Historia del cine: el neorrealismo

El año 1940 fue decisivo para una nueva generación de aficionados al cine en Italia. Mientras el país era oficialmente lanzado a la Segunda Guerra Mundial, varias revistas universitarias comenzaban a delinear posiciones ajenas a las directivas del fascismo. En ese momento, el cine italiano se dividía prácticamente en dos tendencias: la propaganda guerrera de los films de Augusto Genina y luego Francesco de Robertis (uno de cuyos asistentes se llamaba Roberto Rossellini), y el cine burgués o histórico cuyos mejores exponentes de calidad eran el modesto y discreto Mario Camerini y el oportunista (con camisa negra) Alessandro Blasetti, a los que se sumarían los jóvenes Mario Soldati, Renato Castellani y Alberto Lattuada. La revista del Centro Sperimentale di Cinematografia, Bianco e Nero, cobijaba los reclamos de Antonio Pietrangeli, Ugo Casiraghi, Glauco Viazzi, Umberto Barbaro, por un cine distinto. Pero el movimiento principal se nucleó en Cinema, revista dirigida nominalmente por Vittorio Mussolini para la Federación Fascista del Espectáculo: allí Giuseppe de Santis, Mario Alicata, Gianni Puccini, Michelangelo Antonioni y Luchino Visconti teorizaron igualmente por una transformación radical de la producción. El propio Visconti llevaría a la práctica algunas de esas ideas en Obsesión (1942), en la que practicó un realismo ambiental sin artificios y un verismo psicológico donde el instinto sexual acompañaba a la miseria económica como motivación del comportamiento de los personajes. Casi simultáneamente, Cesare Zavattini, quien se convertiría en otro de los nombres fundamentales del movimiento, colibretaba Cuatro pasos en las nubes de Alessandro Blasetti, donde había un tono de comedia dramática un tanto bonachón pero que también implicaba cierta apertura sobre la realidad.. El verdadero punto de partida del neorrealismo fue sin embargo Roma, ciudad abierta (1944-45), que no solamente fue el primer film hecho en la Italia liberada, sino también el primero en tener gran éxito en el exterior y el primero en mostrar el talento de su director Roberto Rossellini. Las características principales de la escuela asomaban ya allí: sencillez temática, casi documental, con actores no profesionales, rodaje en las calles o en escenarios naturales, la improvisación y, sobre todo, reflejo de la propia realidad, la denuncia de la insolidaridad y los problemas de la vida cotidiana, localizados preferentemente en las clases populares (el paro, la falta de vivienda, las consecuencias de la guerra sobre la infancia, la condición social de la mujer) El movimiento culminó entre 1945 y 1952, con algunos de los mejores films de Rossellini, Visconti, Vittorio de Sica, Luigi Zampa, Alberto Lattuada y otros. La afirmación en el poder de la Democracia Cristiana y la exigencia industrial de un cine “positivo” y digestivo lo herirían de muerte, provocando su disgregación en el comercial “neorrealismo rosa” (Castellani, Comencini, el ubicuo Blasetti), en búsquedas poéticas y más o menos espiritualistas (Fellini) o en la simple rutina (a menudo, de Sica), mientras los autores más conscientes ensayaban caminos de profundización del realismo (Visconti, Antonioni) Sin embargo, la actitud realista, exigente y creativa del mejor neorrealismo expresa una tendencia perdurable de la cultura italiana que sería recogida por cineastas posteriores (Zurlini, Rosi, Elio Petri, Vittorio de Seta,. Pasolini) El presente ciclo, que no aspira a ser abarcador, incluye algunos de los títulos claves de sus creadores mayores (Visconti, Rossllini, De Sica) y concluye con Livia de Visconti, que implica ya un alejamiento de la tendencia central del movimiento.