Argentina / Francia, 2021
Dirección: Maximiliano Schonfeld
Guion: Selva Almada, Maximiliano Schonfeld. Fotografía: Federico Lastra. Música: Jackson Souvenirs. Producción: Murillo Cine, Luz Verde, INCAA. Elenco: Lucas Schell, Joaquín Spahn, Sofía Palomino, Alfredo Zenobi, Paula Ransenberg, Romina Pinto, Benigno Lell.
Duración: 87 minutos
Las esperanzas, los sueños y los temores de un joven trabajador agrícola inseguro en la Argentina rural cobran vida, literalmente, en Jesús López. Tras su primera mitad, una exploración bien observada y pesimista de la reacción de la comunidad de una aldea ante una tragedia, la película se convierte audazmente en algo bastante diferente, mezclando lo real y lo fantástico.
La escena de apertura muestra a Jesús (Lucas Schell) montando su motocicleta durante la noche antes de chocar contra un automóvil; la muerte pesará sobre la comunidad local, y particularmente sobre su primo más joven Abel (Joaquín Spahn). Abel es un muchacho de espíritu apacible, con un atractivo aire avergonzado, que está feliz de pasar sus tardes viendo películas slasher con su hermana embarazada. Marcado por la tragedia, Abel tiene cicatrices faciales que solo se explicarán más adelante. Abel ha admirado durante mucho tiempo al Jesús de pelo largo, estilo hippie y mucho más genial, adorado por la comunidad por sus logros como piloto de carreras, que parece provenir de un mundo diferente.
Después de que los padres de Jesús lo invitan a quedarse, queda claro que Abel efectivamente ha sido adoptado por ellos: se sumerge en la vida anterior de Jesús y se hace amigo de la novia del muerto (Sofía Palomino). Cuando acepta reemplazarlo en su última carrera de tierra de la temporada y comienza a entrenar, es como si Abel estuviera siendo suplantado totalmente por su primo mayor.
Durante una escena, Abel rueda debajo de un automóvil y emerge del otro lado como Jesús, completo, con barba y mechones sueltos. Aparentemente, la transformación es invisible para todos excepto para la audiencia y quizás para el propio Abel, y es un testimonio de la habilidad de Schonfeld que la secuencia no provoque risitas del público, sino que resulta bastante conmovedora. Es una idea poderosa, religioso-mística, lanzada en medio de una película de un pueblo pequeño: que los recuerdos y el amor de una comunidad pueden traer de vuelta a sus miembros para una última oportunidad de gloria. El inquieto trabajo de cámara de Federico Lastra y la música a veces irónicamente cursi de los Jackson Souvenirs son clave para crear la atmósfera de ensueño en la que se desarrollan estos eventos, contra un fondo campestre de campos moteados y atardeceres dorados