Averno

Dir: Marcos Loayza.

El título alude a un lugar del imaginario de los habitantes andinos donde conviven vivos y muertos, y donde todo encuentra su cara opuesta. Tupah, un joven lustrabotas, debe hallarlo para rescatar a un tío perdido. El director boliviano Marcos Loayza (Cuestión de fe, Escrito en el agua, El corazón de Jesús, Las bellas durmientes) explora en éste, su séptimo largometraje, la mitología andina, enfrentando a su protagonista con leyendas urbanas y seres mitológicos que merodean las calles de la ciudad de La Paz. Parte del reto y desafío de Loayza y su equipo consistía en recrear sitios que ya no existen, pero que se mantienen como leyendas urbanas en el imaginario colectivo. Uno de sus aciertos es mantener ese misticismo mágico gracias a una destacada dirección de arte y búsqueda de locaciones, recreando una cantidad de lugares a partir de cierta información que había en la literatura y en gran parte en la imaginación, para que quede esa incertidumbre, para que el espectador no sepa dónde se encuentra, según ha explicado el propio cineasta. De hecho, El Averno fue a la vez un verdadero y mítico bar de La Paz, ya desaparecido, cuyo propietario decoró haciendo pintar sus paredes con imágenes extraídas de La Divina Comedia, y donde la historia o la leyenda ubican una cantidad de acciones criminales y sangrientas. Otros personajes derivan de la mitología popular, por ejemplo el “anchuasnchu” (divinidad que habita el subsuelo o las tinieblas), el “kusillo” ( bufón sobrenatural) o las “kataris” (serpientes que se identifican con la luz). Hay reconocidamente en el film influencias de fantasías célebres como El mago de Oz y Alicia en el País de las Maravillas, pero la intención del realizador ha sido incorporar esos elementos para crear a partir de ellos una obra original. Muestra de que el cine boliviano no se terminó con Sanjinés o con Antonio Eguino, Averno obtuvo el premio a mejor película latinoamericana en el último Bafici.