Entrevista a Roberto López Belloso. Mario Benedetti cien años de su nacimiento

Entrevistas Centrales / 30 septiembre, 2020 / Gerardo Mantero

Una obra perdurable, que atraviesa épocas, generaciones y países

Roberto López Belloso es poeta, periodista y editor; en la actualidad, además, es el Coordinador de la Fundación Mario Benedetti. Con él hicimos un repaso de las distintas facetas del legado Benedetti en el contexto de las celebraciones de su centenario.

 

Ante la celebración del centenario de Mario Benedetti se está homenajeando y revisitando su obra en sus distintas facetas: poeta, ensayista, crítico, novelista, dramaturgo, autor de canciones. Comencemos por su labor como ensayista; es inevitable entonces hablar de El país de la cola de paja (1960) y su posterior repercusión.

-Sí, El país de la cola de paja fue probablemente el ensayo más polémico de Mario, porque además se sale de la línea del ensayo literario que él había venido cultivando en los años anteriores, ya sea en torno a la obra de Marcel Proust o, después, de José Enrique Rodó —ensayos de corte literario que están recogidos, varios de ellos, en El ejercicio del criterio—. Este es un ensayo que él se niega a llamarlo sociológico, porque no utiliza las herramientas de las ciencias sociales, pero sí aborda una mirada crítica sobre la sociedad de aquel momento; es un ensayo que Mario no quiso volver a editar cuando vuelve del exilio, supongo que porque ese ensayo suponía una mirada bastante agria y amarga sobre sus compatriotas, y él entendió que, luego de la resistencia a la dictadura y demás, la sociedad había asumido posiciones bastante más valientes que las que él criticaba en El país de la cola paja. Pero fue un libro que le generó muchas críticas de parte de las ciencias sociales incipientes del Uruguay de ese tiempo, porque consideraban que era un literato que se estaba metiendo en un terreno que no era de su especialidad, por más que el ensayo, me parece, es un género en el que se mezclan siempre herramientas procedentes de campos muy diversos. Pero, sí, es un libro que rápidamente tuvo cuatro ediciones, que tuvo una acogida en la sociedad que, desde mi punto de vista, fue también lo que explicó un poco su impacto.

-En 1960 edita también La tregua

-Sí, es un año muy importante para Benedetti. Adquiere la dimensión, que nosotros hoy estamos acostumbrados a darle, probablemente con Montevideanos y quizás un poco antes con Poemas de la oficina, que son los dos libros que le dan una mayor repercusión y masividad; y La tregua es como la consolidación de ese carácter masivo, pese a que no fue demasiado reconocido por sus congéneres críticos del momento. Él siempre decía que no había tenido nunca una calurosa acogida de las páginas literarias del momento.

-Las dos obras que recién mencionabas, tanto El país de la cola de paja como La Tregua, consolidan parte importante su legado, que tiene que ver con pintar o retratar una sociedad determinada en un momento determinado: la clase media, los famosos cuentos de la oficina, que de alguna manera es una característica sobresaliente de su obra.

-Sí, los Poemas de la oficina, más allá de su valor literario intrínseco, visto desde hoy implican un quiebre en la temática que habitualmente era visitada por la poesía. Washington Benavides dijo en su momento que los Poemas de la oficina eran el equivalente uruguayo a la antipoesía del poeta chileno Nicanor Parra. Y luego Montevideanos, para mí, es el libro que desde la narrativa termina de configurar esa mirada que, como bien decís, es un retrato sobre el uruguayo oficinista de clase media, que después va a tener como dos vertientes: una vertiente más íntima en La tregua, una vertiente más política en Gracias por el fuego, por más que ahí el sector social retratado podría decirse que, más que la clase media, es la clase alta, ya que estamos hablando del hijo del dueño de un periódico de altísima circulación… Pero la mirada de Benedetti sigue siendo esa, la del uruguayo de clase media.

