
Entrevista a Levón: “¿Quién puede resistirse, frente a la Danza de agosto, a tomar de las manos a cinco mujeres, para bailar con ellas en ronda?”
Teatro / 31 julio, 2024 / Luis Vidal Giorgi
Levón es uno de los creadores teatrales que constituye, tanto en la actuación como en la docencia, una referencia para varias generaciones, por aunar sutileza y profundidad de manera singular, así como por defender la asediada isla flotante —al decir de Eugenio Barba— del teatro de arte. En la dirección ha transitado por un sendero paralelo, que lo lleva a estrenar por primera vez, con el elenco del Circular, una obra irlandesa: Danza de agosto.
–Luego de la larga etapa de pertenencia al elenco de la Comedia Nacional, el cual integraste desde los años setenta, principalmente como actor, estuviste abocado a la dirección de Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático; ahora, terminados esos ciclos, has retomado la dirección: ¿cómo te encuentras en esta etapa?, ¿hacia dónde se orientan tus anhelos creativos?
-Con el mismo enthousiasmos (del griego, “inspiración sagrada”), pero con otros tiempos en la preparación y planteamiento del método de trabajo a desplegar frente a los distintos desafíos. Sean ellos el estilo expresivo que un autor presenta, el género dramático a cultivar o, por supuesto, la vertebración de un personaje y su encarnación en escena. “Devolvamos el teatro a los actores y a las actrices”, diría Yukio Ninagawa, y a él ahora me remito.
– ¿Cuáles son los aspectos de esta obra de autor irlandés que te atraen especialmente para una lectura actual?
-Varios… Entre ellos, la capacidad de imaginar y desentrañar la intriga y los vericuetos del alma que propone Brian Friel para dar a luz la rebeldía de los personajes que la habitan. Pero, en principio y por sobre todo, recordarme y recordar a los actores y a las actrices la razón de ser en la vida y en la escena, ahondando en el vínculo que nos une hacia el teatro; los sueños que nos impulsaron y los inevitables desvelos que nos permiten preguntarnos en la soledad de la noche: ¿qué estamos haciendo abajo de unas luces, calzándonos unos zapatos de los que nos debemos apropiar, y un texto que debemos hacer nuestro? Algunas de las preguntas que frente a la realidad de cada día y tras un ensayo nos hacemos los hacedores de teatro. Tras las respuestas el camino se nos despeja y la salud, valor primordial en este juego de vanidades, hace lo propio para mantenernos firmes como militantes del arte. Respecto al espectador —otra razón de ser de nuestro divino oficio—, me pregunto: ¿quién puede resistirse, frente a la Danza de agosto, a tomar de las manos a cinco mujeres para bailar con ellas en ronda, para prenderse del cielo y ascender y descender en una tierra irlandesa que también, como la nuestra, fue purpúrea?
-Esta obra de sutil atmósfera, con personajes que recuerdan a los de Chéjov por vivir entre recuerdos y anhelos incumplidos, se ubica en un contexto social e histórico conflictivo. ¿Cómo se articula en la puesta este mundo delicado con ese ambiente opresivo?
-Con la comprensión del texto, la fidelidad que guardamos a su estructura, la imaginación a la que nos libramos y, por sobre todo, con la disposición del alma y la pasión que entregamos cada día de estudio y ensayo. Creo que no se puede ignorar el presente y la realidad que nos rodea, tampoco las circunstancias que llevan a quien escribió la obra.
-¿Señalarías alguna situación o alguna frase que refleje o condense el clima de la obra y sus mundos?
-“Hay que vivir”.
–Esta es tu primera dirección en el Circular, un teatro independiente que cumple 70 años, con un escenario íntimo. ¿Cómo vivenciás este encuentro?
-Con el privilegio y la responsabilidad de pisar las mismas tablas de quienes le dieron espacio y vida, sin olvidar cómo lo defendieron en una época cruenta, donde los embates se sucedían sin escrúpulos, solo con las herramientas del arte. ¡Qué coraje y qué fortaleza! En fin… Maestros que ya no están, pero que nos indican el camino para seguir honrándolos.
– La obra se estructura en base a recuerdos, despierta caricias al alma y, al mismo tiempo, sus espinas rasgan las cicatrices íntimas. ¿El teatro, que es un arte del presente y en definitiva solo vive en la memoria del espectador, no provoca lo mismo? Luego de tu extensa trayectoria, ¿cuál creés que es su sentido?
-Estoy en un todo de acuerdo contigo. Me pregunto ahora, con el mayor respeto, si de alguna manera no te respondí antes…