El carnaval que cambió la máscara por la mascarilla

Carnaval / 31 enero, 2022 / Daniel Porteiro

Mientras todo sube, algo bajó en el carnaval. Antes se usaba la máscara en la parte de arriba de la cara, para no ser reconocido; ahora se usa en la parte de abajo, para no ser contagiado. Bajó la máscara que devino en mascarilla. Eso sí, como en todo carnaval lo que abunda, y tampoco faltará en este, es el alcohol. Pero del eucaliptado.

Este carnaval empezó como una carrera de vallas. Entre el clima, que ya es tradición, y el COVID, habrá que vivirlo saltando vallas. Cuando no te llueve, es peor porque te amenaza con llover. No hay cosa peor que la amenaza de lluvia, porque si llueve ya está; pero si, en cambio, solo parece que puede llover te pasás mirando para arriba y buscando pronósticos mientras los responsables de conjuntos hacen cuentas con lo que se gasta de maquillaje y se pierde si no hay actuación. Y el día libre que se pidió en el trabajo, para actuar, que se pierde sin aprovecharlo; las entradas que se compraron para ir en grupo servirán para otro día, pero justo ese en que no podrá ir casi nadie; el tablado, que ha estado trabajando desde temprano preparando todo, puede perder ese esfuerzo y el responsable hace cuentas de lo que habrá que pagar igual aunque no haya función; y así sucesiva, simultánea y desgraciadamente.

¿Que eso conspira contra el ambiente festivo que se va generando con el paso de los días? ¿Que se enfría el entusiasmo? ¿Que se vuelve un asunto trabajoso como suele serlo casi todo en este país? Ah, pero los uruguayos templan su espíritu precisamente gracias a estas cosas. Son una gente hecha en carreras de vallas. ¡Uruguay nomá!

No hay dudas de que la gente, con las ganas acumuladas que trae, agotará los aforos por la gran fidelidad a este culto practicado con entusiasmo. Y tan necesario para las vacaciones del cerebro.

¡Y además está el desgraciado ése! Un virus que no bromea y que obliga a estar atentos. Ojo si gritás el nombre de la murga, para alentar, porque disparás una ráfaga mortífera. Ojo con arengar al solista porque lanzás esa especie de arma biológica. ¡Cuidado que puede pasar uno que tosa! ¡Guarda con tocar la baranda y rascarte los ojos! ¡Pasate alcohol! Si tocaste el respaldo del asiento, quién sabe cuántas manos lo tocaron, ¡pasate alcohol! Si fuiste al baño y tocaste el picaporte, si te apoyaste en el marco de la puerta: lavate y ¡pasate alcohol! Es carnaval 2022 ¡alcohol, alcohol!… pero en gel.

O puede pasar que los conjuntos no tengan todos los integrantes, por los contagios. La murga que más te interesaba se suspendió por faltarle demasiados componentes. Capaz que la que viene te gusta más. Al final hasta puede ser un carnaval con un encanto nuevo: el suspenso. ¿Irá hoy la murga?, ¿cuál será la que va en su lugar?, ¿estará completa?

Más allá de la exageración juguetona, es una situación que, sin dudas, aplaca un poco la fiesta; pero se prevé una tendencia a la baja de la contagiosidad y, entonces, el carnaval irá tomando color y levantando temperatura (desafortunada metáfora, ¿no tenías otra menos importuna?) para que, al menos, se pueda pasar bien aunque no sea el ideal.

Los conjuntos debieron prepararse en medio de complicaciones. Ensayaron por Zoom, practicaron cada uno en su casa. Cuando empezaron los ensayos presenciales tuvieron faltantes por cuarentenas, trabajaron sin el plantel completo. Y, además, un aspecto muy influyente: no pudieron ensayar con público como lo acostumbrado. Hecho clave, porque ahí es donde se ajustan los libretos, se rehacen cuartetas, se mejora la presentación del chiste. Ahí es donde toman confianza los murguistas en su propuesta: en la reacción del público que asiste a los ensayos. Y eso no se pudo. Y seguramente se note. Algo de condescendencia habrá que tener.

Pero solo en ese aspecto, el de la actuación. En la falta de ensayos adecuados.