-También como crítico literario tuvo una profusa actividad, estuvo en el Consejo de redacción de la revista literaria Marginalia; después, en el famoso Consejo de redacción de Número, y también fue director de las páginas literarias de Marcha

-Y también tuvo actividad de crítico literario en La Mañana, y luego tuvo una tarea crítica, quizás no tanto desde la prensa pero sí desde la preparación de las ediciones, en Casa de las Américas, cuando él crea el departamento literario de literatura latinoamericana de Casa de las Américas. A mi modo de ver, la faceta de crítico literario de Benedetti es la más injustamente olvidada, a mí me parece que él en ese campo tuvo un desarrollo muy importante; si hoy lo queremos ver resumido, el libro que más se recomienda es Literatura uruguaya siglo XX, en el que está compendiada su visión sobre la literatura de su tiempo, algo que también era muy característico de su generación. Fue una generación que miró muy en profundidad la obra de los creadores, no solo del Uruguay, sino también hacia afuera, desde la revista Número había una apertura incluso hacia la literatura no traducida al español; Benedetti, Idea Vilariño y Emir Rodríguez Monegal manejaban otros idiomas y muchas veces traían a la discusión literaria uruguaya obras de autores que todavía no estaban traducidos al español.

-También es recordado aquel ensayo titulado La literatura uruguaya cambia de voz, que también refleja su visión crítica de la literatura…

-Sí, él tiene una característica —que eso también lo comparte con su generación— que es no limitarse a la crítica de un libro en particular, sino intentar trazar líneas de continuidad, líneas de ruptura en las literaturas y en la literatura uruguaya en particular, y me parece que ese es un valor agregado a su programa de crítica literaria.

Recientemente en Brecha se editó un suplemento que contenía una parte importante de sus cartas a colegas, políticos, etc., y me llamó la atención la controversia que tuvo en su momento con Carlos Quijano en Marcha, que retrataba también un momento muy especial de cómo se encaraba la crítica literaria.

-Quijano le reclamaba a Benedetti cierta anglofilia, y Benedetti en su carta de respuesta le hizo un prolijo inventario de todas las notas literarias que habían aparecido en las páginas de Marcha en los últimos seis meses, lo que mostraba que solamente un 7 % de las notas eran sobre autores de las islas británicas.

-El cine y el teatro tampoco fueron ajenos a la obra de Benedetti: en el teatro, Pedro y el Capitán —tal vez su obra más significativa— fue estrenada por El Galpón en México en el año 79; Ida y vuelta ya había sido estrenada en el 63…

-Digamos que de las tres obras que él hace, a saber, Pedro y el Capitán, El reportaje (1958) e Ida y vuelta… esta última es la que tiene mayor éxito de público, tiene una buena repercusión, le va bien en las carteleras, pero él nunca quedó conforme con ninguna de sus tres incursiones en el teatro. De hecho, cuando él habla en los años sesenta, en una entrevista que le hacen para la televisión española, él dice que dejó de escribir teatro porque era un área en la que “sentí que no estaba dando un producto de excelencia”. Creo que Pedro y el Capitán tiene una doble intención; por un lado, la intención literaria en sí misma, pero también la intención política de denunciar la situación de represión y tortura que se vivía en Uruguay en ese momento. Es una obra muy representada, a nosotros nos llegan muchísimos pedidos de derecho de autor —y deben de haber muchísimos de los que no nos enteramos—, lo cual no es una buena noticia porque quiere decir que la tortura sigue siendo un tema para ser llevado al teatro y para reflexionar junto con los espectadores.

-Sin duda la obra poética de Mario Benedetti es de sus facetas más significativas. Heredero de la poesía de Baldomero Fernández Moreno, se ha enfatizado mucho de ser el poeta de lo cotidiano, de su manera sencilla de decir: ¿cuáles son las claves para entender esa enorme repercusión de la poesía de Benedetti más allá del Uruguay?

