Entrevista a Ana Inés Larre Borges.
Entrevistas / 30 septiembre, 2020 / Gerardo Mantero
Una voz poderosa, desesperada y formalista.
Ana Inés Larre Borges es crítica, editora, investigadora, a quien Idea Vilariño, por testamento, designó como responsable del acervo de su obra. En el contexto del centenario de la poeta, fuimos a su encuentro para ahondar en el legado y entender la relevancia casi mitológica de su obra y su personalidad.
-Idea Vilariño es una fiel representante de la Generación del 45, de alguna manera compartía el espíritu crítico, la visión pesimista, en contraposición a una época buena del país. ¿Cómo definirías las características de dicha generación, y la relación de Idea con quienes la integraban?
-Desde luego que es un producto del 45. Últimamente estuve leyendo bastante sobre sus primeros años, sus diarios de juventud, y recuperando los poemas de ese proyecto que es recobrar la obra no conocida; aproximadamente la mitad del volumen del canon son hasta que publica su primer libro y es natural que sea así. Esto viene a completar todo una información de lo que es el surgimiento, la creación de la voz de Idea, sus aprendizajes, su etapa de artista cachorra. Repasando lo que fue su vida, su vida cotidiana de ir al Sodre, de vincularse con Torres García, es notorio que ese Uruguay de los años treinta era muy hospitalario para las vocaciones artísticas y para los jóvenes; había, además, unas instituciones que eran muy nuevitas, el propio Sodre era nuevo —años más tarde, la Comedia Nacional—; en esa misma época se daba también el regreso de Torres García… Todo eso hizo que quienes integraron la Generación del 45 pudieran disfrutar de una densidad cultural que les fue dada así y de una conexión con el mundo que sin duda ellos ahondaron, pero no podemos ignorar que tuvieron ese contexto como caldo de cultivo. Ella es un producto de eso, aunque ella también venía de una familia culta en la que todos los hijos estudiaban música, era bastante excepcional. Ella primero estudió piano y luego violín —bastante, hasta los veintipico—, y también hizo taller de pintura. Se decide por la poesía ya a la mitad de sus veinte años, de ahí en más se concentra en eso. Pero, como decía, la Generación del 45 fue producto de ese Uruguay un poco previo. Y en ese sentido, aunque ella siempre andaba marcando las diferencias entre un grupo y otro, creo que ahora, con la distancia, podemos ver que hay características comunes a pesar de esas diferencias.
En cuanto a sus relaciones… las relaciones de Idea son siempre intensas, de grandes afinidades y de grandes rupturas también. Recordemos aquella división que hubo entre ‘entrañavivistas’ y ‘lúcidos’ a la interna de dicha generación, en la que Idea se mantuvo un poco al margen. El 45 tuvo mucha consciencia y además coincidió que en esos años se estaba divulgando esa teoría de las generaciones. Y hubo una polémica… Eran todos muy jovencitos, pero entre los que participaron estaban Carlos Maggi, Ángel Rama… todo eso está bastante historiado. Lo cierto es que tenían grandes peleas entre ellos, pero no les gustaba que nadie de afuera del grupo se metiese. En eso fueron muy fuertes como generación. A Idea eso de las teorías le importó menos, y después se pasó toda la vida tratando de marcar distancias. Creo que fue Jorge Albistur o Mario Benedettii, sé que fue en una de las dos grandes entrevistas que ella dio —la de Albistur estaba más volcada hacia la poesía—… La cuestión es que uno de ellos le dice: “Bueno, tú fuiste de un grupo”. Y ella responde: “Decís bien, de un grupo…”, y se pone a marcar algunas precisiones. Y ese grupo al que hace referencia estaba nucleado en torno a una revista muy importante que fue Número, y que cumplía con esas cuestiones de rigor y de exigencia. En una pequeña presentación, que seguramente escribió Emir Rodríguez Monegal, se dice que es una revista de poesía y crítica. Y es verdad, porque publicaban poesía pero además hacían crítica eminentemente literaria, eso da un poco ese perfil que fue fuerte en todo el 45 y en ese grupo, que tiene que ver con esa exigencia de rigor, con una aspiración cosmopolita, y con ciertas lecturas: T. S. Eliot, Jorge Luis Borges… Idea no comulgaba con Borges, eso era sobre todo influencia de Rodríguez Monegal que era un poco el que marcaba esa dirección, pero ella incidió mucho allí también. En lo que tenía que ver con poesía, ella venía a ser la encargada; es decir, era ella quien implementaba poesía en Número, aunque estaba también Sarandy Cabrera. También, unos años antes, escribió junto con Ida Vitale en Clinamen. Entre ellas se repartían la tarea y tenían esa especie de rigor sobre todo, y además se animaban a criticar a poetas consagrados. Por ejemplo, está la carta en que ella le rechaza un cuento a Onetti —Historia del caballero de la rosa y la virgen encinta que vino de Liliput—, le dice: “No lo tome a mal, pero me parece que ese cuento no da la talla, rebaja al conjunto”; y Onetti le dice que sí, que lo saque, que no importa.
