Su tercera película, Film de amor, pudo ser entendida como una combinación de esas dos primeras. Su obra inmediata ha sido tachada de más superficial, aunque ha podido elogiarse en ella una calidez para retratar personajes y una actitud de celebración de la vida. En 1979, sin embargo, Confianza implicaría un cambio de tono que se afirmaría en los films siguientes. Szabó explicaría en algún reportaje que ese cambio reflejó tiempos nuevos más complejos: los acontecimientos se precipitan sobre los individuos y no les permiten elegir, como la pareja de Confianza que no tiene otra alternativa que convivir en un refugio, o como el actor de Mefisto, impulsado a jugar varios juegos en la vida real. Confianza propone desde el comienzo que los destinos individuales están condicionados en el presente y en el futuro (aludido en la última secuencia del relato) por acontecimientos que los personajes no han provocado. El film maneja ya un tema que se hará más explícito en la trilogía con Brandauer, lo que podría denominarse el mantenimiento de la integridad en condiciones hostiles. Regímenes autoritarios que obligan a enmascarar la verdadera personalidad conducen a la desintegración de los individuos en Mefisto, en Coronel Redl, en Hanussen. Para el caso se trata del nazismo, o del decadente imperio de Francisco José, pero no es difícil sospechar que Szabó está pensando también en realidades más cercanas: su propia obra constituye una afirmación de integridad personal, la negativa a hacerle el juego al poder, sea bajo el “socialismo real” o después. Films como Dulce Emma, querida Bobe expresan de manera bastante directa las dificultades de reacomodamiento de los húngaros a una realidad nueva, incluyendo una apertura hacia Europa en la que hay otros desconciertos (Encuentro con Venus) Quizás por eso terminó haciendo Sunshine o El amanecer de un siglo, la saga de varias generaciones de una familia judía que es también un recorrido por la historia húngara del siglo XX: allí pudo pasar revista a varios de los temas de su cine previo. Algunos de esos temas asoman también en la más reciente Tras la puerta, aunque el tema central sea un fuerte enfrentamiento de caracteres individuales. El presente ciclo repasa sólo parcialmente la obra de Szabó.