-Él se sentía, antes que nada, poeta. Cuando él hablaba de todos los géneros que había cultivado, él decía que se sentía esencialmente poeta. Su obra poética es muy extensa, son por lo menos tres voluminosos tomos de Inventario, y luego quedan algunos libros sueltos que él no llegó a reunir en Inventario, pero que dieron lugar a un Inventario cuatro que está circulando a veces por ahí. Yo creo que su gran aporte fue la incorporación de lo cotidiano, como bien decías, al abanico de temas de la poesía, eso en Poemas de la oficina es un quiebre indudable con lo que se venía haciendo hasta el momento. Creo que su gran característica es la capacidad de conectar con el público y comunicar cosas; en ese rubro Benedetti es imbatible, realmente las conexiones que establece el lector con su obra son profundas, variadas, atraviesan generaciones, atraviesan épocas y atraviesan países. Obviamente en una obra tan extensa hay elementos desparejos. Yo creo que tiene dos libros de poesía que si se analizan individualmente son lo mejor que él produjo: Poemas de otros y La casa y el ladrillo. Creo que ahí está lo que más sobrevive de Benedetti en términos de poesía, y quizás el momento más bajo de su producción poética, en términos de calidad literaria, son los dos extremos: el primer libro, La víspera indeleble —del cual él renegó en el sentido estético, nunca dijo que no lo había escrito, pero nunca los incorporó a sus inventarios—, y los últimos dos o tres libros probablemente son inferiores en calidad a lo que él hacía en su época de madurez.

-En 1959 es invitado, a partir del estreno de la obra Ida y vuelta, por el American Council of Education; y este es un momento decisivo en la vida de Mario porque, a partir de su mirada muy crítica sobre lo que vivió en Estados Unidos, comienza su militancia antimperialista; luego tuvo una actividad política concreta. ¿Cómo podrías describir la relación con la política y su compromiso?

-Es una persona muy comprometida políticamente, en muchos momentos eso se refleja también en su obra, por más que él siempre decía que el principal compromiso en su obra era con la literatura, no solamente con la política; pero también en su vida personal él indudablemente fue una persona de izquierda, fundador del Frente Amplio, integrante de su mesa política en los primero años, con una activa participación en la campaña electoral de 1971, que luego se refleja en un libro que se llama Crónicas del 71, que es uno de sus buenos libros de no ficción, y durante todo el exilio él participa activamente como un frenteamplista independiente, ya no directamente ligado a un sector, es el redactor responsable de la revista Respuesta, que es la publicación del Frente Amplio en el exilio, y al volver al Uruguay se identifica con bastante claridad como una de esas figuras de la intelectualidad de izquierda.

-Fue dirigente político del movimiento 26 de marzo y luego renegó de esa actividad, ¿no?

-Él era representante del 26 de marzo en la mesa política del Frente Amplio, ese era su rol, y si bien él no renegó de sus ideas, sí dijo que no se sentía cómodo con la actividad de dirigente político y que prefería estar en un rol más gramsciano. Y volviendo al origen de tu pregunta, sí, ese viaje a Estados Unidos a él le sirve para ver algunas cosas en directo, pero el principal impacto en su vida es la revolución cubana, la revolución cubana es un parteaguas en su generación… también Guatemala, no olvidemos en particular el caso de Idea Vilariño, sus primeros poemas políticos son sobre Guatemala, pero la revolución cubana es el gran hito para su generación; y yendo a su obra publicada, hay otro libro de no ficción, que se llama Cuaderno cubano, que junto con Crónicas del 71 son dos buenos libros de no ficción, de lo que hoy llamaríamos periodismo narrativo.

-En vida, Benedetti tuvo muchos reconocimientos y también el respeto y la admiración de figuras célebres de la literatura —Vargas Llosa, Saramago, por dar algunos ejemplos—. Pero, al mismo tiempo, en el Uruguay se asistió a una especie de parricidio, generado como siempre pasa por generaciones más jóvenes. ¿Cómo vivió este hecho?