En lo que no cabe condescendencia es en algo que ya reafirmamos en la nota anterior de enero: crítica pero que sea con humor. Si los libretos van por el atajo de la crítica directa sin risa, sin ingenio, sin picardía, sin segundas intenciones, no hay excusa admisible. No tiene la culpa el virus, ni la lluvia, ni la falta de ensayos. En todo caso, quizá la larga cuarentena pueda haber oxidado la máquina de la creatividad; pero en carnaval y en la murga, se trata de ironizar, de hacer burla, de caricaturizar, de la grotesca exageración que revela una visión crítica, el humor que golpea haciendo pensar, el bufón que quita la máscara (que no la mascarilla, por favor, mantengan el protocolo).

Habrá que ver.

Y en eso de ver, la recomendación de no quedarse solo con los títulos conocidos. Que bien valen la pena y tienen el encanto de que ya sabemos su estilo. Pero también hay que atender las nuevas propuestas, las nuevas voces que tal vez hablen de cosas menos habituales, con otros puntos de vista. No todas pero que las hay, las hay.

A modo de orientación

Algunos comentarios a modo de guía, apenas ejemplos sueltos que no agotan la oferta de buenas propuestas.

Mi Vieja Mula, la murga de Shangrilá, con directora escénica que lo hace muy bien, con buenos arreglos musicales y un estilo desenfadado, con mucho humor inverosímil y provocativo. Que no tiene el trajín de los años que tienen otras, claro.

Hablando de humor, Queso Magro, como siempre una garantía en ese aspecto. A esta le hizo bien la cuarentena. Vuelve a escena Diego Waisrub y, gracias a que no sale Cyranos, sube al tablado Jimena Márquez que participaba en libretos, pero no había integrado el elenco. Un punto alto el cuplé sobre Graciela Bianchi. Y cantan muy bien, que no parezca que humor y buen canto sean antagónicos.

Hablando de buen canto, hay murgas que lo cultivan principalmente, como Curtidores de Hongos o Nos Obligan a Salir, en un estilo tradicional que vale la pena disfrutar. Además, La Gran Muñeca con dirección coral y escénica de Diego Berhardi, reiteradamente premiado como mejor arreglador de murga, le agrega un sabor armónico especial y, además, tiene a dos sobreprimos de timbre murguístico como Julio Pérez y Marquitos Gómez.

Asaltantes con Patente, con un gran coro de gente joven muy experiente, en un estilo clásico, con dirección escénica de Martín Angiolini y un exitoso comediante que debuta como cupletero, Germán Medina, que precisamente será un “extraño” en la murga, como indica el título de su propuesta.

Jardín del Pueblo, representa bien la tradición de buen canto que tienen las murgas de Paysandú. Las de San Carlos, La Clave y La Cayetana ya son conocidas y también cultivan el canto coral murguero.

Hay murgas que, cantando bien, se destacan por sus textos como Agarrate Catalina, con su habitual nivel poético, con sus agudas reflexiones y el momento para lucir la voz del Zurdo Bessio siempre conmovedor.

La Trasnochada es una murga que sabe sacar rendimiento tanto al coro como al uso de melodías complejas bien manejadas por su arreglador Martín Souza. Su eficaz cupletero Maxi Orta será un barrendero que lleva la contra a la murga, recuperando un poco el diálogo tradicional entre el coro y el personaje. Una bolsa de basura que se personifica, dando valor actual al estilo de Carlos Modernell, que fuera uno de los grandes letristas de cuplés de personaje.

Hay detalles llamativos, como el hecho de que Doña Bastarda haya trabajado con inmigrantes de diferentes países para armar su Retirada, dedicada precisamente a la inmigración en nuestro país.

O la canción a las ollas populares que Raúl Castro le escribió a la Retirada de Curtidores de Hongos. Raúl también escribió para otras murgas, una forma de acompañar a sus colegas del género en esta etapa suya de gran reconocimiento.

O como Araca la Cana, que tiene la presentación y gran parte de la retirada escritas por Catusa Silva, quien falleciera hace un año y las hizo para el carnaval del 2021, el que no fue.

Puede servir mencionar algunos de los títulos de espectáculos para hacerse una idea de la temática que tratan.

Agarrate Catalina: La involución de las especies

A la Bartola: ¡Qué emoción!

Araca la Cana: Mentiras verdaderas

Asaltantes con Patente: Extraño

Cayó la Cabra: En una

Curtidores de Hongos: La alegría va por barrios

Diablos Verdes: El control de los diablos

Jardín del Pueblo: Desaforados

La Clave: El banquete de las maravillas

La Cayetana: Roto

La Gran Muñeca: 101 años

La Venganza de los Utileros: Fiesta de disfraces

Metele que son Pasteles: Un mundo muy, muy feliz

Mi Vieja Mula: ¡Hola, Uruguay!

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