Entrevista a Luis Vidal Giorgi: El Uruguay profundo y olvidado

Teatro / 31 octubre, 2018 / Gerardo Mantero

Fabián Severo es el autor de Viralata, una novela de tintes biográficos que nos habla de su Artigas natal, obra por la que obtuvo el Premio Nacional de Literatura édita, en el 2016.

Este texto se caracteriza por la utilización del portuñol  con algunas licencias creativas, y por su densidad poética, como medios para revelarnos una realidad socio-cultural de un Uruguay lejano y olvidado desde la sensibilidad capitalina. Luis Vidal Giorgi tomó el riesgo de trasladar al teatro este conmovedor relato, realizando la dramaturgia y la dirección de Viralata, para interiorizarnos en este proceso creativo fuimos a su encuentro.

-¿Cuál fue tu primera impresión al leer la novela de Severo? ¿Por qué te despertó interés?

-Y… fue un descubrimiento, porque, en una primera instancia, por ejemplo, el título tuve que averiguar de qué se trataba; y entonces era una especie de enigma y a la vez la historia está escrita —lo cual es una virtud y una dificultad que presenta el texto— en portuñol, o por lo menos tiene un tamiz de portuñol, porque no es todo el tiempo portuñol, sino que es ese dialecto específico de la frontera en Artigas. Entonces esos dos elementos causaban cierta reticencia o prevención a abordarla, y, a medida que fui pasando por esos elementos que podían ser distantes, inmediatamente me fue atrapando su poesía, su verdad, el delineado de esos personajes tan entrañables y tan verdaderos, y  a la vez el descubrimiento de un Uruguay que, de alguna manera, está presente y es olvidado. Entonces esos aspectos en seguida me conmovieron, pero sobre todo para mi formación y para mi estilo de trabajo a nivel artístico, el nivel poético logrado con una realidad tan cruda me parece que es realmente uno de los hallazgos.

-Cualquier obra literaria es factible de ser llevada al teatro. En una reciente reportaje que le hicimos a Aderbal Junior, él nos habló de una versión que había hecho de Moby Dick, ¿qué tiene que tener una novela para ser llevada al teatro?

-Aparte del entusiasmo que pueda generar a quien vaya a hacer la adaptación o la puesta en escena, ¿no?, ese es el primer punto, que siempre ha sido un desafío muy grande. Pero la literatura a veces tiene otro elemento a favor que logra una mayor dimensión que la obra específicamente teatral, ¿qué quiero decir con esto?, a veces la obra específicamente teatral apunta a reflejar una situación, el delineado de buenos diálogos y personajes y, bueno, un conflicto que se va desarrollando; en cambio, hay materiales literarios que tienen una dimensión mayor, donde hay como ese juego de cajas chinas unas cajas dentro de las otras, donde hay un conflicto individual pero a la vez hay un conflicto social, y a la vez hay una dimensión metafísica o trascendente, y eso, en una novela que por momentos puede parecer muy sencilla, está presente en Viralata. Entonces me parece que el que tenga esas posibilidades lo hace atractivo; y después, escénicamente, por supuesto que es fundamental el personaje, y los personajes que lo acompañan. Por eso en el caso de Viralata yo nunca lo pensé como un monólogo; yo rechazo un poco los monólogos, me parecen un poco abusivos, entonces si bien aquí hay un personaje central muy absorbente, el hecho de que haya otros dos personajes que lo acompañan —lo que dicen, sus diálogos, su presencia— le va dando todo una textura de teatralidad que es el otro punto que me parece importante: el enfrentamiento y el juego con varios personajes, porque el teatro es diálogo pero es sobre todo el encuentro de distintos mundos a través de los personajes.

-En el caso de Viralata el lenguaje es crucial, esa mezcla de portuñol con licencias creativas del autor. ¿Se respetó el lenguaje tal cual está escrito en la obra o se modificó en algo?

-No, la idea es justamente respetarlo. Te decía yo, al principio, que esa aparente dificultad inicial cuando leí la novela después se transformó en un disfrute, porque entrás en un código distinto, y a la vez encontrás una cantidad de valores atractivos; la idea es que sea también lo que le suceda al espectador,  para proyectarlo con toda la riqueza idiomática que tiene eso, porque esos juegos de palabras muchas veces no son simplemente un practicismo de encontrar un término adecuado, sino que en sí mismo tienen metáforas escondidas; entonces esas mezclas, esos juegos es lo que le da, decíamos hoy, el nivel literario mayor donde aparecen juegos más poéticos; y esas metáforas escondidas a veces pueden sonar en algún caso no totalmente comprensibles de una manera inmediata pero siguen resonando de alguna manera; por ejemplo, en el momento que dice: “Los padres se afundan en el misterio”. Y uno se pregunta qué quiere decir se afunda en el misterio… “… y se pierden a buscar donde empieza el arcoiris”, y, de repente, se afunda yo tuve que leer que quiere decir se hunden en el misterio, pero el se afunda en el misterio ya tiene un misterio en sí mismo y da la idea de huida a través de algo que no van a encontrar nunca.