-El parricidio en concreto viene de lo que podríamos llamar la Generación del 86, que es la que viene posteriormente a la Generación del 83, si bien parece curioso marcar dos generaciones tan cercanas en el tiempo —ya que normalmente se expresa que son 15 años los que deben separar una generación de otra—. La Generación del 83 fue muy comprometida políticamente y está muy ligada a la resistencia contra la dictadura —sobre todo la etapa final de la resistencia—, y por lo tanto, tenía una vinculación con Benedetti desde el punto de vista político que volvía imposible que hubiera una lectura tan radicalmente crítica de su obra literaria como la que hizo la generación inmediatamente posterior a la salida democrática. Cuando vuelve Benedetti del exilio él vuelve ya como uno de los popes de la literatura uruguaya y eso hace que sea natural que su rol central sea visto por las generaciones más jóvenes como un tótem a derribar; el parricidio es esencial para la evolución de la literatura. De hecho, la Generación del 45 fue muy parricida… la Generación del 60 probablemente no, y yo creo que no lo fue porque la Generación del 60 debería verse como una promoción dentro de la generación crítica, según lo que analiza Ángel Rama, entonces había una imbricación mucho mayor entre esas dos como para que pudiera darse ese parricidio. Entonces creo que el momento ideal desde el punto de vista de los equilibrios literarios fue la inmediata posdictadura. Mario indudablemente no lo debe haber vivido con alegría, pero creo que en un análisis más o menos desapasionado del fenómeno se entiende que el parricidio es esencial y natural al devenir de una literatura.

-¿Hay comentarios expresos sobre ese momento de Mario?

-Sí, los hay. Sus amigos más cercanos cuentan que él lo vivió con cierta amargura. Hay algún intercambio de mensajes sobre este punto… por ejemplo, con Onetti, quien le dice, en una carta que se ha publicado, que esos jóvenes incipientes escritores, que son los que protagonizan el parricidio en su contra, primero deberían dedicarse a hacer su propia obra —que es lo que normalmente las víctimas de los parricidios dicen, lo que sucede es que el parricidio se hace siempre desde autores incipientes, entonces nunca tienen obra comparada con aquellos a los que están cascoteando—. Es un ciclo natural…

-¿La Fundación Benedetti fue una voluntad expresa de Mario?

-Sí, él la crea en su testamento…

-¿Cuáles son los objetivos que él se propuso al crearla? ¿Qué actividades faltan por concretarse para este centenario?

