LIBRE

Lucky one (Ciclo)

  • Inicio: 30/07/2021
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Suecia, 2019
Dirección: Mia Engberg, Margaux Guillemard
Guión: Mia Engberg. Fotografía: Daniel Takács. Música: Michel Wenzer. Montaje: Producción: Mia Engberg, Neil Wigardt. Tobias Janson. Elenco: Bruno La Brasca, Olivier Loustau, Lorette Nyssen.

Duración: 76 minutos

En su primer largometraje de ficción, la directora Engberg vuelve a reunir por teléfono a la pareja formada por la sueca Mia (una poyección de ella misma) y el francés Vincent, quienes ya asomaran en Belleville Baby, un corto experimental previo de la cineasta, autora también de varios documentales. Ella está preparando una historia y él, incapaz de dejar la vida criminal, trabaja como conductor y cómplice de un gángster de París. Ella le resume su guión (“¿La historia es sobre mí?”, pregunta él y ella responde: “Sí, quizás”), y le sugiere que la ayude. A él se le han «adjudicado» dos jóvenes que se encuentran en circunstancias femeninas completamente diferentes: una hija adolescente a quien debe cuidar mientras su madre está en el extranjero y una joven ucraniana recién llegada, de forma ilegal, para integrarse a la red de prostitutas del gángster. Mientras presenciamos la conversación telefónica, surgen varios dilemas, algunos de ellos morales.

El París de Engberg no se parece nada al de las postales sino que se acerca más al de El odio de Mathieu Kassovitz, o a una película francesa policíaca de los años 50. Las esmeradas imágenes de Daniel Takács y el sonido, refinado y con ritmo de jazz que acentúa la sensualidad del ambiente, de Michel Wenzer, dan la sensación de que la película se desarrolla al atardecer. Las elecciones estilísticas también afectan a la estructura: la cámara se acerca al edificio desde donde se oye la conversación, pero en el lugar de centrarse en los personajes que conversan, la imagen se centra en la fachada. Los actores aparecen en pocos planos generales, uno o dos planos medios y nunca en primer plano. Hay algunos planos de habitaciones vacías, de ventanas y del cielo. A veces, la pantalla aparece a oscuras. El experimentalismo de Engberg no es oscuro ni tampoco pide permanecer inmóvil, sino todo lo contrario. Amablemente guiados por su voz en off, el público acompaña con persistente interés ese peculiar viaje.

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