Y una cosa que es muy curiosa, en la correspondencia que ahora se conoce con Emir, ellos decían que lo mejor lo guardaban para Número, y lo que acaso no era tan bueno lo publicaban en Marcha. Que es curioso, porque de repente nosotros no lo vemos así, por el mito de Marcha; además de que a Idea quizás le terminó importando más su participación en Marcha, por la cuestión política.
-Los poemas de Idea tienen la rara virtud de ser admirados por eruditos y por gente no tan avezada a leer poesía. ¿Cómo definirías estilísticamente la poesía de Idea?
-Ella tiene una voz poderosísima, y además tiene una voz que cuando decanta en la gran década del cincuenta nos obliga a la hipnosis, es descarnada, es incanjeable y llena de música. Recordemos que ella publica en el 55 los Nocturnos y en el 57 los Poemas de amor. Es una poesía que es contundente, absoluta, creo que esa voz tan poderosa está hecha de pocas cosas pero muy fuertes. Primero, es como una conjunción entre el ritmo, esa música que subyace a su poesía —probablemente producto de haber estudiado música tantos años—. Una cosa que uno se da cuenta, trabajando con los originales o viendo los manuscritos, es que no importa mucho la disposición de los versos en la página, la parte visual; lo que predomina es el ritmo, la lectura obliga el oído, es una poesía totalmente sonora y eso la hace también como más inapelable, porque es lo que tiene la música o las rimas. Y por otro lado, con una temperatura emocional, con un pathos que es absoluto también, y yo creo que todo en ella tiene como esas dimensiones. Por ejemplo, la naturaleza está sobre todo en el mar o en el cosmos, siempre en cosas o elementos pesados, y con un nihilismo y una belleza para hacernos sufrir. Pienso que esa intensidad resulta de esa combinación.
-A su vez, es una poesía dolorosa, Benedetti decía al respecto: “gira desveladamente alrededor de sus angustias”. Y en una carta a Manuel Claps, comentaba Idea: “yo no hago poesía si no es con un dolor o con una seriedad infinitos”. La manera de sentir su labor reafirma que el arte se hace por necesidad y a cambio de nada…
-Sí, bien claro. Tiene además, otra cosa, que parece que un poco se contrapone a esto: cuando ella teoriza dice que la poesía también puede no tener casi contenido, ser pura música sin por ello dejar de ser poesía. Idea es, al mismo tiempo, una desesperada y una formalista. Esa conjunción es un poco extraña a veces. Por un lado, ella tiene un gran amor por Julio Herrera y Reissig, que heredó de su padre; por otro, Idea tenía un gran talento para cantar sobre temas pueriles —tiene algunos poemas en que te das cuenta de que eso lo sabe hacer muy bien—, lo cual se combina con una herencia romántica y con un nihilismo a prueba de todo.