-Él dejó dos objetivos expresamente manifestados en su testamento, uno es la promoción de la literatura —no de su literatura, sino de la literatura en general—, y el segundo es la promoción de los derechos humanos; en particular, él dejó establecido el énfasis en el apoyo a la búsqueda de los detenidos desaparecidos en la última dictadura… esos son los dos objetivos escritos. Luego también está entre sus misiones o funciones preservar su biblioteca, su archivo, continuar todo lo que tiene que ver con las autorizaciones de nuevas publicaciones o adaptaciones de su obra, ya que durante cincuenta años, posteriormente a la muerte de su autor, eso está en manos de sus herederos y, en este caso, su heredero universal es la fundación, ya que Mario con Luz no tuvieron hijos, así como tampoco tuvo hijos su hermano… Entonces, la heredera universal es la fundación, y lo que hacemos es tratar de trabajar en esa línea que Mario dejó planteada, que si bien es una línea específica, deja una gran amplitud de criterio para quienes la conducen, que son cinco personas que están en su Consejo de administración y que proceden de una lista de 20 amigos que Mario dejó escrito en su testamento. Por razones inherentes al paso del tiempo, cada vez más esos amigos tienen que convocar a otras personas que no habían estado en esa lista, pero se mantiene una línea de continuidad. Este centenario nos encontró en una situación peculiar, que fue el tema de la pandemia, que hizo que muchas personas que se dedican a la literatura de la manera más profesional que se puede… porque la literatura lamentablemente no es un oficio que permita vivir de ella, pero sí hay muchas personas que lo tienen como un complemento de sus economías, y que dan talleres, dan conferencias, son invitados a congresos en el exterior o incluso unos pocos afortunados obtienen algunas ganancias de los derechos de autor… Y todo eso se vio parado durante la crisis del COVID-19, entonces la fundación decidió en el mes de marzo destinar algunos de los fondos que estaban previstos para festejos del centenario a un fondo de apoyo a los escritores y escritoras uruguayos o residentes en Uruguay, que se llamó “Fondo 100 años de Mario Benedetti”, ese fondo tuvo una primera etapa en la cual se apoyó a 38 personas de todos los géneros literarios, y ahora tiene una segunda etapa que se lanzó el 14 de setiembre, y esta, además de tener la intención de apoyar en esta pandemia, tiene una intención más de corte de política cultural, ya que no es un apoyo puntual de una sola vez, como era la primera parte, sino que es lo que nosotros llamamos el “salario básico universal”; entonces se van a elegir tres escritores/as y van a recibir un salario básico, durante tres meses, de 15 mil pesos cada mes, como una especie de señal piloto desde la sociedad civil para algo que tanto la Fundación Benedetti como otros integrantes de la llamada Intersocial consideran que debería ser un derecho básico universal que no excluye a los creadores. Esa es una de las actividades más conceptuales del centenario, y que está directamente vinculada a la coyuntura. Después, hay otras actividades que son más de tipo de festejo, y que en muchos casos exceden la voluntad y hasta el conocimiento de la fundación, porque realmente las sociedades, sobre todo las de habla hispana, están haciendo un permanente goteo —más que goteo, catarata— de actividades, desde pintadas de muros hasta lecturas de poesía que se suben a internet. De lo más orgánico, están aquellas cosas que se vinculan al Instituto Cervantes, con el que el año pasado se hizo un convenio gracias al cual todos los Institutos Cervantes —de las distintas ciudades donde está inserta esa entidad de promoción de la lengua— tengan a Benedetti como uno de sus ejes este año; después, están las actividades que se coordinan con el Consejo de Educación Secundaria que hace que los liceos del país estén realizando múltiples actividades, tanto curriculares como extracurriculares, sobre su obra; hay también un acuerdo muy grande con FUCVAM que coincide con los 50 años de la Federación de Cooperativas, por lo que estamos haciendo todas las semanas una exposición en una cooperativa diferente, una muestra que se llama “100 años en 10 libros”, que se cierra en cada cooperativa los días viernes con una proyección de La tregua, la película de Sergio Renán, y una charla sobre Mario Benedetti. También con la Intendencia de Montevideo hay una serie de actividades que han durado todo el año, que incluye proyecciones de La tregua en los centros culturales barriales, desde Nuevo París hasta Colón, y que tienen también expresiones en los municipios; por ejemplo, el Municipio C, por dar un ejemplo, lanzó su propio “Fondo concursable Mario Benedetti”, el cual está apoyando desde murales hasta musicalizaciones de canciones; también hay sindicatos como SINTEP, que está haciendo concursos también; la Comedia Nacional hizo una obra excelente basada en cómo cuatro actores de la Comedia entienden a Bendetti; por su parte, el Ballet Nacional del Sodre hace una adaptación de La tregua, que probablemente va a ser de lo más comentado del año, porque es un ballet desde cero… la dramaturgia es de Gabriel Calderón; la música, de Luciano Supervielle; tiene su propia coreografía… O sea, se trata de un gran esfuerzo coordinado por Igor Yebra, que va en la línea de hacer ballets de temas nacionales, lo que me parece espléndido. Y estamos, en cierta medida, cerrando el centenario con la entrega del Premio Internacional Mario Benedetti a la solidaridad de los derechos humanos a Raúl Zurita el 10 de diciembre de este año.

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