Entrevista a Juan Graña: Un regreso esperado.

Entrevistas / 31 agosto, 2020 /

El Teatro Circular de Montevideo es una institución emblemática de nuestras artes escénicas, recientemente abrió su puertas después de la abrupta interrupción de su actividad, producto de la pandemia que se desató en marzo de este año.
Juan Graña es actor y dramaturgo de dilatada trayectoria en nuestro medio, y también integra la dirección del
Circular, en la entrevista que sigue nos cuenta cómo se vive esta situación inédita que afecta al desarrollo normal de la actividad.

Desde el 13 de marzo hasta la reciente apertura del Circular, ¿cómo se vivió este momento tan inédito en la interna del teatro?

-Al principio fue el desconcierto, la parálisis, el miedo. No era para menos, el remedio contra la pandemia era (es) separarse, desarticular todo acercamiento entre personas, anular lo colectivo, implícitamente ejecutar la muerte súbita del teatro. Y así quedamos, muertos, como el equipo perdedor en el fútbol.

Es entonces cuando entra en escena la angustia. ¿Cómo salir?, ¿por dónde?, ¿cuándo? Pero también es el momento de valorar el hecho de no estar solos, de reconocer la importancia de esas organizaciones a las que llamamos gremios, en las que confluimos habitualmente para defender intereses propios de la disciplina que desarrollamos. Cada cual por su lado —cada institución, cada grupo, cada persona del teatro por separado— todavía andaríamos buscando puentes perdidos en la inundación. Sin embargo, a través de nuestra SUA y nuestra FUTI pudimos rápidamente reencontrarnos, procesar la información y elaborar senderos que nos llevaran a encender las luces. Uno de los primeros objetivos fue reactivar las escuelas, talleres y cursos de teatros, cosa que después de implementar y presentar protocolos ante el MEC, se concretó el 8 de julio cuando las autoridades permitieron abrir las puertas a la enseñanza teatral en todo el territorio nacional.

Y así se siguió, atendiendo innumerables problemáticas entre las que no faltó la debida atención a la Ley de Teatro, hoy detenida, a la espera de definiciones políticas que la pongan en marcha definitivamente.

Y así se llegó a la apertura de los teatros, protocolo polémico mediante, con El Galpón solidario habilitando sus tablas a los grupos independientes, el Circular dando su nota; salas grandes y más pequeñas, todos en un sostenido esfuerzo por construir alguna clase de “normalidad”.

-¿Cómo evalúan la situación económica actual del teatro y cuáles son las perspectivas de viabilidad del teatro en el futuro?

-El teatro, como fuente de arte que es, vive en conflicto con el mercado. El uno no está diseñado para el otro. De vez en cuando aquí y allá encajan, incluso con deslumbrante éxito, pero la esencia misma de la creatividad artística es convivir mal.

Por eso, si bien el momento actual es excepcional, la falta de recursos para la actividad teatral y la descompensación entre lo que se puede hacer y lo que se puede comprar, vender y pagar, es lo de siempre.

Todo pasa por que en este país se asuma oficialmente que la cultura artística en particular y la cultura en general son parte indivisible de la sociedad toda y de la economía. De ahí que el objetivo principal sea la Ley de Teatro, hoy a la espera de ser activada. Como en el período anterior de gobierno, todos los partidos políticos, por encima y por debajo de banderas, deben repetir la acción de unirse y ponerla en marcha.

-Se eligió La incapaz como la obra que inaugura esta nueva etapa. ¿Qué tienen programado para el resto de este año tan singular?

-A propósito de la incómoda relación entre la actividad artística y el mercado, este período, de aquí a fin de año, es un ejemplo superlativo. Las disposiciones sanitarias nos permiten un aforo de 50 localidades en Sala Uno y de 25 en Sala Dos. Seguramente, este es el problema de programación más grave que tenemos que resolver. En eso estamos, porque abrir nuestras puertas es, primero, un acto ético, en él defendemos la libre circulación de la sangre de esta sociedad que es la cultura, y su permanencia como factor crítico, sublime y enaltecedor, pero para ello, el factor económico es ineludible.

Y aquí estamos, en efecto, tratando de programar hasta fin de año.

Inmodestamente podemos decir que hemos iniciado esta nueva etapa pospandemia de una muy buena manera. La Incapaz, de Carlos Ma. Domínguez, con dirección de Cecilia Baranda y protagonizada por Denise Daragnès, es un título más que aprobado por el público, el cual ya colmaba las salas desde su estreno en tiempos sin protocolo, y muy recomendable por su calidad y su temática.

Lo que se viene pasa por autores jóvenes de la casa, y otras opciones que estamos manejando (al momento de esta entrevista no habíamos aún confirmado) que involucran espectáculos invitados: Lautréamont, la última carta, escrita y dirigida por Angélica González, por un lado, y a La Mujer Sola de Darío Fo, dirigida por Gabriela Miraballes, por otro; pero también estamos contactando con Laura Canoura por un recital a capela, así como con César Troncoso por Marx in Soho…

“Y sin embargo se mueve”, como dicen que dijo Galileo Galilei.

 

 

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