-Por momentos muy sombría…
-Sin duda. El otro rasgo —de esos pocos duros que dibujan y que se juegan en el poema— es decir no. Rosario Peyrou eligió muy bien un título para un ensayo —que es el título de un poema de ella, que es medio inspirado sobre la sirena de Ulises—, Decir no… En ese negarse al mundo también hay un amor desgarrado por el mundo, hay un amor muy grande por la vida, entonces esas contradicciones tensan el poema, así como en los social, por ejemplo, hay un deseo de participar, un deseo de lucha, de compromiso, y al mismo tiempo hay un descreimiento de que eso dure mucho, de que los hombres no sean débiles y se entreguen y las revoluciones fracasen… le cuesta ser optimista. Otro rasgo que la caracteriza es su intensidad; en su diario, por los años cincuenta dice: “Si yo creyera en algo me haría pedazos trabajando por eso. Qué buena comunista, qué buena católica hubiera sido”.
-¿Hay alguna teoría que avale la preponderancia que han tenido las mujeres en la poesía uruguaya?
-Se viene diciendo hace mucho eso, pero no sé si hay una teoría. Lo importante destacar es que son muy buenas. Porque las empezás a nombrar y parecen una especie de dinastía, porque, además, las solemos llamar por los nombres que, por cierto, dan la sensación de que estaban predestinadas a ser poetas… ¡hay que llamarse Circe, Ida, Idea! No sé si son tantas, pero son muy buenas, ¿verdad? Lo cierto es que la poesía siempre fue un territorio más tempranamente conquistado por las mujeres. Pero no deja de llamar la atención…
-Es notorio también, en la poesía de Vilariño, el tema del amor y su conocidísima relación con Onetti. Mucho se ha hablado, pero ¿cómo y dónde se conocieron?, ¿es una relación de mutua admiración?
-Lo conoció en un bar en Malvín junto a los integrantes de Número… y donde Onetti, según Idea, los sedujo a todos. Pero fueron muchos los amores de Idea, todavía algunos no han salido a la superficie, otros sí. Ella era íntima amiga de Manuel Claps, pero mientras ella estaba viva nadie hablaba de ese amor con Claps, a pesar de que había cuatro o cinco poemas dedicados especialmente; y la primera gran antología —Poesía—, donde ella incorpora por primera vez poemas de juventud, sintomáticamente se la dedica a él. Fue una relación importantísima en Idea, intelectual y sentimentalmente, muy larga y muy apasionada.
-Claps, además, vivía un tiempo en el exterior…
-Vivía en Buenos Aires, donde hizo toda la carrera de Filosofía. Entonces estuvo muy unida a él en todo ese aprendizaje. Y hay otros personajes conocidos en su vida sentimental; en general no le gustaban hombres de perfil bajo, pero no importa… Ya llegarán los biógrafos, como digo yo. Con Onetti creo que fue relativamente breve la propia relación, y él en general siempre estaba casado, pero yo creo que ella se empecinó sobre todo en sus últimos años en elegirlo a él como un hombre importante en su vida. Y no sé… quizá ahora yo me pongo a hablar viéndola como personaje, pero quizá eran el uno para el otro o capaz que eso mismo hacía imposible que hubiesen culminado o que hubiese durado mucho la relación; por otra parte, la propia Idea no tenía en su definición del amor que fuese algo que dura para siempre… Sí creo que eran bastante pares, eran dos grandes seductores —terribles seductores—, muy independientes, muy nihilistas… en ese sentido, me parece que eran pares. Idea quizás era más par de Onetti que Dolly, pero quizás él prefería vivir con alguien que no fuese su par. No sé si él los merecía, pero es verdad que los grandes poemas de amor, esos inolvidables, en general lo tienen a él como inspiración, es decir, son para él.
