Entrevista a Gustavo Bianchi

Entrevistas / 3 mayo, 2019 / Luis Vidal Giorgi

 “Personajes perdedores, pero también tenaces luchadores y soñadores”

Gustavo Bianchi, actor formado en el Teatro Circular, la institución artística de la calle Rondeau, donde también ha desarrollado y continuado su intensa actividad en los escenarios. Como director tiene un antecedente con la puesta en escena de un cuento Jorge Luis Borges: Emma Zunz; ahora versiona y dirige el texto Hughie, del dramaturgo norteamericano Eugene O’Neill.

Has desarrollado una intensa carrera como actor y has incursionado en la escritura. ¿Cómo llega este paso a la dirección, desafío que también es compartido por otros actores de tu generación del Circular?

-La actuación es un asunto fascinante, y en el Circular tenemos varias producciones al año, entonces las propuestas en ese sentido eran siempre atractivas, eso fue postergando la dirección, algo que me interesa desde siempre. Ahora aparece este texto, esta posibilidad que me seduce muchísimo, por lo que considero que llega naturalmente, sin obligaciones, sin estrés de ningún tipo, en el momento en el que debería ser, el momento para poder disfrutar el camino como se lo merece.

Eugene O’Neill es un autor fundamental del teatro norteamericano del siglo XX, que es poco transitado en nuestro medio en la actualidad, lo último fue El deseo bajo los olmos. ¿Cómo llegás a esta obra que fue de las últimas que escribió, y cuáles son los elementos que te resultaron atractivos?

-Ciertamente un dramaturgo fundamental, al que casi todos conocemos por sus obras más representadas. Largo viaje del día hacia la noche se hizo hace unos años en el Circular, con dirección de Mary Varela. Un autor con un profundo contenido humano en sus personajes, con conflictos que atañen al individuo como tal, y a la relación con el entorno, personajes en su mayoría derrotados, perdedores, pero también obstinados, tenaces luchadores.

Esta obra, que confieso desconocía hasta hace poco, llega por cierta casualidad, sin buscarla, como un regalo en un cumpleaños; fue una gran sorpresa, entonces, encontrar una historia que quería contar. Encontrar un personaje lejos de cualquier épica, absolutamente terrenal y humano. Encontré un personaje envuelto en el halo de sus propias mentiras, un jugador caído en desgracia, pero a su manera peleando contra ese destino signado, un tipo intentando rencontrarse con su suerte, o con un talismán, que en este caso es otro personaje: un conserje de un hotel de mala muerte al que le cuenta historias inventadas, por eso Hughie es un tipo que miente de forma pertinaz, intentando, como dice en algún pasaje de la obra, verse a sí como le ven los demás, para poder imaginarse o vislumbrarse como un hombre exitoso. Al final, es solamente alguien que necesita recobrar la confianza en sí mismo.

El texto es una versión, ya que se cuelan algunos otros textos de obras de O’Neill, como Largo viaje…, Ahí viene el vendedor de hielo y Más allá del horizonte, aun cuando el texto de Hughie es base y estructura de la puesta, y está casi en su totalidad. Las características de los personajes de O’Neill permitían asignar algunas frases a estos personajes, sin traicionar su esencia. Por esta razón no voy a mantener el título original.

Un personaje que fabula permanentemente, en un momento de sinceridad, para resaltar lo que cuenta, casi que se traiciona a sí mismo y dice: “Y aquella historia era cierta…”.

-El contexto de la obra en el entorno de la crisis del 29 y los conflictos que enfrentan los personajes, ¿qué ecos tienen en nuestros tiempos de incertidumbres? ¿Alguna frase significativa del texto?

-Esa profunda crisis, que marcó la economía norteamericana, dejó clara huella en la dramaturgia, que empezó a mostrar esos estragos en la sociedad, y a pintar esos personajes derrotados, en conflicto con la vida, consigo mismos, personajes que no tienen casi nada, salvo, a veces, algunas glorias pasadas y esperanzas de algún tiempo mejor. Son perseguidores de sueños, casi siempre sin éxito, y viven atrapados en la durísima realidad, pero con la luz de los soñadores.

Esto aparece también en Hughie, hay algunos fragmentos que lo dibujan. En un momento de sinceridad, Erie, el personaje central, cuenta el porqué de sus mentiras, o exageraciones ante Hughie, diciendo: “Mis cuentos lo fascinaban, le hicieron pasar momentos increíbles, y, en cierto modo, a mí también me gustaban, empecé a verme como me veía él […] No me engañaba a mí mismo, o tal vez solo un poco, pero si cada tipo que se engaña a sí mismo cayera muerto, no quedaría ni una vivo”.

Otro momento destacable —un pasaje que resulta algo cruel por su inexorable verdad— es cuando el nuevo conserje dice: “Creo que todas las cosas maravillosas del mundo suceden en otro lado, lejos de acá”. Lo que Erie, a su vez, desliza en un momento de lucidez: “No es muy común que alguien consiga cumplir sus sueños en esta vida, pero los soñadores no necesitan del mundo, y los borrachos tampoco”.

¿Algo más que quieras agregar de la puesta en escena?

-La puesta es, básicamente, el encuentro entre estos dos personajes, en la recepción de un hotel barato. Erie, jugador y mentiroso, noctámbulo, pero con la simpatía atrapante de los vividores. El conserje, atrapado en su empleo nocturno, también sabe soñar, a lo mejor más poéticamente. Y si esta charla nocturna se lleva a cabo, es porque existe un acuerdo tácito, porque esperan cada uno obtener algo del otro, parecen necesitarse mutuamente. Erie necesita volver a tener un amuleto para su suerte, recuperar, en definitiva, la “confianza en mí mismo”; y el conserje, la posibilidad de soñar con un romántico mundo del juego y las apuestas, un mundo que no es real, pero que se presenta como fascinante, al que Erie, con sus mentiras, puede acercarlo. Pero en el fondo, y muy concretamente, los dos están buscando la posibilidad de escapar de su intrínseca realidad, buscando la alternativa de seguir soñando.

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