-Justamente esa poética entre melancólica, tierna y dramática es una característica de Viralata. ¿Cómo se traslada ese clima al teatro?

– Por eso yo digo que es fundamental acá el caso del protagonista que va desgranando sus recuerdos, también con la misma capacidad de sugerencia y la misma ternura; entonces el personaje tiene que ser muy empático y a la vez no; porque no apelamos a la complicidad con el público, es un recurso que a mí en general y en este caso específico no me gusta, pero sí en envolver con las palabras al público, que haya tiempo para que las imágenes de las cuales está la novela grávida, plena se instalen también en la asociación que pueda hacer el espectador, porque no son imágenes tampoco densas, sino que son por momentos imágenes juguetonas o imágenes de esa inocencia y picardía que puede tener alguien desde un lugar marginal; entonces apelamos a eso, apelamos a hacer retazos de palabras que podamos completar entre todos.

-La música tiene un papel importante y tengo entendido que la misma está a cargo de quien es la dupla en recitales poéticos con Severo, que también es un músico de Artigas.

-Sí, Ernesto Díaz, que es otro hallazgo, que vino de la mano del autor, Fabian Severo, y con él hacen espectáculos musicales poéticos que son muy interesantes, hace poco hicieron uno en AGADU, a sala llena, que fue muy conmovedor. Aquí sobre todo lo que tomamos son dos canciones que pasan a ser como definitorias del personaje y de su relación con su madre, que es muy importante, que hace a un clima de la obra, y después son momentos de intervenciones donde hay como una especie de panorama de distintas posibilidades musicales que aparecen en esa zona, entonces ahí la influencia brasilera es muy importante, porque llevan la música en el ADN, y a la vez rescatan elementos que hacen a nuestro Uruguay rural o a la tradición musical de nuestro país, entonces son una presencia… yo te diría que igual el punto capital está en la musicalización que se hizo de dos canciones que están en la obra.

-Conceptualmente, ¿cómo definirías tu puesta en escena?

-A mí me ha sucedido algo con esta puesta en escena que es distinta a todas las que yo hecho anteriormente —porque en obras anteriores yo trabajo mucho más el texto en la elaboración durante la puesta en escena—, he tenido como centro una búsqueda de un lenguaje a partir de lo gestual, a partir de los sígnico, que puede ser el mundo de los objetos generando acciones teatrales, entonces está una búsqueda muy formal apoyada en un texto —también en este caso como en casos anteriores— poético, como fue en el caso de Shakespeare o en el caso de Milton Schicna a través de Delmira, pero aquí ha sido tal la conmoción y, podríamos decir, tal el preciosismo de ese mundo, cómo está reflejado, que no pude ni quise intervenir en el texto, sino que yo hice la selección y el armado y los distintos collages del texto. Pero, después, en este espectáculo yo he estado como al servicio del texto, aquí es una visión un poco más sobria si se quiere, pero me parece que es la adecuada: ser respetuoso de ese mundo y no tratar de imponer mi visión. Sí como artista encontrar los puentes, y los puentes los encuentro sobre todo en esas imágenes conmovedoras que por momentos aparecen tanto en la novela como en la puesta en escena, que, justamente, me llevan a ese mundo de lo que yo quiero reflejar como artista.

-Severo es un autor nacional que nos habla de otro Uruguay difícil de ver para los montevideanos, Artigas el Uruguay profundo, con ciertos problemas de identidad, que tiene que ver con lo fronterizo, pero también diferenciado con otros lugares fronterizos. ¿Ese factor incidió en la elección de la obra como factor importante?

-Sí, lo decíamos antes, por supuesto, es un descubrimiento, una reivindicación y podríamos decir también es como parte de eso que a veces se habla, porque a veces podemos hablar a nivel teórico de multiculturalismo, de una política cultural, y aquí justamente es conocer, aceptar, respetar la diferencia de un uruguayo en el otro extremo,  a 600 km de aquí, que está reflejando su mundo y que a su vez por suerte ha logrado transcender su pequeño mundo, tanto que el Premio Nacional de Literatura que recibió la novela me parece que es también parte de esa actitud de conmover y de alguna manera rescatar esas diferencias.

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