-Idea fue poeta, ensayista, profesora, traductora, hasta encuadernadora…
-Le gustaba hacer cosas con las manos, sí…
-Las otras dimensiones de Idea, más allá de la poesía, ¿tienen relevancia?, ¿o hay una distancia muy grande entre la poesía y su labor como ensayista, profesora y el resto de sus actividades?
-Yo creo que son importantes las cosas que hizo. Como traductora es excelente, por ejemplo. Cualquiera que haya leído a Shakespeare en unas ediciones heredadas españolas y después la lea a ella —desde el Río de la Plata, sobre todo— se dará cuenta de que es impecable. Le tenemos que agradecer Shakespeare a Idea.
-Dicen que lo hizo con el inglés que aprendió en el liceo…
-Sí, pero creo que en todo eso importa menos el inglés que sabía que el español que manejaba. Porque ese es el arte. Además ella lo hizo en verso, que no se nota todo el tiempo, pero que le da a la obra una cosa que te recuerda que es Shakespeare y al mismo tiempo te hace sentirlo como algo cercano. Y ni que hablar las traducciones que le hizo a Raymond Queneau de unos poemas absurdos llenos de ritmos graciosos, que él le dijo que eran intraducibles. Hay un artículo precioso de Beatriz Vegh analizando uno de esos, y las soluciones que encuentra Idea son impresionantes. Tal vez por ese talento que tenía, un día empezó a hacer canciones. Ella dice que, cuando estudiaba música, le dijeron que tenía oído absoluto. Yo no sé si eso será verdad, porque dicen los que saben que es muy raro que eso se dé. Pero en la poesía parece que sí lo tiene, con las palabras.
-¿Y cómo evaluás la Idea ensayista?
-Lee muy bien siempre, y escribe muy bien las críticas, muy sobriamente. Pero lo que más me admira es el juicio poético que traslucen esas críticas, que eran hechas en el momento, lo que escribe sobre Nicanor Parra es una crítica tan inteligente y matizada, que cuando lo encuentra veinte años después él aún se acordaba; porque como me dijeron a mí una vez: ningún escritor olvida una crítica adversa. Obviamente, todo lo que hizo, yo creo, iba encaminado a lo que le importaba realmente, que fue la poesía. Y es cierto, si tenés que definirla en pocas palabras, vas a decir “es una poeta”. Ella misma dijo: “Mi poesía soy yo”. Otra cosa importante que dijo, que yo lo puse al comienzo de los diarios: “Nunca mentí en poesía —lo dijo así, al final de su vida—, puedo haber mentido en otras cosas, pero en poesía, nunca”.
-Otra ejemplo de la singularidad de su personalidad e fue cuando en 1966 le dieron el Premio Nacional de Literatura y no lo aceptó; tampoco aceptó dos becas Guggenheim…
-Hay que aclarar esto, porque se piensan que la única manera para acceder a una beca Guggenheim es presentándose. Ahora he visto dos correspondencias interesantes, una con Rama, que es quien le dice a Idea que la había recomendado para la beca, porque le habían pedido a él que recomendara nombres, y a algunos nombres de los que dio Rama efectivamente les otorgaron la beca. Se puede presentar todo el mundo que quiere acceder a la beca, pero ellos usan mucho de pedirle a gente que recomiende, y en general si les piden es porque le van a hacer caso. Entonces, a Rama le pidieron, pero Idea parece que reaccionó como si le hubiesen mostrado el diablo, y dijo que no. Y en la correspondencia con Benedetti en un momento ella le escribe: “¿y usted qué piensa?”. En ese momento ella estaba casada con Jorge Liberati, y le comenta a Benedetti que Jorge estaba trabajando mucho y, en ese sentido, quizás sería bueno que ella aceptara la beca, además de que le vendría bien para poder dedicarse a estudiar los ritmos. También es muy linda la respuesta de Benedetti, que le dice que lo que importa es que se sienta bien consigo misma… la correspondencia es muy linda. Pero, sí, es verdad, ella la rechazó también en los sesenta.
-La negativa a recibir el Premio Nacional fue porque no estaba de acuerdo con la integración de los jurados, ¿no?
-Sí, eso es bien del 45 puro y duro. Alguna vez le escuché decir una broma, porque no fue ella sola… Ella lo rechazó porque se lo dieron, pero habían hecho una carta entre ellos, todo juntos, en la que decían que no iban a aceptar el premio. Después ella y Benedetti dijeron que los únicos que se habían mantenido en sus trece eran ellos dos… No lo comprobé en los archivos, pero es probable que sea verdad. Ahora, ella después aceptó uno en el 85, con el regreso de la democracia se lo dieron. A mí me parece bien, porque era también una forma de celebrar el regreso a la democracia. Pero ella igual se sintió un poco incómoda con haberlo aceptado, por lo menos eso era lo que decía.
-Eso también se una a que ella no era muy proclive a dar entrevistas ni a hablar de su obra…
-Es cierto, por mucho tiempo no dio prácticamente entrevistas.
-¿Por qué?
-No sé… Yo creo que ella cumplía una cosa que nosotros, el Uruguay, compramos en seguida: esa idea de que ella era nuestro gran mito Garbo… alejada, misteriosa, mujer que vivía sola —era raro en esa época—, tenía amantes libremente; fue muy libre en eso. Entonces, parte de ese misterio era que no daba entrevistas. Le dio, en el año 71, a Benedetti en Marcha, porque era su amigo, y además acababa de salir su libro Poesía, es decir, era un momento consagratorio, por más que ella antes había tenido varias consagraciones. Luego está la entrevista que le hizo Albistur en el 94, una entrevista muy larga y muy buena en la que solo hablan de poesía, y que se hizo para el Instituto del Libro. Sin embargo, al igual que sucede con Onetti, si bien ambos eran bastante hosco, cuando empezás a juntar toda la información disponible, te das cuenta de que al final no son tan pocas las entrevistas que hay.
Quizás al final de su vida ella estuvo un poco más proclive a dar entrevistas. Fijate que en el mismo año, en la década del ochenta, se hace la película Idea, de Mario Jacob, con entrevista de Pablo Rocca y de Rosario Peyrou. Y al mismo tiempo, ahí fue que le dio entrevistas a Alicia Torres para que hiciera una biografía que salió en el Banco de Boston, aquel concurso que hubo. Me parece que ahí ella aflojó un poco.
-Con el legado de Idea hubo un hecho singular: en el 2010 la Comisión de Patrimonio de la Nación declaró los papeles Idea como Monumento Histórico Nacional; posteriormente sus escritos fueron vendidos a la Universidad de Princeton.
-Sí, un desastre…
-En aquella oportunidad declaraste que se había hecho lo contrario a la voluntad testamentaria de la poeta. ¿Cómo fue eso?
-Los papeles siempre estuvieron un poco rodeados de algunas cosas extrañas, incluso el modo en cómo me llegaron; primero, porque la empleada que era la que me tenía que dar las cosas…
-¿Ella te legó?
-Sí, ella había hecho distintos testamentos. Yo siempre menciono que ya en el Diario de juventud aparece una especie de disposición de que su hermana y una amiga se encarguen de destruir los diarios, así como los poemas que están tachados, y que publiquen los otros. Ella fue variando un poco a quiénes le iba a dar su obra, yo nunca quise hablar mucho de eso, la verdad que me agarró distraída, porque hablar de eso era hablar de su muerte. Entonces, hizo varios testamentos, porque en el que me lega su obra a mí y también a Alicia Torres —es de rigor poner un orden de prelación— dice que desestima expresamente el otro testamento que hubo antes y también otro privado que hubo. Entonces, ella lo fue haciendo en su vida y fue decidiendo, y así me lo dejó. Y en la cláusula 7 es amplia, clara y dice que deja obra édita e inédita… Los testamentos —hay que saber— son documentos públicos, el que quiera verlo va y lo consigue, como o una vez conseguí el de Enrique Amorín para hacer una nota en Brecha, hay que pagar un poquito, pero no es mucho. Digo esto porque a veces me han exigido que lo haga público y yo no tengo por qué hacer público algo que ya es público para el que quiera conocerlo.
-¿Cómo se dio la venta a Princeton?
-Se dio muy sigilosamente, yo me entero por un colega en Estados Unidos que me avisa. Creo que fue en el 2017 que lo expusieron.
-Pero ¿quién tenía esa potestad de venderlo?
-Potestad no, tenía el material. Formalmente lo vendió Linardi y Risso. Eso al principio no lo habían puesto… ellos siempre ponen cómo lo compraron —eso está en línea para el que lo quiera consultar—. Cuando fui yo no sabía quién lo había vendido. La primera vez que fui aproveché un congreso y fui ahí a verlos; ahí les pregunté y me dijeron que fue Linardi y Risso que los había vendido. Entonces, cuando vine fui a la librería con mis abogados, porque ya todo estaba muy pesado —además ya había sido declarado patrimonio histórico—. Lo cierto es que se vendió. Yo finalmente demoré un poco en hacerlo público, lo hice público creo que a fines de abril del 2017 —tendría que fijarme para darte las fechas precisas—. Después de eso sucedieron dos cosas, una fue que se hizo una segunda venta con material de menor importancia, por así decir… De cualquier modo, es preocupante, porque eso es patrimonio del Uruguay y desobedece la voluntad de Idea Vilariño, por eso con mis abogados lo que se hizo —ya hace años— es una denuncia en la Comisión de Patrimonio. La hicimos contra el heredero, que fue quien vendió, que es el sobrino nieto de Idea, Leandro Funes, porque él había contravenido lo que decía el testamento. A partir de esta denuncia surgió que no solo contraviene el testamento, sino que además contraviene la ley de Patrimonio, que no permite vender archivos del escritor al exterior. Esa es la ley que está vigente desde 1970; ahora, si piensan que no es justo, deberían cambiar la ley, porque yo nunca vi que no se le haga caso a la ley. Veremos qué sucede.
Lo otro que sucedió es una buena noticia: a mitad del año pasado —quizás a raíz de este revuelo que se armó— los archivos de Princeton están disponibles para ver en línea, que para mí son la fresa de la torta del material que se malvendió.
-Conjuntamente con Benedetti tuvo un compromiso político muy fuerte. Pero ¿qué lugar ocupó la política en ella?, ¿fue militante?, ¿o simplemente adhirió y nada más?
-Su orientación política ya viene de familia. Su padre era anarquista, y en su casa eran votantes de Frugoni. Ella viene de la izquierda, a diferencia de muchos intelectuales del 45 que se transforman con la revolución cubana. Por lo que ella misma cuenta de su juventud, con una tía joven pasaba panfletos por debajo de las puertas en la época del golpe de Estado de Terra. Su primer poema político que es A Guatemala, que es del 54, cuando se da la invasión, o sea que es previo; pero después, sí, es en los años sesenta que ella toma muchas definiciones, y su alejamiento de Número tiene que ver con eso, me parece que está en ese perfil sesentista del compromiso del escritor, que fue un tema preponderante de esos años. Ella siempre estuvo en una posición de izquierda independiente y radical, no estaba en los grandes partidos —ni comunista, ni socialista, sino alineada en su opinión con el MLN—. Algunos han dicho que algo más que alineada, y hasta han tirado algún alias… presuntamente, su nombre de guerra era Olga. Ella hizo poca poesía política, pero porque era muy exigente. Si uno agarra los cuadernos, esos que están en Princeton, se nota que fue muy radical en sus opiniones. Pero respecto a su presunta participación en la guerrilla, habría que investigar… puede haber testimonios de que sí, aunque la verdad es que ya era un poco mayor para estar con los tupas, pero es una posibilidad que habrá que investigar.